Topo Soft cumple treinta años. Con esta frase y añadiendo un puñado de fotos ya tendría hecho un artículo: en todo ese tiempo se ha escrito tanto y tan profusamente sobre esta compañía que casi no tiene objeto insistir, pero soy de esos a los que les gusta desarrollar los temas que tratan en su web. Porque lo disfruto, pero también ante la evidencia de que la ocasión lo merece: se podrá discutir acerca del verdadero cariz de la llamada «edad de oro» del software español (que en realidad fue más bien de hojalata), pero lo que no cabe discutir en modo alguno es la importancia de Topo como firma y su impacto en la industria española de los videojuegos.
Topo Soft nació como respuesta (que no como rebelión) al dominio ejercido por Dinamic sobre una industria que en 1987 (conviene no olvidarlo) era la segunda de Europa sólo por detrás de la británica, aunque lo que se conmemore ahora sea, más bien, el nacimiento de Topo Soft como marca antes que como empresa.
Porque como lo segundo había nacido bastante antes cuando un ambicioso Paco Pastor, no conforme de controlar la práctica totalidad del mercado de distribución de videojuegos en España a través de su firma Erbe, quiso probar también a desarrollarlos. Para ello recurrió a un jovenzuelo que uno de sus empleados había conocido en el Rastro de Madrid mientras vendía copias de un programa educativo sobre geografía que había hecho junto con un amigo. Aquel joven se llamaba Javier Cano, y tras participar con Erbe en la creación de otros dos juegos (Las tres luces de Glaurung y Ramón Rodríguez), Paco Pastor decidió ascenderlo a jefe de la nueva empresa que estaba decidido a montar.
Javier Cano, alias «el Muñidor».
En realidad, Topo no fue más que el paso al frente que cabía esperar de un hombre como Pastor, inteligente, calculador y que jamás daba puntada sin hilo, al extremo de anunciar el nacimiento de la nueva compañía (publicado a bombo y platillo en la prensa especializada) poco después de que Erbe decidiese bajar de forma radical el precio de los juegos que distribuía.
No fue una casualidad como tampoco lo fue que Topo comenzase su andadura apuntando a lo más alto, dado que su puesta en marcha se había planificado meticulosamente con el único objetivo de triunfar. Algo que consiguió en buena medida sobre todo durante el segundo semestre de 1988, cuando puede decirse que Topo alcanza la cima de su trayectoria gracias a dos juegos: Emilio Butragueño Fútbol y Mad Mix Game. El primero batió récords de ventas, con cifras que hasta ese momento resultaban casi inimaginables. El segundo, además de venderse igualmente como rosquillas, se convertiría en el mejor juego publicado por Topo en toda su historia y en uno de los pocos de la «edad de oro» que han envejecido con dignidad; tanto que ningún buen aficionado español al Spectrum puede decir que lo es sin disfrutarlo ocasionalmente, pues se trata de un producto excepcional que todavía hoy merece ser catado de vez en cuando.
No fueron los únicos hitos de una compañía que, especialmente en sus inicios, quiso desmarcarse de algunos de los clichés habituales en el videojuego español, tratando incluso de producir una línea exclusiva de juegos para el MSX, ordenador sistemáticamente maltratado en Europa pero sobre todo en España. No es que el empeño les durase mucho (lo cierto es que no les duró casi nada), pero al menos hubo tiempo para dejar impronta gracias a un puñado de lanzamientos entre los que brilla con luz propia Colt 36, un magnífico arcade capaz de figurar sin sonrojo en una recopilación con lo mejorcito jamás publicado para el estándar nipón. Y centrándonos en el Spectrum ¿qué no decir acerca de Spirits, el juego que inauguró la carrera de Topo hace ahora tres décadas? A pesar de sus ligeros defectos no dejaba de ser un buen programa, simpático, atractivo y hasta original. ¡Y finalizable sin trucos!
Tras los logros de aquel periodo de año o año y medio, le seguiría una prolongada decadencia que iría pareja a la del software español en su conjunto, hasta la disolución definitiva de la empresa en 1994. Una fecha ciertamente tardía (acabó aguantando incluso más que Dinamic, obligada a refundarse para seguir adelante), posibilitando que Topo intentase medrar en el proceloso mundo del software para PC, aunque sin el éxito de antaño. Para entonces ya nada era lo que fue. Ni siquiera la matriz en la que Topo se sustentaba: Erbe era una sombra de sí misma, y Paco Pastor había tomado las de Villadiego para hacerse cargo de Sega España.
La historia de Topo estaba escrita y quedaba rubricada para su cierre… o no. La pasión por la retroinformática no tardaría en revivir al «muerto», llegando incluso a publicarse material inédito en su momento como la versión íntegra del ambicioso Viaje al centro de la Tierra, que junto a Gremlins 2 fue, a la hora de trocar la década de los 80 por la de los 90, el escalón de Topo para intentar auparse al tren de la modernidad, el que señalaba un cambio radical en la forma de entender el ocio en los videojuegos, basado en máquinas de nuevo cuño sin nada que ver con el ya achacoso Spectrum.
Muy interesante el artículo, me ha gustado mucho.
Muchas gracias. Un saludo.