En una ocasión escribí este artículo contando algo sobre lo que fue la historia del Spectrum en Italia, un país sorprendente en muchos aspectos pero sobre todo (para esta web al menos) en el de los ordenadores domésticos de ocho bits, donde pese a ser una potencia económica mundial, el mercado no se desarrolló al mismo nivel que en otros países europeos donde sí alcanzaron una repercusión notable como fue el caso, mismamente, de España. ¿Ustedes recuerdan, así a bote pronto (y sin olisquear por Internet) algún videojuego italiano de renombre creado en los ochenta para el Spectrum o el Commodore 64? Pues eso.

Aunque fue el micro de Jack Tramiel el que realmente lo petó en la cuna de Sabrina Salerno y Aristide Massaccesi, el Spectrum gozó de cierto protagonismo. Por lo general como actor secundario, pero logrando auparse a un rol de primera línea en alguna ocasión. En el texto antes referido mencioné de pasada un hecho muy curioso, tanto que hasta lo resalté en negrita para destacarlo. Porque había que destacarlo, sí o sí: En un entorno de competencia a cara de perro entre Commodore y la firma GBC, una suerte de Investrónica a la italiana que lo importaba y vendía allí desde 1983, la segunda decidió echar el resto al año siguiente llegando a un acuerdo con la RAI para que la principal televisión del país utilizase dos Spectrum de 48 Kb durante las retransmisiones en directo del Giro de aquel año, que por añadidura acabaría siendo uno de los más recordados durante años.

Nacido en 1951, profesional desde 1973 y campeón del mundo de ciclismo en ruta en 1977, Francesco Moser era un corredor especialista en pruebas clásicas con numerosos triunfos del máximo nivel en ese terreno. Al inicio de los años ochenta se le consideraba ya viejo, pero los «cuidados médicos» del inefable Michele Ferrari le hicieron merecedor de llevar el apellido de su doctor acompañando al suyo propio y tras un 1983 que auguraba un declive previo a la retirada, al año siguiente resurgió como nadie habría imaginado: en cuestión de pocas semanas pulverizó el récord de la hora en poder de Eddy Merckx desde 1972 y se llevó la maglia rosa del Giro. Con una pequeña ayudita de la organización dirigida por el poderoso Vincenzo Torriani, que se dedicó a incordiar en lo posible a su máximo rival Laurent Fignon, llegando a «moldear» ciertas etapas de un día para otro para perjudicar al francés y a su equipo, que despertaban pasiones (en general de odio mortal) allá por donde pasaban. En sus respectivas autobiografías, de lectura francamente amena, Fignon y su por entonces director deportivo y amigo Cyrile Guimard sueltan sapos y culebras recordando aquel evento y cómo los medios, con la propia RAI en cabeza, galvanizaron al público para echar todavía más leña al fuego. La contrarreloj final, que terminaba en el impresionante anfiteatro romano de la ciudad de Verona, figura entre las más memorables en la historia contemporánea de la prueba.

Aquí les he puesto un pequeño resumen de la retransmisión de esa última etapa, que incluso así mola un millón, independientemente de si a ustedes les gusta el ciclismo o sean capaces de parlare en italiano. Ya sólo con escuchar a los tiffosi jaleando a Moser con la voz en cuello durante toda la etapa mientras silban a Fignon en la misma medida, vale la pena tragarse el contenido enlazado de principio a fin, que refleja un ciclismo (y una forma de entenderlo) que ya no existen. Y aparte, si se fijan bien verán de vez en cuando rótulos impresos como este:

Ahí lo tienen ustedes. Buscando publicidad para darle un impulso a las ventas tal como indicábamos al inicio de este artículo, GBC cedió un par de Spectrum a la realización televisiva de la RAI, que aceptó el trato (cheque mediante, por supuesto) en detrimento de otras opciones a priori más lógicas.

Aunque pinta descaradamente a texto patrocinado por todo lo que se insiste en la «robustez», «fiabilidad» y «rendimiento» del Spectrum incluso funcionando durante innumerables horas en un entorno hostil, leyendo el artículo que me ha servido de fuente se entiende que el personal encargado de tareas como rotular en directo estadísticas de los corredores o crear los perfiles de cada etapa, no tenía un trabajo precisamente fácil. Era necesario coordinar los medios implicados de manera que todo apareciese en la pantalla de los telespectadores justo cuando debía, anticipando cosas como los tiempos de acceso a las bases de datos desde las que se extraía toda la información, para lo cual se usaban programas ad hoc guardados en Microdrives convenientemente duplicados por si las moscas. Para diseñar los perfiles de etapa, el experto de turno utilizaba una primitiva tableta digital conectada al ordenador desde donde luego volcaba el resultado, muchas veces «dibujando» a toda pastilla durante la propia retransmisión.

(Imagen: blog Quattro Bit).

En fin, una curiosidad que, a propósito, fascinó al propio Francesco Moser, quien al parecer era un entusiasta de los ordenadores y la tecnología (no hay más que ver la pintoresca bici con la que batió el récord de la hora). La susodicha curiosidad jamás volvería a repetirse tras aquella edición del Giro. Fue la primera y última vez que el Speccy tomó parte activa en un evento tan importante, y es algo totalmente comprensible pese al papel desempeñado por el micro de Sinclair en aquella ocasión, más que digno si hacemos caso a las crónicas. Tal como he explicado numerosas veces, si bien el Spectrum podía servir para algo más que jugar (al menos durante sus primeros dos o tres años en el mercado), la realidad era tozuda y con independencia del que la maniobra publicitaria de GBC funcionase a la hora de colocar más «Gomas» en los hogares italianos (cosa que ciertamente desconozco), los veloces avances tecnológicos de la época fueron implacables con un cacharro que esencialmente era lo que era y como tal dio lo mejor de sí mismo desempeñando las funciones que le correspondían dentro de ese papel, gracias al cual se convertiría en mito.

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