Hace más de una década (una eternidad en la escala que suele usarse para medir los tiempos en Internet) publiqué este curioso articulo sobre el destino al correr de los años lo que yo denominaba «templos sagrados» del Spectrum, que no eran otra cosa que lugares con alguna relevancia en la historia del ordenador ya fuese a título general o personal. En el apartado general estaba por ejemplo el edificio de la antigua redacción de la revista ZX en Madrid, todavía hoy un edificio de oficinas cuyo aspecto exterior ha permanecido prácticamente inalterado por más de tres décadas. Sin olvidar el principal «templo» de todos: la sede de Sinclair Research en Cambridge, que sigue en pie y hoy puede hasta visitarse virtualmente desde cualquier punto del globo gracias al Street View de Google. Bueno, más o menos: el edificio continúa siendo de propiedad privada, los terrenos que lo circundan están vallados, y donde no hay vallas hay edificios tapando la vista:
Se supone que «lo del recuadro» fue una vez el cuartel general de Sinclair.
En el ámbito personal, todos los que fuimos propietarios de un Spectrum u ordenador doméstico por el estilo tuvimos nuestros «templos» particulares, empleados generalmente como centros de reunión para el intercambio de software entre chavales. A los milennials y demás integrantes de la Generación Mejor Formada les parecerá increíble, pero hubo una época bastante reciente en que Internet no existía, y cuando uno quería hacerse con software nuevo (principalmente juegos, of course) debía quedar en algún sitio para verse con otra gente e intercambiar programas en formato físico, de mano en mano. Aunque lo normal era hacerlo en el colegio o el instituto, conforme se iban estableciendo relaciones de confianza era más común quedar fuera del centro escolar e incluso invitar a las nuevas amistades a pasar por casa. Como paso intermedio, muchas tiendas se convirtieron en centros de reunión en los que comentar las últimas novedades (e incluso probarlas si se terciaba) o intercambiar juegos mientras se conocía gente nueva. Fue el caso del mítico Sinclair Store de Diego de León, que durante un tiempo fue la tienda de ordenadores más importante de España hasta convertirse en un verdadero club «extraoficial» para usuarios de ordenadores Sinclair, en el que se daban cita personas llegadas incluso de fuera de la provincia de Madrid.
Ni que decir tiene que hoy todo eso forma parte del pasado y muchos de aquellos «templos» solo perviven como tales en la memoria de quienes los frecuentaron, en otro tiempo cada vez más lejano. Sorprende, no obstante, que algunos se hayan conservado hasta hoy aunque sea únicamente en su fachada, si bien queda alguno que permanece sorprendentemente intacto. Es el caso de la cafetería «Mayca» de Alcalá de Henares, que en tiempos del Spectrum fue el principal centro de reunión de aquellos afortunados habitantes de la ciudad que poseían un microordenador en casa, gracias a su situación céntrica pero al mismo tiempo alejada del casco histórico. En 2011 aún mantenía el mismo aspecto exterior (y casi el mismo interior) que cuando un servidor la frecuentaba los domingos por la mañana para «cambiar impresiones» y acordar intercambios de cintas en torno a listas pobladas de nombres:
Más sorprendente aún fue ver que en 2019 nada había cambiado en la apariencia totalmente setentera del local. Excepción hecha del rótulo de la entrada, absolutamente espantoso y que parecía haber sido colocado allí por accidente:
De lo que no cabe duda es de que el tiempo no pasa en balde para nada, además de para nadie. Un claro ejemplo es la tienda de informática situada en la Calle Mayor de Alcalá, junto a la plaza de los Santos Niños y su Iglesia Magistral. Inaugurada a principios de los ochenta, fue una de las primeras tiendas de la ciudad dedicadas en exclusiva a la venta de ordenadores y videojuegos, y si bien fue cambiando de nombre y dueños conforme pasaban los años, siempre permaneció abierta al público, lo que llevó a convertirla en una de las tiendas del ramo más longevas del país. A principios de la década de 2010 aún funcionaba, pero hace unos días me la encontré así, cerrada a cal y canto en horario laborable un día de diario:
Aunque no seas una persona singularmente nostálgica, es justo reconocer que esta particular forma de «turismo» posee cierto encanto. Encanto nostálgico, sí, pero que en este caso es inevitable y hasta necesario, por cuanto contribuye de algún modo a mantener viva la memoria de lo que una vez fue (y se pretende que siga siendo) un rincón vivo en la historia de la informática y los videojuegos.