Se cumplen veinticinco años del lanzamiento del Spectrum +128, ordenador cuya huella el tiempo se ha encargado de borrar en buena medida porque, a pesar de su relativo éxito, llegó demasiado tarde para hacer olvidar a sus ancestros de 16 o 48 Kb y demasiado pronto para hacerse con un hueco importante antes de la llegada del +2, lanzado sólo unos meses después ya con Alan Sugar al timón de Sinclair Research y con el apoyo de una campaña publicitaria bastante más agresiva.

Sin embargo, el lanzamiento de aquel nuevo producto Sinclair causó un enorme revuelo en el competido sector de los microordenadores caseros. Especialmente en España, que en junio de aquel año había firmado su adhesión a la Unión Europea, y donde muchos quisieron ver en el +128 un símbolo de los nuevos tiempos que se avecinaban. La nación rompía con su secular aislamiento y dejaba definitivamente atrás los fantasmas de su pasado reciente, marcado por el marasmo de cuarenta años de dictadura, una transición a la democracia plagada de dificultades y un durísimo plan de reconversión industrial. Por fin España dejaba de ser diferente para mal y comenzaba a igualarse a sus vecinos con el objetivo de ser diferente… para bien: el nuevo Spectrum, más potente y moderno que nunca, no sólo había sido desarrollado con una importante participación española, sino que llegaría a las tiendas del país antes incluso que a las de su Inglaterra natal.

El ingreso de España en la CEE dió un impulso al orgullo de ser Español que dura hasta nuestros días. Bueno, más o menos.

Los 128 Kb de RAM se habían convertido en una moda entre los más importantes fabricantes de ordenadores domésticos, y Sinclair se aupó a ella con un equipo que a priori reunía bastantes ases en su manga para triunfar. De entrada su aspecto Spectrum+ style era bastante bonito, a lo que colaboraba un teclado numérico con más funcionalidad estética que real, luego suprimido en las unidades vendidas en Inglaterra. Un nuevo chip de sonido con capacidades MIDI, una ROM mejorada y varios añadidos menores configuraban, junto a la memoria extra, un micro en apariencia muy apetitoso… pero sólo en apariencia.

Porque el ordenador no era malo, pero tampoco era tan bueno como se nos quiso hacer creer. Presentado a bombo y platillo en el SIMO 85, quienes tuvimos la ocasión y la inmensa suerte de probarlo entre el maremágnum de gente que allí se congregó salimos extasiados, y con la clara intención de tirar a la basura nuestros “viejos” Spectrum o Spectrum+ de 48 Kb. Luego, analizando las cosas con mayor calma, caímos en la cuenta de que aquello no era para tanto. Desde luego el ordenador era muy bonito, pero más allá de eso apenas incorporaba novedades realmente importantes. Su teclado seguía siendo el del + normal, que no destacaba precisamente por ser cómodo ni robusto; el chip de sonido AY tenía muy poca utilidad en un ámbito más allá de los juegos, continuando a la sombra del potente SID del Commodore 64; los otros añadidos menores, como la posibilidad de conectar un monitor o una impresora directamente al ordenador también carecían de utilidad (¿alguien supo de algún chaval usuario de Spectrum que tuviese monitor en casa? Pues eso); y respecto a los 128 Kb, la verdadera madre del cordero de este artilugio, perdían buena parte de su atractivo inicial porque el hardware de la máquina era básicamente el mismo del Spectrum de toda la vida, así que los juegos seguirían teniendo el mismo aspecto de siempre. Sólo se podrían aprovechar los 128 Kb para cargar de un tirón los programas que en el Gomas de 48 había que cargar por partes. Nada más.

En vista de todo esto no es de extrañar que al “nuevo” +128 le lloviesen las hostias antes incluso de salir a la calle, como bien constató Microhobby en su número 49. Sin embargo esta suerte de Speccy dopado con esteroides del todo a 100 tuvo tiempo de ganar adeptos, aunque no los que su creador había imaginado en sus sueños húmedos. Nuestro querido Tito Clive esperaba salvar un imperio que se hundía con la ayuda de su última creación, pero se quedó a las puertas de conseguirlo. Muy poco tiempo después, el nuevo dueño de la empresa le demostró que con un pequeño lavado de cara y una campaña de publicidad adecuada, contundente y bien enfocada, era posible vender como churros una máquina virtualmente idéntica y marcar a toda una generación como el que marca al ganado.

One thought on “¿Valía la pena el Spectrum +128?”
  1. Pues yo opino lo contrario, fuí uno de los agraciados para tenerlo como primer ordenador y lo único que me fastidió fué la inutilidad del teclado independiente (ya que es un teclado con un direccionamiento aparte y ningún programa hacía uso del él).

    Tanto los 128K como el AY eran un adelanto respecto al 48K, aparte del Disco RAM que se nos proporcionaba en BASIC, y lo que algunos juegos llegaban a meter en dicha memoria.

    En los tiempos en los que la pantalla de carga era un lujo ver algo similar y animado para festejar los goles en Match Day se antojaba espectacular (y una gozada). Lo de cargar todas las fases de golpe era otra ventaja evidente, sobre todo porque se cargaba desde cinta, y en los juegos multifase cambiaba el cuento radicalmente.

    El chip AY era todo un mundo de sonido, algo simplemente imprescindible para gozar de buena música y FX en los juegos, además de servir de excusa para aprender un poco de composición musical.

    Lo dicho, si me hubieran dado un 48K muchas cosas no habrían sido lo mismo.

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