Con la intención de ayudaros a rellenar el finde pasando un buen rato, aquí os enlazo un artículo que me descubrió el gran Carlos Palencia, más conocido como Oso55 y como webmaster de ese compendio de astracanadas que es Cine Cutre. Se trata de un artículo fenomenal, que me ha gustado mucho por divertido y por estar muy bien escrito, recopilando con un agradable poso nostálgico sensaciones de un periodo en la historia de los videojuegos que hoy solo perduran en la memoria de viejunos como yo.

Popularizados desde el final de los años setenta, los salones recreativos acabarían desempeñando una labor por encima de la que inicialmente les había correspondido como punto de reunión en el que los adictos a los videojuegos podían gastar su dinero con las maquinitas. Los recreativos fueron un antecedente de lo que más tarde serían los chats y ahora son Facebook o Twitter, actuando como lugares en los que quedar con amigos o, si terciaba, conocer gente nueva. Dicha gente no siempre formaba parte de lo más granado de la sociedad, especialmente en salones de barrio frecuentados por macarras y quinquis de todo pelaje en los que entrar daba más miedo que otra cosa. Pero incluso en antros así cabía la posibilidad de vivir experiencias psicotrónicas inolvidables, más propias de un guión de Berlanga (o de Eloy de la Iglesia, más bien) que de la vida real.

«No te acerques a nosotros o morirás en 3,2,1…»

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