Tras más de dos semanas sin novedades, llegó el momento de subir una actualización a la web, que ha permanecido «en paro» desde que mi novia me regalase un flamante Spectrum Vega por mi cumpleaños. La antedicha falta de novedades se ha debido principalmente a que, tras las primeras impresiones vertidas en el post inmediatamente anterior a este, me apetecía mucho «zurrar» la consola a base de bien y publicar un análisis más en profundidad; algo que puede llevar su tiempo tratándose de un aparato que, merced a sus peculiaridades, no deja indiferente a nadie. Veamos pues.

Preparando el terruño

Si de entrada algo distingue al Vega es su despampanante sencillez, algo que se deja sentir desde el mismo momento en que lo sacas de su embalaje para montarlo. Olvidando por un momento la aparatosidad y molestia de los cables que forzosamente lo acompañan, ponerlo en marcha como paso previo a disfrutar de él no puede ser más fácil. El Vega se conecta al televisor a través de la salida para vídeo compuesto y, opcionalmente, también puede conectarse a un puerto USB del mismo televisor a fin de proporcionarle corriente eléctrica, pero esto último depende de que sus características lo permitan (el mío no) e incluso en el manual del Vega se nos advierte que no es la opción más recomendable, porque podríamos llegar a tener problemas con la imagen. Además, el Vega no dispone de un interruptor de corriente y se pone en marcha en cuanto se enchufa, por lo que sí lo enchufamos directamente a un USB del televisor permanecerá siempre encendido aunque dejemos la tele en stand by, algo que no se antoja ideal.

Atando a las bestias.

Lo mejor es utilizar un cargador USB procedente de un teléfono móvil o una tablet (actualmente la mayoría de estos dispositivos lo usan) para enchufar el Vega directamente a la pared, desmontando todo cuando terminemos con él. No obstante, como es un engorro liarse entre enchufes y cables cada vez que queremos jugar, se impone la necesidad de realizar un montaje más estable que nos permita tener la consola a mano para usarla cuando nos plazca y ahí entran en liza las regletas con alimentación independiente para cada enchufe, regulada mediante interruptores On / Off. En mi caso yo he optado por adquirir una regleta de esta clase pero con cuatro enchufes USB en lugar de los habituales, lo que me permite prescindir de la necesidad de un cargador.

Estas regletas, cada vez más habituales de ver, son muy compactas y baratas, por lo que podemos colocarlas discretamente en casi cualquier parte y, con un poco de imaginación, escamotear el Vega (y sus engorrosos cables) en algún hueco de nuestro mueble de salón mientras no lo utilicemos. Tendremos la tranquilidad añadida de que no funcionará mientras no activemos su correspondiente enchufe. Y mientras tanto quedan libres otros tres para, por ejemplo, cargar dos teléfonos móviles a la vez. Como vemos, hay soluciones para todos los gustos, pero de todas formas es absurdo que el Spectrum Vega no incorpore su propio alimentador, más cuando una búsqueda en la Red sirve para darnos cuenta de lo baratos que son.

El ataque de los cables asesinos.

Gateando antes de andar

Tal como hemos dicho, el Vega se pone en marcha en cuanto se le suministra corriente eléctrica, lo que se indica mediante un llamativo piloto de color verde en la parte inferior de la carcasa. El arranque es instantáneo: no hay partes móviles y la placa del aparato recuerda en su simplicidad a la del ZX-81, por lo que tras una breve presentación aparecerá ante nuestros ojos, directamente, la lista de juegos disponibles, que como es de suponer viene ordenada alfabéticamente. La sencillez es la nota predominante, como en todo lo relacionado con este chisme. El sistema operativo no pretende ser de última generación y no hay lugar para alardes ni florituras. El aspecto de los menús es muy espartano, quizás demasiado, y la melodía incluida para dar ambiente y que suena como lo haría en un Spectrum de 128 Kb es, aparte de machacona, tan sencilla como todo lo demás.

