Últimamente me ha dado por leer, y mucho. Pero no como esa gente que dice que lee mucho por el simple hecho de comprar el Marca todos los días u ojear de cuando en cuando literatura de water. No, hablo de lectura de verdad. Porque a mí, aunque sea a rachas por falta de tiempo y a veces también de ganas, siempre me ha gustado leer y coleccionar libros y revistas. De hecho, una de las primeras cosas que hice cuando empecé a currar en esta santa web hace más de diez años fue escribir sobre mi prolija colección de revistas de Spectrum, en una serie de cuatro artículos bastante extensos para lo que suele estilarse hoy. Todospectrum era una de esas revistas.
Admito que hasta ahora nunca me había leído la colección completa, pese a estar a disposición del público general desde hace eones. Esta vez no fue tanto por mi habitual pereza (la misma que me lleva a querer disfrutar de la vida en lugar trabajar) como por el poco atractivo que para mí tenía la susodicha revista. En uno de los artículos anteriormente referidos me bastó un párrafo para comentarla, merced a los dos números originales que tengo en casa, y ciertamente podría hacer «copia-pega» del mismo si quisiese comentarla hoy, pues mi opinión no es que haya variado sustancialmente tras habérmelos leído todos.
Para aquellos vagos de mierda que no quieran pinchar en los enlaces y mejorar las estadísticas de la web, diremos que Todospectrum era una revista orientada a usuarios (del Spectrum, se entiende, aunque no desdeñaban al ZX-81 ni tampoco al QL, con un dossier que ocupó las páginas centrales durante muchos números) que creían que su ordenador podía utilizarse hasta para montarlo en un despacho de arquitectos y efectuar cálculo de estructuras con él. Vale que en 1982 u 83 esa idea tal vez podía colar, pero traten ahora de ponerse en situación y trasladarse mentalmente al año 1985, por ejemplo. ¿Encargarían ustedes la construcción de su casa a unos tipos que usan un Spectrum para diseñarla? Les ruego que para responder no se dejen llevar por la nostalgia gratuita y repito: estamos en 1985.
Con la garantía de Sinclair Research.
Así las cosas, el empeño de esta gente por vender el Spectrum como máquina seria destila, visto hoy, un candor casi angelical. También en su momento, dentro de un contexto en el que nadie en su sano juicio veía al micro de Sir Clive como otra cosa que un chisme para jugar o hacer videojuegos. Encorsetada por una rígida línea editorial, Todospectrum se encontraba así en una poco agradable “tierra de nadie” de la que no podía escapar: resultaba demasiado árida para el usuario que solo quería jugar o escribir pequeños programas, al que la misma empresa editora ya le ofrecía ZX. A la vez, era demasiado básica para quien de verdad quería desarrollar una carrera profesional, que podía acceder a un nutrido catálogo de libros y otras publicaciones especializadas con relativa facilidad o aprovechar, directamente, el conocimiento adquirido por otras personas dispuestas a compartirlo.
En un movimiento a la desesperada para congraciarse con usuarios más generalistas sin faltar a sus principios, la revista lanzó una nueva sección llamada “La guía del hacker” en la que un experto en código máquina destripaba juegos comerciales y mostraba cómo trucarlos a base de escudriñar sus entrañas. No impidió lo inevitable, pero resulta curiosa para descubrir algunos trucos de astucia astutísima usados en nuestros juegos favoritos. ¿Te falta memoria para almacenar la secuencia de movimientos de los personajes? Pues dibujas la mitad, por ejemplo la que corresponde a cuando se mueven hacia la izquierda, y simplemente le das la vuelta cuando se muevan en dirección contraria.
Ejemplo de creatividad programativa sin paragón, y esto va en serio.
En estas circunstancias no sorprende que Todospectrum aguantase poco más de dos años antes de pasar a mejor vida; pero también sería factible volver la oración por pasiva y sorprenderse de que aguantase viva tanto tiempo en un contexto, repetimos, poco propicio para esta clase de aventuras. El último número, con el Spectrum+ 2 en portada (un ordenador pensado como videoconsola en toda su magnitud), era premonitorio de una despedida que ya se intuía tiempo atrás y que se produjo “a la francesa”. Para ser sinceros, tampoco creo que nadie echase de menos una despedida a esas alturas.
Ni yo mismo, aburrido después de tragarme tantos análisis de utilidades inútiles, montajes torticeros (ahí está por ejemplo el de un lápiz óptico que, publicado con erratas, fallaba más que una escopeta de feria disparada por un enfermo de párkinson) y referencias a palabros en lenguaje máquina, direcciones hexadecimales y otras tontunas descritas en tono pseudoacadémico con una maquetación propia de un manual de instrucciones antes que de una revista, cuyo interés resulta nulo para cualquier persona que se considere mentalmente competente por muy talifán del Spectrum que sea.
Eso no quita para que no merezca la pena su conservación. Y encima gratis, para que todo el mundo pueda leer y opinar, si es que se atreve. Como curiosidad ahí queda, qué caray. Y ya puestos hemos hecho referencia a una página de la que muchos seguramente ni recordarán su existencia. Es lo que tiene el mundo en que vivimos, cada vez más cortoplacista, donde lo que hoy es noticia y trending topic de esos se olvida, y hasta se desprecia por “viejo”, a la mañana siguiente.
No conozco esta revista más que de oidas ¿más o menos durante qué años se publicó? ¿1984-1986? Gracias!
Más o menos no: solo te ha faltado concretar los meses, pero has acertado de pleno. 26 meses, y el ultimo número es de octubre (¿o era noviembre?) de 1986, así que echa cuentas. Si no la conoces, y a pesar de que el artículo no la deje en muy buen lugar, yo te recomendaría que le echases un vistazo al menos a los primeros números, o al menos a los que, por portada o contenido, puedan despertar tu interés. Y de nada.
Suponía que por el tipo de contenido debía de ser de esa época. Ya veo que está entera disponible, pues a curiosear en ella me pongo! 🙂