Al cumplirse tres décadas desde el lanzamiento de Bugaboo / La pulga, creo que no está de más aprovechar esta web para recordar la conferencia organizada por la asociación Retroacción en el marco de Retroeuskal, una de las citas anuales más importantes para los amantes de los ordenadores clásicos. Los autores del juego, Paco Suárez y Paco Portalo, narraron en ella muchas curiosidades acerca de su desarrollo y el segundo hizo referencia a su libro Bugaboo: un hito en la historia del software español, publicado gratuitamente en formato digital y lo bastante bueno e interesante como para merecer una lectura.

Paco Portalo (centro) y Suárez (derecha). Foto: Retroacción.

Admito que La pulga nunca me gustó y hoy por hoy es un juego que ha envejecido francamente mal, como sucede con la mayoría del software para Spectrum en general y con el español en particular. Tuve ocasión de probarlo al poco de que saliera, con mi Spectrum recién estrenado en casa, e incluso entonces me parecía frustrante y demasiado difícil. La obligación de desplazarse a saltos y no poder hacer nada más me ponía nervioso. Me hinchaba las pelotas y no tardé en aparcar la cinta en un rincón. La pulga no sólo fue pionera del videojuego español, sino que también sentó precedente de lo que llegaría a considerarse como la “marca de la casa” que mejor identificaba los juegos hechos en nuestro país: los gráficos primero, la jugabilidad después.

No obstante sería injusto dejar a un lado las virtudes del programa, que van más allá de su singularidad abriendo camino a lo que más tarde se convertiría en un pujante sector tecnológico. Tras cuatro meses de trabajo sin apenas descansos, Suárez y Portalo, Paco & Paco como se les conocía, convirtieron un puñado de variables para simular trayectorias parabólicas en el ZX-81 en un videojuego que introdujo numerosas innovaciones de uso habitual en la actualidad, como el timing en la pulsación de teclas (a más tiempo de pulsación, mayor fuerza de salto) y el concepto de “película interactiva” con presentación cinematográfica incluida, algo inaudito en su momento y sorprendente si tenemos en cuenta que aquellos dos aficionados a la astronomía no habían visto un Spectrum en su vida: la máquina de Sinclair aún no había llegado oficialmente al mercado español y junto a Fred, La pulga fue un encargo de la casa Indescomp para apoyar el lanzamiento del ordenador a finales de 1983.

Carátula de la edición inglesa que fue distribuida por Quicksilva, la empresa europea de software más importante de la época.

Su formidable éxito (incluso llegó a ser número uno de ventas en el Reino Unido) ayudó a que el Spectrum se introdujese con buen pie en un territorio recién salido de una larga dictadura militar y azotado por la crisis económica, cuya población no parecía estar interesada en adquirir masivamente computadoras domésticas.

En ese sentido, los aficionados españoles tienen una deuda con él, y no sólo los usuarios del Spectrum: Interesado en adquirir los derechos exclusivos para distribuir en España el Amstrad CPC, el que a la sazón era director de Indescomp, José Luis Domínguez, viajó a Londres para entrevistarse con Alan Sugar, un hombre que había empezado vendiendo frutas con una camioneta y terminó forjando un imperio multimillonario. Conocido por sus modos rudos y directos, Sugar pensaba que vender su nuevo ordenador en la Piel de Toro no merecía la pena y no quiso recibirle. Pero no contaba con la astucia de Domínguez, otro hombre hecho a sí mismo que había empezado su carrera profesional vendiendo seguros a domicilio: le dejó un ejemplar de Bugaboo para que lo probara, y le faltó tiempo para llamarle de vuelta a su despacho y prometerle la ansiada exclusiva… a condición de que el juego fuese portado al CPC.

Sir Alan Sugar, pulga y mosca cojonera al mismo tiempo.

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