Aunque el titular del post pueda darlo a entender, no vamos a comentar nada relativo a una sentencia de prisión. Como ya habrán advertido vuesas mercedes, sin duda muy perspicaces, el Spectrum cumplió ayer treinta años y a mí, que me gusta ir a contracorriente y ser el tío más raro del local, no me apetecía unirme a las múltiples y variadas laudatorias que han salpicado la web 2.0 esa (y algún que otro diario) a lo largo y ancho. Prefería esperar un poco y con ello destacar más, así que vamos, que ya toca.

Nacido oficialmente el 23 de abril de 1982, el ZX Spectrum supuso la culminación de un proyecto iniciado por Clive Sinclair dos años antes con el ZX-80 y continuado poco después con el ZX-81, con los cuales el inventor y empresario perseguía hacer un buen negocio a base de “poner un ordenador en cada hogar británico”, pugnando con una amplia suerte de competidores entre los que destacaban el Commodore 64, nacido también en 1982, el posterior Amstrad CPC 464 y sobre todo el BBC Micro fabricado por Acorn Computers, propiedad del antiguo socio y ahora encarnizado rival de Clive Chris Curry. Sinclair nunca habría podido hacerles frente… hasta que llegó el Spectrum, con el que logró un éxito tan meritorio como sorprendente.

Así homenajeó Google UK a nuestro querido Speccy en el día de su trigésimo cumple.

Porque no puede negarse que el Spectrum era poco más que un juguete comparado con cualquiera de las máquinas antes citadas, que heredaba de sus antecesores buena parte de sus características básicas… y también no pocos de sus defectos. En el éxito del Spectrum tuvo mucho que ver una conjunción de factores difícilmente repetible en cuanto a oportunidad, buen ojo comercial y suerte: de haber nacido sólo un año después, con el C-64 ya asentado en el mercado y el CPC y el MSX en ciernes, es casi seguro que ahora mismo no estaríamos hablando de un fenómeno social que llegó a vender diez millones de unidades, expandiéndose más allá de sus dominios naturales (Inglaterra) y abriendo el fascinante mundo de la informática a las clases medias europeas que hasta entonces, en su mayor parte, no habían visto un ordenador ni en las películas.

Aunque no llegó ni de lejos a las cifras de venta alcanzadas por máquinas como el mencionado C-64, su alcance global acabó siendo mayor gracias al éxito cosechado en rincones del planeta como Sudamérica, donde sus competidores tenían una presencia testimonial o directamente ni se vendían a causa de su alto precio. Eso sin mencionar el impacto del aparato en la mismísima Unión Soviética y sus satélites del Pacto de Varsovia, merced a la pléyade de clones perpetrados (que no fabricados) allí con dispar fortuna. En España, el pequeño chisme con teclas de goma llegó a tener un parque estimado en 500.000 unidades durante su mejor época, y aún seguía siendo el ordenador de muchas casas recién iniciada la década de los noventa, cuando toda Europa ya pensaba en 16 o incluso 32 bits con el PC o el Amiga.

Habitualmente suelo comparar al Spectrum con el Seat 600, ya que del mismo modo que el legendario “Ombligo” motorizó la depauperada España en los primeros años sesenta, el Gomas tuvo una importancia similar informatizando la Europa de cuatro lustros después, azotada por una crisis económica inacabable y por los sobresaltos de la recalentada Guerra Fría. En esa atmósfera tan deprimente, el diminuto Spectrum fue un contrapunto de alegría y entretenimiento para muchos de sus propietarios, que gracias a él se evadían durante unas horas de la afligida realidad e incluso encontraban una vía para reconducir sus vidas y hacerlas más plenas e interesantes. Es el caso harto conocido de Don Priestley, que abandonó su insatisfactorio empleo para dedicarse a programar videojuegos. A divertirse y a hacer partícipe a la gente de ello, en suma.

Lo único que le ha faltado al Speccy durante estos tres decenios es una mayor presencia en los medios de comunicación masivos. Ni siquiera a principios de este siglo, en pleno revival de los ochenta y en medio de la sobredosis de nostalgia gratuita que conllevó, el micro del Tío Clive obtuvo el reconocimiento que merecía entre el gran público; entre quienes abundan los que creen que la informática y los videojuegos se introdujeron en los hogares europeos gracias al PC y las consolas Nintendo. Es como lo de quienes todavía creen que la Tierra es plana y el Sol gira a su alrededor, gente que existe aunque pueda parecer increíble. Yo sólo espero que el legado de aquella máquina tan espartana como maravillosa permanezca vivo durante los próximos treinta años, al menos un poquito.

Pues eso, que feliz cumpleaños.

5 thoughts on “Treinta años y un día”
  1. Justo ayer iba oyendo el podcast de FaseBonus del Especial Spectrum con tu entretenida aportación. A ver si repites un día.

  2. Sublime artículo leo, me ha gustado mucho.

    Y me uno al comentario de TobiSham, tu aparición en el segundo especial Spectrum estuvo genial, a ver si te escuchamos pronto!

  3. Tobi, Javi: Gracias a ambos. Yo también espero repetir algún día, a ver si puede ser. La verdad es que me lo pasé muy bien.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *