¿Qué podemos hacer cuando la canicula estival aprieta y soñamos con tomar un refrescante baño en el mar pero no lo tenemos cerca ni de coña? Pues jugar con el Spectrum es una alternativa, más cuando ofrece soluciones como esta:

Aquaplane es tal vez uno de los juegos más conocidos del grueso catálogo del Speccy, pero no por eso desmerece volver a recordarlo sobre todo cuando a uno le da por jugar con él. Porque estamos ante uno de esos juegos que , quien más o quien menos, disfruta ocasionalmente bien por recordar viejos tiempos o simplemente divertirse, matando el rato antes de pasar a otra cosa. Uno de esos juegos que justifican la fama del Spectrum como «videoconsola con teclado» y que le han permitido conservarse fresco en la memoria de miles de personas, estando como estamos inmersos en pleno siglo XXI y habiendo pasado ya más de tres décadas desde que este venerable ordenador «lo petaba». Seamos francos: nadie en su sano juicio se echaría hoy una partida con Marsport o Astroclone para divertirse con su Spectrum (auténtico o simulado) a no ser que fuese masoquista. Juegos como Aquaplane son otra cosa, aparte de ser muy útiles para crear afición por el Speccy entre las nuevas generaciones, gracias a su planteamiento sin complicaciones de ningún tipo y el entretenimiento inmediato que son capaces de brindar.

Algo así (un entretenimiento sin complicaciones e inmediato) era lo que buscaba John Hollis con Aquaplane. Cofundador de Quicksilva, para 1983 había convertido este sello en el más importante de Europa como desarrollador y/o distribuidor de muchos de los primeros clásicos del Gomas, entre los que podríamos citar títulos del calibre de Ant Attack o La pulga. Aficionado al esquí acuático, ideó el juego ni más ni menos que como «un programa de esquí acuático con tiburones» que tuvo listo en unas pocas semanas. Así funcionaba entonces el mundo de los videojuegos: no hacían falta reuniones interminables en torno a una mesa de despacho y cualquier idea, por simple y ridícula que fuese en apariencia, era válida para crear una pequeña obra maestra. Porque Aquaplane lo es, adaptándose además como un guante al Spectrum. Con tan solo eso, una idea sencilla, y un pequeño artefacto con teclas de goma, tienes un juego capaz de competir con cualquier juego actual de los que ocupan decenas de gigas en el disco de una Play 4. No en gráficos ni sonido, por supuesto. Pero sí en diversión, y la diversión es lo que al final cuenta.

2 thoughts on “Verano al fresco”
  1. Moskis, cómo mola!
    No conocía este AquaPlane pero tiene pinta de estar bien para unas partidillas rápidas en el Vega con mi hijo. Eso sí, el sonido sea para acabar internado en la López Ibor después de dos partidas.
    Le voy a dar un tiento.

    Gracias por estos descubrimientos!
    Saludos

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