Algo en lo que se nota especialmente la evolución de los videojuegos desde sus orígenes hasta la actualidad, es en las necesidades de personal que hace falta para realizarlos y en su capacitación. Hoy es imprescindible reunir a decenas de personas en torno a una firma solvente para que un proyecto de juego llegue a buen puerto tras largos años de travesía, pero hasta el último lustro de los años ochenta las cosas eran bien diferentes. Don Priestley, autor de alguno de los mejores juegos para Spectrum, dijo con ocasión de una entrevista concedida en 1987 que se sentía como un escritor, que escribir un videojuego era para él como escribir una novela. Tenía razón: la mayoría de lo que se publicaba, incluyendo grandes superproducciones, era cosa de un solo hombre (mujeres casi nunca, que este ha sido y sigue siendo un negocio dominado por la testosterona) o de un equipo muy reducido de personas, el cual se encargaba de todo lo relativo a la puesta en marcha de un proyecto comenzando por la búsqueda de una idea inicial y finalizando con el “picado” del código.

Steve Turner, otro de los grandes «novelistas» que agraciaron al Spectrum.

En dicha tesitura, siendo más fácil que ahora asociar una obra al nombre de su creador, no extraña que muchos de ellos alcanzasen fama y prestigio entre los gamers de la época, que los idolatraban y muchas veces anteponían ese criterio sobre cualquier otro a la hora de valorar una posible compra. Si un juego lo había hecho fulano no hacía falta ni leer las críticas: tenía que ser bueno y punto. Aquel star system acabó desapareciendo conforme la industria de los videojuegos se agigantaba, en especial a partir de los años noventa del siglo pasado, pero lo hizo dejando para el recuerdo multitud de historias relacionadas con gente que solía moverse entre el desparpajo y la excentricidad, pues muchos eran jóvenes autodidactas que aún estaban en el instituto o incluso en el colegio cuando pergeñaron los trabajos con los que reservarse un lugar en la Historia. Personas, a fin de cuentas.

Leer Superestrellas de la programación (primera parte).

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