Pese a que la trama discurra en vísperas de Navidad, resulta ciertamente irónico que Gremlins sea considerada una «película navideña» cuando su estreno mundial tuvo lugar en junio de 1984. Dejando a un lado que siga siendo magnífica y un entretenimiento formidable, Gremlins demostró el enorme poder aglutinado entonces por Steven Spielberg, capaz de imponer su santa voluntad enfrentándose a quien hiciera falta. Las anécdotas al respecto son incontables y podrían rellenar un libro, pero mi favorita es aquella en la que los ejecutivos de la Warner le remitieron una carta quejándose de que en la película había «demasiados gremlins» y exigiendo un remontaje. Spielberg, pasmado ante tamaña gilipollez, les replicó diciendo:

«Si queréis, los quitamos a todos y la titulamos Gente«.

Gremlins es ilustrativa de un mundo que ya no existe, afirmación que va más allá de lo relacionado con el cine: hoy día, es impensable lanzar un videojuego comercial basado en una película reciente meses después de su estreno, pero en los primeros años 80 del siglo pasado eso no resultaba tan importante y desde luego no importó nada en el caso de Gremlins the Adventure, que pese a llegar ya en 1985 no tuvo problemas para aprovecharse de la cinta en que se basaba, cuya popularidad seguía siendo inmensa. Incluso tratándose de una aventura de texto (formato inusual para un juego basado en un largometraje que se había erigido como el cuarto más taquillero del mundo en 1984), Gremlins the Adventure cosechó un notable éxito, convirtiéndose en referente para la historia de las aventuras conversacionales y hasta llegando a ser traducido al castellano.

Algo inaudito, consecuencia directa del tirón de la película dirigida por Joe Dante, pero que no carecía de un punto sui generis al ser el castellano un idioma atávicamente despreciado incluso por algunos de quienes se llenan la boca afirmando defenderlo para luego aprobar la inclusión en el diccionario de palabras como cocreta. Cierto que un trasto como el Spectrum imponía muchas limitaciones al uso de un idioma tan rico, pero en el caso de Gremlins the Adventure siempre quise conocer al ocurrente personajillo que decidió traducir la palabra push de forma literal, obligando al jugador a escribir «empujar» en su lugar para acciones como apretar un botón. Apuesto a que fue el mismo que años después sería responsable de emplazar carteles de «Exit of Trains» en la madrileña estación de Chamartín. A propósito, esos carteles permanecieron ahí durante semanas hasta que se cambiaron por otros escritos en la forma correcta (Train Departures).

Belén Esteban, «miembra» iletrada (sin asignación de letra) en la RAE. «Me lo pagan con productos para empolvarse la nariz».

Centrándonos de una vez en el videojuego, dejo a continuación dos vídeos que a su vez están disponibles en el canal que esta santa web tiene en YouTube. Se trata ni más ni menos que de dos partidas en las que Mike Myers completa el juego en sus dos versiones, inglesa y castellana. Los vídeos permiten, de entrada, fijarse en la inusual riqueza gráfica de un invento pensado para atraer usuarios poco dados a perder el tiempo «conversando» con su ordenador, donde la presencia de ciertas imágenes animadas (en escaso número y de forma muy básica, pero animadas) causó furor en su día al tratarse de algo nunca visto en una aventura de texto.

 

Como solía ocurrir por norma en esta clase de juegos, una vez se conocía la secuencia de órdenes a transmitir y la forma correcta de escribirlas su presunta dificultad quedaba significativamente diluida, resultando muy fácil llegar al final. Más en Gremlins the Adventure, que si bien seguía el argumento de la película bastante fielmente, al primar los gráficos sobre cualquier otro aspecto carecía de muchos detalles necesarios para dar pie a una aventura consistente. Aunque eso, ni que decir tiene, no era lo más importante en este caso.

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