Que Ocean Software sea una de las firmas más legendarias de la historia de los videojuegos es algo que nadie en sus cabales osaría discutir. Hoy lo es por muchos y variados motivos, pero lo fue desde casi el momento de comenzar su actividad en 1982 hasta ser adquirida por Infogrames quince años después. Aunque no siempre por razones positivas, en especial al principio. Los comienzos siempre son duros, y el jefe de la empresa, David Ward, que era un vendedor consumado, sabía que si quería llegar lejos debía tener las ideas muy claras.
En resumen, y dado que el mundo de los negocios es un mundo de trileros, de apariencias donde importa más la imagen que el producto a vender, había que lograr que la gente creyese que Ocean era una empresa grande, aunque en realidad sus integrantes fuesen tres y el minarete. Una manera de conseguirlo es actuando como los chinos, aglutinando producto y estando presente con él en todas partes, de forma cuanto más llamativa mejor. La calidad es lo de menos. Así fue como David Ward y sus lacayos se pusieron manos a la obra, dispuestos a acoger en su seno a todo aquel que tuviese un juego listo para colocar en las estanterías de las tiendas. O si hacía falta, ni eso.
Ni que decir tiene que la estrategia, sostenida además en el tiempo, salió lo bastante redonda como para permitir el crecimiento exponencial de la empresa, aunque todo tiene un precio cuando vas por ahí haciendo el pícaro, y así Ocean mantuvo durante años una reputación que podríamos calificar de «vacilante», al mezclar en su catálogo lo bueno y lo malo con lo peor, sin olvidar tampoco estadios extremos (obras maestras por un lado; putísima mierda infecta por el otro) e intermedios en forma de medianías.
Cuando llegó por fin a la cima en los últimos estertores de los ochenta y se convirtió en una multinacional de primer orden, Ocean dejó atrás el pasado para ser bendecida con un nutrido catálogo de magníficos programas (en muchos casos auténticas superproducciones) destinados a toda suerte de ordenadores y consolas. Sin embargo el que tuvo retuvo. Y si Ocean destacó en sus modestos inicios por llamar la atención gracias a sus anuncios, tras hacerse grande estos no iban a ser menos llamativos sino, en consonancia a su crecimiento, lo serían aún más.
Estando por medio las palabras «pene» y «joder», no hace falta traducir nada más.
Muy buenas! No veo una dirección a la que escribirte que no sea comentario de alguna entrada. Una pregunta… tú trabajas en bankia, en el edificio de las rozas? Si no eres tú, que sepas que hay un doble tuyo por aquí… le he visto ya un par de veces y os parecéis un montón.
Disculpa la memez pero es que me jode quedarme con la duda, si eres tú me gustaría agradecerte en persona tu trabajo en la web.
Saludos!
buen texto, como siempre. no como ocean… pero, que compañia! como «los» beatles, no hay comparación posible…
Patiño: Gracias. La historia de Ocean es fascinante, y no deja de serlo pese a lo bien documentada que esta comparándola con la de muchas firmas de la época, incluso conocidas. Y no se confunda respecto a los Beatles, que también publicaron morralla…
Óscar: No trabajo en Bankia ni en ningún banco. Ojalá , porque de ser así tampoco trabajaría: ya me las habría arreglado para evadir capitales (quien roba a un ladron…) y ahora estaría escribiendo tumbado a la bartola bajo un cocotero en algún paraíso fiscal de esos, ganado un veinte por ciento.