La contrapartida es que el manejo del Vega en este primer estadio resulta increíblemente fácil: para desplazarse por las listas pobladas de nombres basta la cruceta, y pulsar el botón Select sobre cualquiera de ellos nos permitirá pasar a la acción. En la práctica, es perfectamente posible empezar a disfrutar de un Spectrum Vega sin necesidad de leer las instrucciones: el diagrama presente en el reverso del embalaje nos da pistas más que suficientes para montarlo, y una vez en marcha basta con no pulsar ninguna tecla durante unos segundos para que el propio sistema acuda en nuestra ayuda, mostrando en pantalla unas breves y concisas nociones de uso. Insistiendo de nuevo, hacer las cosas más fáciles para el usuario es casi imposible, aunque sea a costa de no hacerlas bonitas.

On the wagon, at last!

Los dichosos juegos

Llegamos al aspecto más controvertido del Vega (y la verdad, no son pocos). No en vano esto una videoconsola, ni más ni menos, aunque se trate de una videoconsola muy singular y orientada a una clientela muy específica. Para empezar, la llamativa pegatina amarilla incluida en la caja que anuncia pomposamente la inclusión de «mil juegos clásicos precargados» resulta un tanto engañosa: ¿podemos considerar Los amores de Brunilda, publicado en 2012, como un clásico pese a su gran calidad? Es obvio que no, pero tampoco estamos ante el caso más palmario que evidencie el «fraude». En el catálogo de juegos del Vega, que por cierto puede consultarse en la web del fabricante, hay muchas medianías que no por haberse publicado hace una treintena larga de años se convierten en «clásicos». Hay bastante videojuego español, tanto de la llamada «edad de oro» como actual (Brunilda es un ejemplo), algo que muestra cómo los creadores del Vega son conscientes respecto a la importancia del Spectrum en la Piel de Toro, sin duda el territorio (junto con Inglaterra, of course) con mayor número de compradores potenciales.

Sin embargo, a priori la mayor baza con la que cuenta el Vega para atraerles es la inclusión del catálogo de Ultimate Play The Game, la casa de software para Spectrum por antonomasia. Pero hay que puntualizar algunas cosas porque, para empezar, el catálogo no está al completo. Podremos jugar al Jet Pac pero no al Pssst. Al Sabre Wulf, al Underwurlde y al Knight Lore, pero no al Pentagram o al Bubbler. Y aunque teóricamente la distribución gratuita de estos juegos no está permitida por cuestiones de copyright, lo cierto es que una búsqueda en Google nos permitirá localizar decenas de páginas desde donde bajarlos por la cara. La baza, por tanto, deja de serlo, y hay que tener en cuenta que tampoco se incluyen juegos de otras empresas que, como Activision, deniegan la libre distribución de su catálogo histórico. La consola pierde así una parte importante del atractivo inicial que podría haber tenido, por mucho que nosotros podamos hacer después lo que nos de la gana insertándole una tarjeta microSD en la ranura correspondiente que trae.

Tampoco hay mal que por bien no venga: a este no lo echaremos de menos. 

La realidad es que cualquier buen aficionado al Spectrum echará en falta, desde el principio, demasiados clásicos auténticos no incluidos en una selección que parece hecha «a boleo» y sin ningún criterio. Y hay que tener en cuenta que el 99% del software publicado para el Spectrum en sus mejores días es hoy gratuito y puede bajarse de Internet sin problemas, por lo que puedes hacer lo que quieras con él. Organizar un recorrido temático. Crear retrospectivas de los mejores programadores. Lo que se te ocurra. No hay lógica aparente en incluir 3D Tanx o Maziacs de Don Priestley y no hacer lo propio con Flunky o las dos partes de Trapdoor, como tampoco la hay en poder jugar con toda la saga Wally excepto con Automania, que inauguró dicha saga. Vale que luego podemos corregir esos defectos pillando por banda cualquier microSD para grabarle toda la programatca del Spectrum si nos apetece, pero ya estaremos haciendo un trabajo que, añadido a la necesidad de adaptar cada juego a la consola para que funcione bien (no basta con grabar a cascoporro y correr), podría haberse hecho en la fábrica, sobre todo por lo que nos están cobrando a cambio.

