A finales de los años setenta y principios de los ochenta del siglo pasado, el mundo de la informática estaba muy lejos de ser lo que es actualmente. Las tecnologías implicadas en su desarrollo estaban en pañales y por tanto los primeros ordenadores domésticos resultaban bastante caros, aunque con el tiempo se irían abaratando progresivamente. En este sentido el trabajo de emprendedores como Sinclair fue decisivo. Empeñados en convertir los ordenadores en un electrodoméstico más, tan común en las casas como la nevera o la tele, aquellos hombres buscaron formas de poner las computadoras al alcance de la gente corriente abaratando al máximo los costes de fabricación. Una de las formas de lograrlo era retirarle a la máquina todo aquello que no era absolutamente imprescindible para funcionar, mientras se recortaba en todo lo demás.

«¡Que sí hombre, cómpremelo, que pese a su sencillez este equipo puede con Crysis 2 y con lo que le eche, palabra de un vendedor honesto!»

El caso del Spectrum resulta paradigmático en esa batalla por reducir costes, una auténtica obsesión para Tito Clive a lo largo de toda su carrera como empresario, pero que alcanzó sus cotas más delirantes mientras se mantuvo en el negocio de los ordenadores. El Spectrum llegó a las tiendas “con lo puesto”, incluso dejando en la cuneta accesorios que ya eran habituales en otros micros de la época como el monitor, y montando componentes de menor enjundia respecto a los incorporados en máquinas de la competencia, como el legendario teclado de goma en lugar de uno como Dios manda y un “altavoz” monofónico sustituyendo a un chip de sonido en condiciones. Por no incluir no se incluyó ni el reproductor de cintas de casete, porque se daba por hecho que todo el mundo tenía uno en su casa o podría comprarlo a un precio asequible. Resumiendo: todo lo mismo, más cutre desde luego, pero también mucho más barato.

Sabido es que el Spectrum tuvo un sorprendente e inesperado éxito a nivel mundial, vendiéndose como churros. La tirada inicialmente prevista de 20.000 ordenadores al mes, calificada como “demasiado optimista” por quienes le auguraban un batacazo a semejante engendro, se quedó enseguida corta para abastecer la demanda exigida por un mercado que, de repente, se había vuelto completamente loco por aquel minúsculo chisme.

Ahí estaba el Speccy, partiéndose la cara de tú a tú contra máquinas mucho más potentes… y saliendo victorioso con holgura de tamaño envite. Claro que no por eso el Spectrum dejaba de tener limitaciones, bastante serias en general, que comprometían su eficiencia de uso en el hogar. Es aquí donde entraban en juego los periféricos, esos gadgeds que añadidos al ordenador a cambio de una determinada cantidad de dinero, servían para expandir sus capacidades y mejorar sus prestaciones.

Muchos periféricos para Spectrum los diseñó este tipo.

El enorme éxito del Spectrum tuvo muchos efectos colaterales en el mundo de la informática, que a partir de entonces ya no volvería a ser el mismo. Uno de ellos fue la gigantesca expansión del mercado de periféricos. Hombres inteligentes y con dinero para invertir se dieron cuenta del negocio que tenían enfrente. Decenas de empresas se lanzaron a crear “añadidos” de todo tipo para mejorar de alguna forma el invento del Tío Clive, dotándole de nuevas (y en ocasiones curiosas) habilidades. Y la empresa que inició la carrera fue la propia Sinclair, que lanzó el nuevo ordenador acompañándolo de toda suerte de cacharros opcionales para cubrir lagunas de diseño. El precio era elevado, pero tenías oportunidad de comprar un ordenador más o menos decente a un coste casi irrisorio, lo que para empezar no estaba nada mal, y luego “tunearlo” poco a poco. Todo siempre a un coste menor que el de cualquier solución de la competencia.

El mercado de periféricos para Spectrum tuvo su punto álgido durante el primer lustro de vida del ordenador, hasta que las mejoras incorporadas a los nuevos modelos (sobre todo al +2) hicieron menos necesario cualquier añadido más allá de un buen joystick para jugar. Durante aquel primer lustro hubo tiempo para ver de todo, desde cosas si no imprescindibles al menos francamente recomendables (un buen teclado profesional por ejemplo) hasta chismes dignos de la mente de Randall Peltzer. De estos últimos es de los que nos vamos a ocupar durante los próximos días, en una serie de artículos que espero que como mínimo llamen vuestra atención tanto como en su momento lo hicieron los propios chismes.

Leer Periféricos bizarros (I).

«Mira hijo, te traigo este periférico que he diseñado para Sinclair Research. ¿Que si he suscrito un seguro de accidentes? ¡Ya veo lo te fías de mí, cacho mamón!»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.