“La tapa de la caja de Pandora empieza a abrirse. El silicio está a punto de terminar con el largo monopolio del carbono. Y, de rebote, también con el nuestro”.

Sir Clive Sinclair, 1984.

(Viene de la segunda parte).

Las máquinas sustituirán al hombre en las tareas que exijan complejas funciones motoras. Por extraño que parezca, creo que puede ser más fácil fabricar una máquina para que enseñe matemáticas o latín que construir una que juegue al tenis, ya que la esta última tarea exige una predicción y decisión sorprendentemente aguda y rápida junto con una acción precisa. Pero también puede hacerse y se hará. No para quitarnos el placer de jugar, sino para aliviarnos de la monotonía y el peligro de realizar una tarea casi tan compleja como el conducir un coche. Nos aficionamos a los coches por la libertad que nos ofrecían de viajar de un lugar a otro en cualquier momento, protegidos de los elementos. Hemos pagado un premio muy elevado en la mortalidad de nuestras personas y la contaminación de nuestros campos. Hemos decidido limitar estos vehículos a mucho menos de la mitad de velocidad que podrían alcanzar fácilmente con el fin de mitigar estos dos males. El futuro promete una mejor solución. Preveo unos vehículos personales totalmente automáticos, conservando toda la libertad de espacio y tiempo de los coches de la actualidad, pero conducidos por la inteligencia de una máquina.

Si el futuro nos depara coches tan repelentes como KITT, será preferible volver al carro tirado por caballos.

Estos coches serán silenciosos y limpios pero, sobre todo, estarán libres de la posibilidad de un fallo humano. Entonces su velocidad no necesitará limitarse a 80 o 100 kilómetros por hora en las carreteras principales. Las velocidades de más de 200 kilómetros / hora resultarán posibles tanto en el aspecto de seguridad como en el de economía. La levitación magnética puede sustituir a las ruedas con ventajas en la calidad de marcha, silencio y duración del vehículo que, al no tener órganos móviles, no necesitará mantenimiento regular.

La conexión del teléfono a maquinaria computadora cada vez más sofisticada está llevando a grandes mejoras en el servicio disponible. El aspecto más reciente lo constituye el sistema de comunicación por radio celular que actualmente se está extendiendo en algunas ciudades de los Estados Unidos. Lo considero como una solución parcial al problema general de permitir que las personas se telefoneen cuándo y dónde sea. Son motivos económicos temporales, no el fundamento técnico, lo que nos impide llegar a la conclusión lógica del teléfono verdaderamente personal. Llevados encima o junto a la persona, estos aparatos inalámbricos nos permitirán telefonear y ser telefoneados donde deseemos. No se necesitará conocer el paradero de la persona que se va a llamar; solamente su número, ya que este será privativo de la misma, se encuentre donde se encuentre, en lugar de corresponder a un aparato fijo como es habitual ahora. Creo que esto podría conseguirse aumentando el principio celular en zonas y capacidad, necesitando esto último un sistema mucho más afinado. O sea: los transceptores de control necesitarán estar a mucha menos distancia.

Sir Clive: «Si llego a imaginar el invento de los putos SMS esos, jamás habría hablado de la telefonía móvil como signo de progreso«.

A menudo parece que cada nuevo avance de la tecnología aporta desgracia más que contento, pero ello es debido a que aporta cambios con mayor rapidez que ventajas; y el cambio, aunque frecuentemente es estimulante, siempre perturba. Así es y será con la revolución de la inteligencia, pero aquí las ventajas que vendrán superan con mucho el trauma. Incluso nuestros problemas más insolubles pueden encontrar solución. Consideremos, por ejemplo, el encarcelamiento de los delincuentes. A menos que se realice con un sentido técnico de la retribución, este procedimiento intenta reducir el número de delitos mediante la disuasión y contención. Sin embargo, resulta muy caro y la tasa de reincidencia presta poco apoyo a sus propiedades curativas.

Si pensamos en una red nacional de teléfonos y ordenadores como he descrito, se presenta una alternativa. Con excepción de los delincuentes físicamente peligrosos, los demás podrían ir previstos de diminutos transmisores, de modo que pudiera vigilarse y registrarse constantemente su paradero con un alto grado de precisión. Si esto suscitara temores a una sociedad orwelliana, podríamos ofrecer a los criminales la alternativa del encarcelamiento.

Y si todo lo anterior falla, siempre podremos aplicar otros métodos para evitar que los presos vuelvan a delinquir.

Los robots inteligentes también ayudarán a cuidar personas mayores, que incluso podrán encontrar compañía en ellos. Incansablemente vigilante, el robot podría satisfacer las necesidades físicas normales y vigilar los problemas médicos.

A medida que vaya aumentando la inteligencia de los robots hasta emular la de los seres humanos y su coste se reduzca mediante economías de escala, podremos utilizarlos para ampliar nuestras fronteras. Primeramente en la Tierra, a través de su capacidad para resistir ambientes imitándonos a nosotros mismos; de este modo, pueden florecer desiertos y explorarse los lechos submarinos. Más adelante, mediante una combinación de la gran riqueza que aportará esta nueva era y la tecnología que proporcionará, podremos empezar realmente a aprovechar el espacio en nuestro provecho. La construcción de un vasto mundo creado por el hombre en el espacio, hogar de millares o millones de personas, estará dentro de nuestras posibilidades. Y si decidimos hacerlo así, podremos iniciar seriamente la búsqueda de mundos situados más allá de nuestro sistema solar y la colonización de la galaxia.

Sir Clive Sinclair.

En el futuro, los simios dominarán la galaxia.

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