«En los 80 podías juzgar a la gente y sus aspiraciones sociales por el ordenador que tenían en casa. El Spectrum y el Commodore 64 eran para las masas; un Oric o un Dragón 32 eran para los contrarios (secretamente deseaban comprar un Spectrum, pero nunca lo admitían); y un Memotech, un Camputer Lynx o un Júpiter Ace eran para esa clase de tipos a los que les encanta hablar consigo mismos».
No se puede negar que el autor de este reportaje es un cachondo, como buen cachondo inglés. En él elige y describe someramente las que considera como las diez mejores computadoras domésticas de la historia y lo hace siguiendo criterios propios, ya que no en vano advierte que se trata de una guía completamente parcial y sesgada igual a la que escribió hace algún tiempo sobre las diez peores computadoras domésticas de la historia pero esta vez al revés. Y de paso clavándole una puya a la cada vez más numerosa ralea que piensa a la americana (esto es: con dos neuronas y una de ellas jugando al despiste), y necesita que le expliquen lo obvio so pena de pillarse un mosqueo con el redactor y la publicación donde trabaja.
«Al objeto de evitar posibles demandas, advertimos que el caballo blanco de Santiago es blanco».
Yendo al grano con el tema que nos ocupa, sorprende la escasez de máquinas americanas en la selección, aunque sí están las más importantes: el Commodore 64 y el Amiga, sin duda la mejor de la lista y posiblemente la mejor computadora doméstica de la historia ateniéndonos a la relación entre sus prestaciones, el momento en que vio la luz y el precio al que se vendía, que podríamos juzgar hasta como asequible teniendo en cuenta lo que uno se llevaba a casa: tecnología propia de los 90 vendida en los 80 para hacer frente a rivales que aún montaban componentes de los 70. Sin embargo, no encabeza la lista. Adivinen ustedes quien lo hace, algo bastante sencillo en una lista con marcado acento británico porque para algo nos encontramos ante una selección «parcial y sesgada», que se comprende aún más merced al chovinismo de un país empeñado en seguir viviendo de recuerdos que llevan enterrados desde hace más de un siglo. Con todo, lo que más me sorprende es que no se mencione el papel clave del Amstrad CPC como germen de la que llegaría a ser una de las industrias del software más potentes del mundo a partir de 1990: la francesa. Algunos de los mejores programadores de Cryo, Delphine o Infogrames empezaron su carrera trabajando con ese ordenador, que conquistó el país galo imponiéndose a toda la producción autóctona y le brindó algunos de sus mejores juegos a través de empresas como Loriciel o la misma Infogrames.
(NOTA: Es probable que para leer el contenido completo de los enlaces os tengáis que registrar. Accediendo desde el ordenador a mí sí me ha hecho falta, pero curiosamente desde el móvil no).
Lord Alan Sugar: «Vencí a los gabachos en su terreno, como Wellington pero sin necesidad de pegar cañonazos».