Desde que me compré el Speccy, tuvieron que pasar algunos meses hasta decidirme a comprar alguna revistilla que lo tuviese como protagonista. Uno era consciente de que existía un mundo alrededor del Spectrum y demás ordenadores Sinclair, mundo que por supuesto evolucionaba y era fuente continua de noticias. Para aquel entonces, además, ya había descubierto que con el ordenador se podían hacer cosas bastante más interesantes que perder el tiempo buscando comandos en el teclado para programar alguna parida, así que veía necesaria alguna forma de estar al tanto de las novedades que se publicaban en materia de videojuegos. La solución a todo esto, evidentemente, pasaba por la compra de alguna clase de revista especializada.

A finales de 1983 el Spectrum era un artefacto muy caro y apenas conocido en España. Ni que decir tiene que el campo de las revistas especializadas, no ya sobre el Spectrum si no sobre materia informática en general, era virtualmente un páramo yermo. Para mediados de 1984 la cosa había cambiado algo, y la expansión de Sinclair en el país gracias al pequeño cacharro con teclas de chicle, propició el nacimiento de una prensa informática como la que ya existía en Inglaterra o Francia. Una de aquellas revistas pioneras fue ZX. Y de ZX fue el primer ejemplar que compré de una revista dedicada a los ordenadores Sinclair, aconsejado por un amigo de mi padre que opinaba que era la mejor del género. Aquello sucedió a las puertas del verano de 1984, más de un semestre después de que me hubiesen traído el Spectrum desde Manchester.

Hoy día ZX puede considerarse un fenómeno entrañable en la historia de la prensa informática española, pero en su momento no me pareció precisamente nada del otro jueves. Lo que más impactaba al ojear la revista era su espantosa presentación y maquetación, más propia de un fanzine universitario que de una revista seria, que le otorgaba un aspecto muy poco atractivo. La redacción de los textos, tratando a los lectores “de usted”, unida a la abundancia de listados y reportajes técnicos comentados en un tono casi académico, daba a entender que estábamos ante una revista orientada a ingenieros, astronautas y otros calculines. Era algo que me parecía divertidamente ridículo, sabiendo como sabía entonces que muchos de los usuarios españoles del Spectrum ni siquiera habían terminado el instituto. No es de extrañar que yo mismo llegase a definirla una vez como “una revista para vejestorios con bata blanca y gafas de culo de vaso”. Pero es que no había nada mejor para estar enterado de lo que se cocía en torno al mundillo del Tío Clive. De este modo acabé convirtiéndome en un comprador habitual de la revista, que adquiría cada mes en una papelería frente a mi casa, sacrificando con ello una parte importante de la asignación pecuniaria otorgada por mis magnánimos padres.

Primer y último número de mi colección personal de ZX.


Una muestra de la austeridad espartana presente en los primeros números.

Así durante un año y medio más o menos, hasta que fui descubriendo otras revistas que acabé considerando mucho más adecuadas a mis necesidades y gustos. Durante ese periodo, hasta noviembre de 1985 y de ahí en adelante de modo más esporádico, pude observar detenidamente cómo la revista evolucionaba desde los infames y arcaicos primeros ejemplares hacia un formato mucho más adecuado y amigable. La introducción a partir de 1985 de una muy dura competencia por parte de la legendaria editorial Hobby Press, obligó a ZX a tener que renovarse o morir para seguir en los quioscos. En ese momento el Spectrum ya no era visto como un objeto lejano y extraño, sino como algo que formaba parte de la vida cotidiana de muchas familias. Con esto último en mente, los editores cayeron en la cuenta de que la mayoría de usuarios del ordenador, lejos de llevar bata blanca y peinar canas sobre sus gafas de culo de vaso, no eran más que simples adolescentes con mayor interés en pasar las tardes matando marcianos que rompiéndose la cabeza programando. Los jóvenes pasaron a convertirse en el objetivo prioritario de las revistas de informática, y la irrupción con gran éxito de publicaciones como Micromanía o Microhobby obligaron a los editores de ZX a replantearse las cosas.

A mediados de 1985 se dejan notar una serie de cambios que se harán mucho más palpables a principios del 86, cuando la revista se renueve por completo estéticamente. ZX adoptó un aire más desenfadado y juvenil pero (y esto es lo mejor de todo) sin perder su esencia “profesional”. La revista ya no se dirige a los lectores “de usted” y aborda un poco más a fondo las novedades en materia de juegos, pero tampoco descuida los reportajes técnicos dedicados a las interioridades del Spectrum o a sus posibilidades como máquina para programar. Estos reportajes abandonan el severo tono “académico” de los primeros tiempos para adoptar un aire mucho más cercano al lector, mucho más ameno y entretenido.

Enseñar a programar es mucho más sencillo cuando sabes a quién se dirigen tus enseñanzas.

En ese momento se puede decir que estamos ante  la mejor época de la revista. El año y poco que transcurre desde que ZX comienza su giro hacia el público juvenil hasta su rápido declive es el que más me gusta. La publicación alcanzó por aquel entonces un equilibrio de contenidos prácticamente ideal: excelentes guías que destripan a conciencia juegos como Lords of MidnightArhem se mezclan con reportajes dedicados a la piratería o al uso del Spectrum como instrumento musical. Todo ello escrito con una redacción excelente, el número de palabras justas y un lenguaje directo, sencillo y en no pocas ocasiones incluso divertido. A añadir diversión extra a la lectura contribuyeron las viñetas y tiras cómicas del dibujante José Carlos Tomás, usadas también para amenizar las secciones fijas y darles así un aire más desenfadado. Caracterizadas por una notable mala hostia, su éxito sería tan rotundo que algunos se compraban la revista sólo para echarse unas risas con ellas. Para el recuerdo quedan las divertidísimas historietas de La vida de SinclairLas aventuras de Don Spec; sin olvidar por supuesto a Trum, cuya tira empezó a publicarse hacia finales de 1985 cerrando el número de turno.

Así vió el bueno de José Carlos a los «afortunados» compradores de Shadow of the Unicorn.

Sin embargo, la estrategia seguida por ZX no pudo hacer frente al  notable empuje de la competencia, personificada principalmente en la poderosa Hobby Press con Micromanía y (sobre todo) Microhobby a la cabeza. Desde el final del verano de 1986 la revista inició un rápido y acusado declive que se intentó contrarrestar aumentando el número de páginas dedicadas a videojuegos. La reacción, aparte de inútil, sólo trajo un empobrecimiento en la calidad de contenidos y de este modo, el de octubre de 1986 fue el último ejemplar que me compré y acto seguido dejé de prestarle atención. Cuando al cabo de unos meses se me antojó volver a ojear un número para ver qué cosas traía y todo eso, ZX había dejado de existir. Me dio mucha pena porque le había cogido cariño a esa revista, que acabó convertida en la más entrañable de mi colección particular. Sirva este modesto artículo de homenaje a todos aquellos que hicieron posible ZX a lo largo de su existencia. Para todos, un cordial saludo y muchas gracias.

La antigua sede de ZX, en la calle Bravo Murillo de Madrid.

2 thoughts on “Pequeño homenaje a una gran revista”
  1. Tengo todavía una o dos de estas revistas, creo que es donde aparece el comic con la vida de Clive, ¡¡la revista me encantaba!! Y lo dice alguien que tenía un C64 y nunca tuvo un Spectrum 😀 😀

  2. «La vida de Sinclair» es simplemente genial, aunque las primeras tiras de Las aventuras de Don Spec tampoco se quedan cortas.

    Grande JC Tomás, no te quepa duda.

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