Imaginemos por un momento que Clive Sinclair hubiese leído un anuncio como este en cualquier periódico, allá en el despacho de su empresa en Cambridge. ¿Se imaginan que algo tan surrealista hubiese encendido la “bombilla” del Tío Clive, dándole pie a la creación del teclado del Spectrum? Sin duda habría resultado curioso. Algo así era lo que muchos pensábamos cuando nos poníamos frente al ordenador y empezábamos a trastear con él. ¿De qué calenturienta chistera del se habría sacado Sinclair tamaña aberración?
Cuando el ZX-82 salió a la calle con el nombre de Spectrum en marzo de 1982, la gente se quedó sorprendida por muchas cosas cuando al fin pudo verlo y probarlo. Una de las que más llamaban la atención era su reducidísimo precio, que en la versión de 16 Kb de RAM no llegaba a 130 libras esterlinas de las de entonces y que pulverizaba, por bajo, el de otros ordenadores de su segmento con prestaciones parecidas. El Spectrum era el ordenador más barato del mercado capaz de generar gráficos en color, entre otras cosas que hasta entonces habían sido patrimonio exclusivo de máquinas mucho más caras. Para poder mantener un precio tan bajo, los diseñadores del Spectrum tuvieron que deshacerse de todo lo que no fuese imprescindible y simplificar al máximo lo demás. Y una de las vías por las que atajaron costes fue… el teclado.
Mientras escribo esto, me llama la atención pensar en cómo han cambiado las opiniones sobre teclado del Spectrum. Hoy en día tener un Spectrum “genuino”, de los de teclas de goma, es algo así como tener un pequeño tesoro cuyo valor es superior al de cualquier otro modelo de la gama Speccy, y la gente que de vez en cuando los enchufa y toquetea con ellos siente algo muy especial cuando pone las manos sobre el teclado. Como si fuera una especie de paroxismo orgásmico, disfrutan cada pulsación de tecla como una experiencia única e irrepetible, llena de un encanto tremendamente especial. No me extrañaría ver a esa gente siendo capaz de cualquier cosa con tal de que el teclado de su ultramoderno PC pudiese transmitir idéntica amalgama de sensaciones que el de su querido Gomas.
«Jo macho, no veas lo palote que me pongo cuando tecleo listados. Y cuanto más largos mejor».
Hace veinte años era justamente al contrario: es posible que muchos de los que hoy se corren de gusto acariciando a su Spectrum, por esa época habrían dado su alma al Diablo por un teclado profesional. Cuando me compraron el Gomas, en 1983, ya había tenido la oportunidad de manejar un Commodore 64 y sabía lo que era un teclado de verdad. Había conocido el Spectrum en una exposición organizada en Madrid y tenía claro, después de haberlo manejado durante una media hora más o menos, que el teclado era una auténtica birria, aunque me gustaba el tacto de la goma con la que estaba moldeado y la peculiar sensación que recibías al pulsar el BREAK SPACE, notando cómo la tecla se combaba bajo el peso de tu dedo, casi doblándose por la mitad como si fuese… un chicle.
Estaba claro que aquel teclado “de chicle” tenía algo, algo que con el tiempo se convertiría en una de las más inconfundibles señas de identidad del ordenador. Entretanto yo soñaba con la posibilidad de cambiar el “chicle” por algo que se asemejase un poco, por ejemplo, al teclado del antes mencionado C-64. Era evidente que el teclado del Spectrum no se podía comparar con uno profesional. Se me hacía duro tener que aguantar las limitaciones del modestísimo teclado de mi amado Gomas, con esa fragilidad congénita tantas veces puesta a prueba jugando al Decathlon, con esas leyendas que se borraban de la tecla al cabo de un par de años de toqueteo continuado, con ese tacto tan hosco que tenía y con ese aspecto tan “de juguete”, como todo el resto del ordenador, que provocaba la risa malvada de algún pijazo poseedor de un ordenador más serio. Pero como no hay moneda que no tenga dos caras, aquel “juguete” también tenía ventajas: una vez me lo llevé a casa de un amigo metido dentro de un sobre acolchado tamaño A4. A ver si se podía hacer eso con un Amstrad CPC por ejemplo.
«Y en caso de emergencia te lo puedes esconder en el tiro de la bragueta».
Lo que más me repateaba era programar el ordenador. Los factores anteriormente mencionados se combinaban de un modo satánico con el extraño método de introducción de comandos heredado del ZX-80, por el cual bastaba una sola pulsación de tecla para imprimir en pantalla todo un comando ahorrando así memoria, circuitería, y por lo tanto contribuyendo a abaratar costes. La publicidad de la época vendía este método como la forma ideal de aprender a programar, pero lo cierto es que costaba bastante memorizar la situación de los comandos en el teclado del ordenador, convirtiendo el ejercicio de teclear un listado en una tarea lenta e irritante. Mientras soñaba con tener algún día un teclado decente para mi Spectrum, también soñaba con que otro día alguien modificaría la ROM del ordenador para alejar el tecleado de listados de los métodos de tortura china más crueles.
Esos deseos, que también eran los de muchos propietarios de Spectrum, acabarían cristalizando de diferentes formas. Hubo quienes pudieron comprar alguno de los teclados que se comercializaron para sustituir el original de gomas; otros se pasaron directamente al Spectrum+; pero el verdadero cambio sucedió con la llegada de los modelos de 128 Kb. Si bien el +128 era básicamente un + con 128 Kb de RAM, con un teclado que no era gran cosa pero que ya suponía una notable mejora, su ROM no tenía nada que ver y permitía programar como es debido, introduciendo los comandos letra a letra. Los modelos +2 y +3 culminaron la evolución de la especie, incorporando al fin un teclado en toda regla que además era bastante cómodo y duradero (¡Dios existe!). Tampoco debemos olvidar el curioso invento español del TRON, un interface que suplantaba la ROM original del Gomas y lo convertía al idioma castellano, con eñes y todo, además de modificar el sistema de programación permitiendo introducir los comandos letra a letra, e incluso añadiendo alguno nuevo.
En realidad Tito Clive no inventó el Spectrum. Lo único que hizo fue coger un modelo anterior y añadirle un circuito impreso.
El caso es que nunca dejé de sentir cariño por el teclado de chicle de mi viejo Spectrum de 48 Kb, con ese tacto tan hosco, con esa fragilidad “tan suya” y con las leyendas de más de una tecla medio borradas por tanto usarlas para jugar. Aquel teclado sería una mierda, sí, pero reconozco que a veces echo de menos poder enchufar aquel venerable cacharro y acariciar su teclado una vez más.
Buen artículo. Para mi también fué costoso el ubicar los comandos en las teclas pero encambio recuerdo que la primera impresión que tuve al probar un cpc, fué la de que tiempo tan precioso perdemos teclando los comandos. Cuando elmpezó a fallar el mio, lo cambié por uno dk’tronics. Gracias a Dios tengo ambos y solo de pensar en tocar mi gomas, me pongo palote XP
Jajajajaja, no me sorprende la verdad :p . El teclado DK´Tronics es legendario. Varios amigos míos lo tenían, y aunque muy basto de aspecto funcionaba muy bien. En cuanto a lo de los comandos, el método tecla a tecla era más rápido aun sin saber escribir a máquina. Supongo que ya estabas tan acostumbrado al Spectrum que cualquier cambio suponía sentirse un poco raro xD