Después de la Spectarta con la que mi novia quiso celebrar mi cumple hace algunos años, esta vez ha querido hacer lo propio regalándome un flamante Spectrum Vega.

Vistas las fotos, no haría falta decir mucho más de lo ya dicho en el artículo que publiqué el pasado verano cuando el Vega salió a la venta. Una inspección «a chisme parao» revela que su aspecto es tanto o más simpático que en las fotos, lo que casi equivale a decir que es tan simpático como un Spectrum de verdad. La calidad de materiales y acabado son aceptables, pese a ciertos detalles reveladores de un ensamblaje artesanal que lo dejan más cerca de un móvil chino de imitación que de un aparato montado en una fábrica de Luton (Reino Unido), si bien los más cachondos podrán esgrimir que así se parece más al auténtico Spectrum, que tampoco podía presumir de un montaje esmerado. El tacto de la cruceta y los demás botones resulta algo hosco, pero curiosamente eso hace que se parezca al de las teclas de un Gomas.

Descontando el precio, sobradamente conocido y a todas luces exagerado, el mayor defecto del Vega (al menos inicialmente) reside en su aparatoso cableado. Ni lleva batería ni es inalámbrico, y puesto que tampoco es compatible con HDMI, estamos obligados a lidiar con un grueso cable de vídeo compuesto para conectarlo a la TV más otro para alimentarlo por USB. La longitud de los mismos ronda los dos metros así a ojo, lo que está muy bien para repanchingarse en el sofá del salón sin tener que pegar los ojos a la tele… pero supone al mismo tiempo un engorro con los cables tirados por el suelo, cuando no directamente colgando y estorbando el paso.

Quienes odien ver su casa convertida en una maraña que haga creer a todo el mundo que los inquilinos sufren síndrome de Diógenes tienen aquí un serio problema, especialmente si desean, como es lógico, tener el Vega siempre conectado al televisor, disponible para echar una partidita en cualquier momento. Tendrán que devanarse los sesos si quieren escamotear los cables a la vista cuando no estén utilizando el aparato, algo ridículo en los tiempos que corren.

A estas alturas, alguno se preguntará por qué no he puesto fotos del tinglado funcionando. Se debe a que quiero hacer bien las cosas antes de usarlo a machamartillo. El Vega se alimenta por USB, pero no puedo enchufar el alimentador a mi televisor porque éste ya es algo antiguo (siete años) y carece de puertos adecuados para conectarlo, algo que por otra parte el fabricante no recomienda porque podríamos sufrir hasta interferencias en la imagen (!) Como las instrucciones y hasta el reverso del embalaje dan a entender, es mejor agenciarse un adaptador de corriente USB que pueda conectarse a un enchufe de pared o una regleta, preferentemente con su propio botón de encendido para evitar que el Vega (que no tiene interruptor ON / OFF) permanezca siempre funcionando aunque no se utilice, algo que tampoco se antoja muy recomendable. Sirve el cargador de muchos teléfonos móviles actuales o el de un iPad por ejemplo, pero es incomprensible que el propio Vega no lo incorpore al austero contenido de su caja (dentro va la consola, el manual y para de contar).

Aunque sea muy fácil comprar uno bueno por un puñado de euros, resulta una falta imperdonable. Es como si los diseñadores, claramente guiados por la idea de abaratar los costes al máximo, hubiesen planteado el Vega como el mando de cualquier consola de sobremesa, que lo guardas cuando no lo estás utilizando. Una consola «de quita y pon» en lugar de una Play o una XBox, aparatos que, como la propia tele a la que se conectan, no se moverán del sitio una vez encuentren su lugar en el salón de tu casa. El problema es que andar conectando el Vega cada vez que queramos usarlo (y desconectándolo cuando no) se antoja un coñazo, no digamos ya si la tele donde pretendes jugar tiene todos los conectores detrás, como es habitual.

A grandes males…

En mi caso afortunadamente es más sencillo, porque los conectores de vídeo compuesto están a un lado y por tanto son muy accesibles. Eso ya me ha permitido probar el Vega con la ayuda de un cargador USB procedente de un smartphone, pero como he dicho en el párrafo anterior quiero hacer las cosas bien y poder tener la consola siempre a mano para disfrutarla. Lo próximo es darle caña jugando unas cuantas horas para dejar constancia de mis impresiones en un nuevo artículo. Permanezcan atentos a sus pantallas, pero ya les voy adelantando que jugar con un Vega es una de las experiencias más curiosas que existen, como también lo es verlo y tocarlo aunque sea desconectado. Porque no deja de ser un aparato que busca recordar al Spectrum en todo, incluso en las extravagancias derivadas de sus defectos.

2 thoughts on “¡Tengo un Spectrum Vega!”
  1. Enhorabuena por el regalo! Tengo ganas de leer tus impresiones después de usar la consola (?). Dije hace unas semanas que haría una minireview de la mía pero soy más perro que milú y no he sacado tiempo… es un chisme que, aunque es caro, sólo por la comodidad, merece la pena…
    Saludos!

  2. Gracias. Uno de los motivos que han llevado a la web a no actualizarse desde hace casi dos semanas es, precisamente, que he querido zurrar a fondo el Vega y que el próximo artículo verse acerca de mis impresiones sobre el chisme. El texto ya está en la cocina, pero de momento no adelantaré nada.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *