Aunque la mayoría de mi colección de revistas sobre ordenadores se basa en ejemplares de Micromaía y ZX, durante el tiempo que tuve el Spectrum llegué a adquirir alguna distinta. Bueno, más que adquirirlas por medio de mi asignación semanal eran mis padres las que las pagaban, porque mi hucha no daba para más. Otras incluso me las regalaron. Sentía curiosidad de otear el panorama existente más allá de mis revistas habituales, pero sin la intención de cambiar de aires porque Micromanía y ZX ya colmaban sobradamente mis expectativas. Creo que no está de más rendirles un pequeño homenaje.

Chip Micros: aquella cosa extraña

Y lo digo no sólo porque me era una revista totalmente desconocida (jamás la había visto en un quiosco), sino porque además el ejemplar que poseo lo conseguí de una forma de lo más curiosa: me lo regaló una profesora que la estaba ojeando durante un examen en el colegio. La mujer sabía de mi afición por los ordenadores, así que acabado el examen se ofreció a dármela. Yo simplemente acepté sin más, sin llegar a preguntarle de dónde demonios había sacado una revista tan extraña o qué hacía una profesora de lengua y literatura ojeándola durante un examen.

Look industrial para clientes profesionales.

Luego de echarle un vistazo lo que vi tampoco me gustó demasiado. Parecía una publicación muy americana, muy “profesional”, que hablaba más que nada de computadoras como el Apple o el PC, máquinas por las mostraba nulo interés en ese momento aunque las conociera. Lo único que me gustó fue un artículo dedicado al uso de ordenadores en la industria del cine, materia que por aquel entonces se encontraba en pañales. Ni que decir tiene que la parcela dedicada a juegos era mínima, de tan solo un par de páginas. Otro argumento en contra. Me sorprendió mucho a este respecto que apareciese una crítica de Scuba Dive (1983) hablando de él como si se tratase de una novedad, porque la revista es de noviembre de 1984. Aunque Chip Micros no me convenció, al final no acabó en el cubo de la basura y por alguna razón la guardé en una estantería. Y en ella sigue todavía, desempolvada por primera vez después de años para redactar este artículo.

Efectos especiales en el Pleistoceno.

Vista ahora, con la perspectiva más madura que dan los años, sigue pareciendo una revista algo alejada de la realidad informática española de la época, y no me sorprende que no se viera en los quioscos. Sin embargo he aprendido a apreciar sus cualidades, que las tenía. Entre ellas una redacción bastante clara y algún artículo interesante aparte del de cine, como uno dedicado al MSX que a mi juicio es mejor que el que Micromanía le dedicaría en su primer número.

Todospectrum: ¿para qué comprarla si ya tenía la ZX?

Pues eso mismo, que no tenía demasiado sentido comprar esta revista si ya eras habitual de ZX porque ambas, publicadas por el mismo grupo editorial, eran prácticamente iguales. Quizás Todospectrum estuviese más orientada a la programación y al cacharreo con el Spectrum, pero yo no acabé de verle un atractivo que me impulsase a comprarla con regularidad; de hecho, en casa tengo sólo dos ejemplares. Uno lo compró mi padre “por curiosidad” aunque ya le habían avisado de que estaba tirando el dinero. El otro me lo regaló un amigo. Como en el caso de mi ejemplar de Chip Micros, por alguna razón no me atreví a tirar estas revistas a la basura y acabaron guardadas y conservadas como oro en paño. Lo mejor sin duda son las portadas, curradas a golpe de píxel con un Spectrum y mucha habilidad. Muchas de estas espectaculares imágenes fueron creadas por el gran Snatcho, autor de algunas de las mejores pantallas de presentación de los juegos de Dinamic.

Dos ejemplos de las extraordinarias portadas de la revista, todo un reclamo para que los fans del Spectrum se animasen a comprarla.


La mascota de Todospectrum, Gusánez, tuvo hasta su propio juego. ¿Les suena el trazo de las viñetas? El responsable no es otro que José Carlos Tomás, el mismo que se hizo popular con sus corrosivos dibujos para ZX.

Input Sinclair: lujo asiático

Otra revista de la que sólo llegamos a comprar un ejemplar por curiosidad, por ver cómo era, porque nos había llamado la atención a través de una campaña publicitaria en la tele. Un invento que destacaba por su lujosa presentación, con portada en cartulina satinada y un papel de gran calidad. Todo como muy chic, con un diseño bastante moderno para una publicación más orientada al usuario serio que a los jugones de pro. En realidad Input Sinclair poco o nada ofrecía respecto a la competencia. Y además era bastante cara, así que al final la cosa se quedó en la compra de un número (el primero) y nada más.

Presentación de lujo para esconder más de lo mismo.

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