Así podríamos definir a este Commodore 64c (evolución del modelo original provista de una carcasa con un diseño más moderno) que, con treinta años a cuestas, se utiliza a diario desde hace más de veinticinco en un taller de coches de la ciudad polaca de Gdansk para equilibrar ejes de transmisión. En el desempeño de tan (necesariamente) precisa labor, la máquina utiliza un software programado de forma casera por sus orgullosos dueños, que recalcan la solidez de su querido C-64 presumiendo de que en este tiempo ha soportado hasta inundaciones sin fallar un solo día en su arduo trabajo. Y al parecer, tampoco sin exigir mejoras en sus condiciones laborales ni declararse en huelga, cosa esta última que no deja de tener cierta gracia siendo Gdansk la patria chica de Lech Walesa, fundador del sindicato Solidaridad, desde cuyos astilleros (en los que se ganaba la vida como electricista) lideró la lucha obrera que minaría la represiva dictadura comunista polaca durante toda la década de los ochenta hasta lograr finiquitarla.
«No me cabe la menor duda, ese ordenador es un maldito esquirol».