«No sabéis lo caro que es vivir frente a Trafalgar Square. Y más con esta caprichosa».

Eso sí, es de justos reconocer tanto lo malo como lo bueno. Hay material en cantidad suficiente para que nos piquemos con el Vega durante bastante tiempo. Predominan los arcades porque el arcade es el género que mejor se adapta a cualquier consola, incluida esta, y arcades son muchos de los juegos para Spectrum que mejor han envejecido y más diversión siguen proporcionando, amén de resultar idóneos para el entretenimiento ocasional que buscan los usuarios potenciales de un chisme así, en general personas maduras con demasiadas cosas en que pensar y escaso tiempo libre. Con todo, no faltan las videoaventuras, la estrategia y ni tan siquiera un simulador de vuelo: el Flight Simulation de Psion.

Pero lo más llamativo es la inclusión de numerosas aventuras de texto, a cuyo listado se accede desde un menú aparte en lo que parece un guiño al publico inglés, sin duda más aficionado a estos saraos que los del resto del continente europeo. Aquí también se echan en falta cosas: no está The Hobbit por ejemplo, en lo que constituye un «olvido» casi criminal; pero tampoco hace acto de presencia ninguno de los grandes conversacionales españoles como Don Quijote. A esto hay que añadir el lastre que supone escribir texto con un mando de consola, algo que cualquier usuario de una Play o una Xbox conocerá de sobra y que en el caso del Vega, por las limitaciones de su sistema operativo (lpuede que un diseño elemental esté bien, pero no sirve para todo), acaba recordando demasiado a la tortura de escribir con un Gomas por su lentitud e incomodidad. Pero eso es algo que analizaré en el próximo capítulo. No se lo pierdan, chatos.

La segunda entrega aquí.

4 thoughts on “Zurrando (que no jugando) al Vega: Primera parte”
  1. Buena entrada Leo, con ganas de leer la continuación. En mi opinión… el vega tiene algunas cosas geniales y otras que es para estrellarles. La idea de hacer un spectrum plug and play, me parece muy buena, el hecho de consolizarlo, aunque algo atrevido para según quién, es buena… no meter una herramienta para asignar teclas directamente desde la consola ea para hacérselo mirar… sí, se puede hacer mediante ficheros de configuración… pero pierde la inmediatez. La selección de juegos es digna de alguien que no ha jugado nunca a un spectrum y ha cogido 1000 juegos al azar… el hecho de que ahora estén pensando si se podrá conectar algún teclado completo y cómo hacerlo… por las vagas ideas que da el creador de la consola, me hace pensar que jamás lo veremos, al menos no sin pasar por caja otra vez. No sé, es un chisme que me gusta, pero el soporte que le están dando y la indolencia con la que se están tomando la solución de algunos de los problemas, no me parecen bien. No obstante, puede ser sólo mi impresión. Saludos y a seguir así!

  2. Gracias. Lo del teclado carece de sentido, no lo veo. en cuanto al resto de cosas tanto buenas como malas, totalmente de acuerdo.

  3. «Lo del teclado carece de sentido, no lo veo»… Hmmm… quizá tengas razón y le esté pidiendo a una consola la funcionalidad de un ordenador… para esos menesteres (sustituir a un spectrum en todos sus aspectos) hay otros chismes, como el ZXUno…

  4. Sasto. Lo que resulta absurdo el el empeño de los creadores del Vega en que le saques partido al «sistema de escritura» incluyendo un centenar largo de conversacionales o más. No hay dios que lo entienda.

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