Mi relación con el automóvil siempre ha sido pintoresca, por llamarla de alguna forma. Nunca logré sacarme el carnet de conducir y por lo tanto no tengo coche; ni ganas que hay, puesto que viviendo en Madrid, y al menos en mi opinión, es algo así como comprarse una nevera en el Polo Sur. Sin embargo me encantan los coches; hasta el punto de haberme sacado un título de técnico especialista en la FP una vez tuve claro que mi principal opción académica, el periodismo, sólo me garantizaba trabajo como integrante de la cola del paro o algún puesto prestigioso dentro del sector de la limpieza. Pero nunca llegaría a ejercer como mecánico profesional: el auge de la informática a finales de los noventa permitía acceder a empleos mejor remunerados a cambio de menos horas de trabajo, así que enseguida me decidí por un cambio de aires. Con todo, sigo teniendo muy presente mi pasión por el automóvil, manteniendo contacto a través de Internet con grupos de aficionados al vehículo clásico, coleccionando libros y documentales, o acudiendo a concentraciones cuando me es posible.

Un rarísimo Seat Ibiza Raider, versión cupé del primer modelo del Seat Ibiza, fotografiado a mediados de 2005.

Como es lógico siempre me han gustado los videojuegos de coches. Uno de los juegos que más me han enganchado nunca a un ordenador es Road Challenge / High Stakes, una preciosidad que representa lo mejor del Need for Speed con mucha diferencia sobre el resto de la saga. Poder disfrutar del Gran Turismo 4 estuvo a punto de animarme a comprar una PS2 ahora que están tiradas de precio, y ni que decir tiene que el Prologue de la PS3 es una auténtica maravilla. Desde hace meses dedico algunos ratos puntuales al TOCA Race Driver 3, otro juego sobresaliente que nadie tendría que vacilar en comprarse cuando se lo están ofreciendo poco menos que regalado (cinco euros). Y en cuanto al Spectrum, baste decir que el mítico Bandera a Cuadros fue el primer juego que tuve para el ordenador junto con el Jet Pac, allá por 1983.

Al Spectrum nunca le faltó un buen surtido de videojuegos protagonizados por coches. No en vano lo de los videojuegos era (y sigue siendo; menos, pero lo sigue siendo) cosa de hombres, como los coches. De chavales concretamente, que soñaban con emular las hazañas de ídolos como Lauda, Prost o Emilio de Villota. Y aunque el Spectrum no es una PlayStation (ni siquiera una One) y sus juegos de coches, vistos hoy, provoquen en más de un caso cierta reacción jocosa, la realidad es que los usuarios pudimos disfrutar muy buenos productos dentro del género; productos que se conservan muy dignamente a fecha actual, teniendo en cuenta las limitaciones del sistema para el que se crearon.

De entre todos aquellos juegos, yo siempre tuve tres favoritos indiscutibles: el Bandera a Cuadros acabo de mencionarlo; al Nigel Mansell´sGrand Prix le rendí breve pero merecido homenaje hace algunos años; y para el final me dejo el que más me gustó de todos los que tuve y pude probar, que curiosamente es más un juego de estrategia que uno de carreras puras y duras: Turbo Esprit.

Ideado por  Mike Richardson, uno de los mejores programadores habidos durante la historia del Spectrum, Turbo Esprit venía arropado por el vehículo que le daba nombre, el Lotus Turbo Esprit, uno de los deportivos más bonitos surgidos del genio creador de Giugiaro. Con el coche como reclamo, los amigos de Durell Software sacaron a la palestra un juego sorprendente, que servidor analizó con pelos y señales en la siguiente Leyenda:

Leer Turbo Esprit, el olvidado padre de un género.

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