La proverbial tendencia del ser humano a hacerse viejo recordando todo lo bueno de la vida olvidándose de lo malo, unida a la actual revisión histórica de la década de los 80 (apoyándose principalmente sobre revistas o material audiovisual) con evidente sentimiento nostálgico, ha contribuido a “vendernos” una imagen distorsionada de la realidad. Muchos tienen la impresión de que en aquellos años todo era chachi pilongui, y huelga decir que no es cierto ni de lejos, porque la vida no era muy diferente de lo que es en la actualidad: una puta mierda. Puede que en algunos aspectos las cosas estuviesen mejor que ahora, no lo niego. Pero de ahí a imaginarse a todo el mundo con dos casas “king size” y un Mercedes aparcado en la puerta de cada una de ellas media un abismo.
«Yo también quise contribuir a hacer de los 80 unos años aún mejores: traté de limpiar España de putas y maricones, pero no me dejaron».
El software español tampoco escapa a esta clase de sentimientos. Incluso los que tuvimos la suerte de vivir aquella época irrepetible, tenemos en mente la idea de que la mayoría de lo que se hacía aquí era una maravilla o poco menos. Las revistas nos repetían machaconamente lo buenos que eran los juegos que se hacían en España y la habilidad incomparable de las mentes que los pergeñaban. Se publicaba menos que en Inglaterra o Francia, por ejemplo, pero a cambio el listón de calidad era muy superior. Y aunque en parte todo esto era verdad, no es menos cierto que no hay moneda que no tenga dos caras, que no hay jing sin jang, que no hay lado bueno en la Fuerza sin Reverso Tenebroso. Vamos, que es imposible que todo sea miel sobre hojuelas. Más bien al contrario.
De recordarnos todo esto se está encargando The Punisher quien, a través de su blog, está realizando una impagable labor desmitificadora de algo elevado, tal vez con demasiado entusiasmo, a los altares de la excelencia. Sorprende ver la cantidad de excrementos que se publicaron durante aquella “era dorada” del software español. Auténticos ejercicios de cara dura o verdaderas tomaduras de pelo llegaron a ver la luz para que toda una cuadrilla de incautos les echase el guante, muchas veces pagando por ello. La nula publicidad que, en la mayoría de casos, recibió toda aquella escoria, contribuyó a que cayese en el olvido con el paso del tiempo, pero hubo bastantes cosas que sí llegaron a ojos del gran público a través de las revistas, sobre todo a partir del ocaso de los ocho bits a finales de los 80: casas de software como Iber o Positive, que yo entonces ya consideraba auténticas letrinas rebosantes de mugre, vieron muchos de sus juegos machacados en las páginas de, por ejemplo, Micromanía, aunque no pocas veces con bastante tibieza respecto a la merecida. A esto se une el abyecto contubernio que en ocasiones tenía lugar entre revistas y casas de software hispanas: vergüenza ajena me produce leer hoy en día artículos de la Micromanía, poniendo poco menos que por las nubes auténticas bazofias como son El Cid y Stop Ball (curiosamente ambos del mismo autor); una descarada maniobra publicitaria que contribuyó a reforzar la idea que muchos de nosotros teníamos entonces de que el software español era deliberadamente “bien mirado” por la crítica interna, con independencia de su calidad. Pero como ya digo hubo más, mucho más, y en la mayoría de los casos casi nadie se enteró de su existencia, salvo los infelices que cayeron en la trampa.
«Esto es para que puntúes Stop Ball con un 8 en vuestro próximo número».
En resumidas cuentas, no podéis dejar de visitar el blog de The Punisher, sin duda uno de los mejores centrados en el tema de los viejos juegos de 8 bits, aunque también se dedica a descubrirnos magníficos videojuegos gratuitos para PC. Me enteré de su existencia hace un tiempo durante una de mis visitas a Computer Emuzone, donde ahora se están reeditando los artículos de Punisher dedicados al extenso lado oscuro del software español. Bien redactados, con la necesaria dosis de buen humor y mala hostia, sin duda os abrirán los ojos a una realidad que desde luego muchos no creían tan cruda, y de paso os echaréis unas risas. Está claro que no sólo los ingleses o los gabachos eran capaces de hacer mierda frita con el Spectrum. Los españoles, como en lo bueno, también nos sobrábamos para dejarles en evidencia. Que se jodan, hala.