2020, 31 de diciembre. El año que está a punto de finalizar mientras escribo estará indefectiblemente marcado por el Covid-19. Bastó una pandemia de chichinabo (no se engañen, que esto no es la gripe española ni la peste) para poner en tela de juicio nuestro modelo de sociedad, cada vez más fudamentado en principios neoliberales con todo lo que ello implica, y hacerlo temblar hasta los cimientos. Puesto que nada va a cambiar después de esto (si algo cambia lo hará indefectiblemente a peor) y todo apunta a que más tarde o temprano volverán a producirse fenómenos como los que dieron origen al Covid con resultados posiblemente más virulentos, jugar hoy día con cosas como The Last of Us adquiere un sentido casi premonitorio.

«Estaremos preparados».

En este estado de cosas, han sido incontables las crónicas que se han hecho sobre el Covid y todo aquello que lo rodea, sea en el aspecto médico o en el social. Sobre todo en este último, por descontado, a la vista del tremendo impacto que el virus ha tenido sobre el desempeño de la vida cotidiana a partir de marzo. Ni el Spectrum se libra de su particular «crónica del coronavirus», que quedará para la posteridad en forma de demo jugable, nada menos.

Obra de tres programadores entre los que se encuentra el español Sergio Baker Montes, la demo me ha parecido francamente divertida por su hijoputez. Utilizando personajes icónicos como Hyper Bill (el atleta que manejábamos en Hyper Sports) o su rival del Decathlon, amén de numerosas referencias al Spectrum, sus juegos y su mundillo, The COVID Chronicle describe el escenario provocado por la pandemia y ataca, con no poca sorna, gestos tan ridículos como el del aplaudir desde los balcones y episodios de histeria como los que llevaron al desabastecimiento de papel higiénico en los primeras fases del confinamiento, todo mientras los responsables gubernamentales se hacían la picha un lío sin saber qué hacer o decir (en la demo se ciñen al caso británico, pero el español daría para escenas aún más divertidas de improvisación, miseria moral e incompetencia), limitándose a poner paños calientes y hablar mucho para, en realidad, no decir nada. Todo eso está reflejado aquí con bastante humor y mala milk, no carente de melancolía dadas las circunstancias.

Circunstancias en las que, huelga decir, aún estamos inmersos. Porque a pesar de lo que intentan vender los medios de propaganda, para los que parece que el fin de año marca también el del principio del fin para el Covid, aún estamos lejos de salir de esta. Ya veremos cuándo salimos y cómo, porque lo que hay que tener claro es que el coronavirus ha llegado para quedarse. No obstante, eso no quita para que se pueda hacer un «Kit Kat» (o como quieran ustedes llamarlo) y desear un feliz 2021 para quien crean conveniente. O para todos, si gustan. Para mucha gente, el año que ahora empieza difícilmente será peor que el anterior.

Dicho esto, feliz 2021. O lo que sea.

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