2015 está a punto de acabar. Un año que empezábamos comentando el remake de un juego de Ultimate, por lo que no está de más finalizarlo (o casi) comentando otro que acaba de salir del horno, y que encima nos llega en formato 2×1 como si se tratase de una oferta de supermercado. Pero de una buena, ojo.
PSSST y Cookie son, junto al clásico Jet Pac, los mejores juegos publicados por Ultimate en su primera etapa, cuando se dedicaban en exclusiva al Spectrum de 16 Kb dejando a un lado el de 48. No son pocos quienes piensan que son los mejores juegos publicados por Ultimate en toda su historia, así directamente, porque resultan mucho más divertidos que los extensos y complejos productos desarrollados por la empresa a partir de 1984 para el Spectrum “grande”. Los hermanos Stamper eran unos apasionados de las recreativas, y juegos como PSSST o Cookie no eran sino eso mismo: máquinas recreativas, pero hechas para funcionar en un Spectrum. En apariencia eran juegos muy simples (16 Kb no es que den precisamente para mucho), pero tras esa apariencia se escondían auténticas piezas de orfebrería cuyo exquisito diseño se anticipó, a veces por años, al de muchos competidores, tanto en aspectos técnicos como en materia de jugabilidad.
Ahora, más de tres décadas después, nos llega este remake obra de Richard Langford, que aúna su cariño por los ordenadores clásicos (en particular el Spectrum y el Amiga) con la dirección de una firma que lleva su nombre: Langford Productions, dedicada a la producción audiovisual en forma de vídeos, ilustraciones e incluso tiras cómicas. Langford ya tenía experiencia previa “remakeando” viejos éxitos del Spectrum como The Pyramid o Automania, y esta vez echa el resto ofreciendo sendos remakes de PSSST y Cookie en un solo ejecutable para PC; dos programas que bien podríamos considerar cuatro, puesto que es posible jugar con las versiones originales de ambos juegos además de con los remakes, seleccionables todos desde el menú. Se trata de una opción muy interesante que nos permitirá comprobar de primera mano las diferencias entre ambos, las cuales van más allá del aspecto visual.
Porque si algo nos llamará la atención jugando los remakes, sobre todo si ya conocíamos los juegos originales, es que a nuestro alrededor todo transcurre con algo menos de frenesí y eso redunda en una dificultad un poquito más baja, al menos en principio. Ninguno de los juegos transmite la sensación de que su autor se haya partido los cuernos trabajando, pues para empezar los gráficos no dejan de ser meras actualizaciones de los originales, pero ahí reside precisamente buena parte de su encanto. Su aspecto es “muy de cómic” y desbordan simpatía sin traicionar su origen, que es lo mínimo que se ha de exigir a cualquier remake de estos dejando a un lado el obvio respeto por el hilo argumental. Y como el hijo argumental es exactamente idéntico (amén de que la velocidad de la partida es algo menos alocada), ambos programas se adaptan bien a nuevas generaciones de jugadores. A mi novia mismamente le encantaron y ella no los conocía (lo suyo son las videoconsolas a partir de la Game Boy). Por desgracia el programa no está libre de errores, alguno bastante grave: en ocasiones nuestro muñeco “desaparece” repentinamente de la pantalla para materializarse en la parte superior, encima de los marcadores. Y en el PSSST resulta enervante la dificultad para cambiar de insecticida, así como la sospechosa propensión de los bichos por surgir del hueco donde estamos depositando el insecticida que llevamos encima, algo que casi siempre acarrea la pérdida de una vida porque no podremos disparar. Con todo, este singular 2×1 merece la pena. Es sencillo, divertido y hasta gracioso, respetando plenamente la esencia de los dos maravillosos juegos a los que rinde tributo.