Nunca he ocultado mis simpatías por la música punk. En lo que nuestros siempre veraces y nada manipulados medios informativos calificarían simplemente como “movimiento marginal”, se esconde uno de los pocos retratos auténticos de lo que ha sido la realidad social desde los años setenta del siglo pasado. Aunque escucho prácticamente todo tipo de música, no evito revisitar de cuando en cuando discografías (y biografías también) de bandas punk del más diverso pelaje. Y en esta ocasión le ha tocado a estos chavales:
Nacidos al calor de la explosión punk británica en 1976, U.K. Subs son probablemente los únicos representantes de aquel fenómeno que todavía hoy siguen en activo, aunque el único miembro fijo en todo este tiempo haya sido su fundador y líder Charlie Harper. Algunas de sus canciones han sido versionadas por multitud de grupos, aunque a la hora de la verdad les faltó suerte para alcanzar la cima: al principio tuvieron que ir a remolque de otras bandas más asentadas y populares como los Pistols o The Clash, y la que tal vez sea su canción más emblemática salió al mismo tiempo que London Calling. Warhead era un feroz alegato pacifista con referencias a la invasión soviética de Afganistán, y de algún modo anticipaba la escalada armamentística que se produciría durante el primer lustro de los ochenta tras la ascensión al poder de gobiernos ultraconservadores como los de Reagan o Thatcher, que a muchos les hizo creer que era mejor invertir los ahorros en prepararse para la Tercera Guerra Mundial que en unas buenas vacaciones.
La peor fase de esa escalada se produciría entre 1983 y 1985, principalmente por el despliegue en el Viejo Continente de los llamados Euromisiles y por la obsesión de Reagan en llenar el espacio de cachivaches con los que frenar un hipotético ataque nuclear soviético (en realidad una estratagema para enriquecer a sus amigachos del lobby militar estadounidense). Pero como no hay moneda que no tenga dos caras, dicha escalada se reflejó en la cultura popular brindándonos grandes películas como la bizarra Amanecer Rojo del tarado John Milius. Y desde luego también videojuegos, cómo no. 1985 representó la culminación de cierto tipo de juegos altamente politizados que jamás habrían existido de no mediar una situación tan especial.
Durante la pasada primavera, el que quizás sea su representante más destacado cumplió treinta años. Raid over Moscow bebía de la misma fuente inspiradora que el Warhead de los Subs y por eso ambos se complementaban a la perfección pese a lo contradictorio de sus mensajes (pacifismo por un lado, belicismo por el otro). O tal vez gracias a eso, una contradicción muy punk. No en vano había ocasiones en que jugaba con esa canción sonando a todo trapo en el “loro”. Una banda sonora perfecta para un juego como este, fascista y reaccionario como ninguno en su tiempo pero, a fin de cuentas, también muy divertido. Qué le vamos a hacer.
Leer Destruiremos ese país en cinco minutos. ¡Gracias!
Otra cancioncilla ideal para ambientar nuestras partidas con el Raid. ¡Más cerveza, es la guerra!