El otro día pude ver al fin el Episodio III de la mítica saga Star Wars, La venganza de los Sith. En su día cometí el craso error de dejarme embaucar para ver el Episodio I y cuando salí del cine (espantado, como la mayor parte del público asistente) me juré a mí mismo que Lukitas no volvería a engañarme para sacarme los cuartos. De este modo, el Episodio II lo he visto hace poco por TV (sólo para constatar que, por momentos, parece un pasteleo digno del guionista de Titanic) y el citado Episodio III lo he visto gracias a que uno de mis hermanos me ha pasado una copia de la peli en DVD. Aunque ésta parece muchas veces un videojuego para pajilleros oligofrénicos adictos al «bakalao» y al reaggetón, y aunque Lukitas sigue demostrando que no tiene ni puñetera idea de manejar una cámara o dirigir a los actores (Ewan Mc Gregor y Hayden Christensen están de cárcel, sin ir más lejos) hay que reconocer que La venganza de los Sith supone un final relativamente digno para la que, por otra parte, es una de las trilogías más inútiles e insustanciales de la historia del cine: en este caso concreto me parece bastante absurdo que nos cuenten algo que ya todos conocemos de sobras. Incluso los menos iniciados en el universo Star Wars saben de qué va el rollo. Hubiera molado mucho más ver plasmados en cine los Episodios VII, VIII y IX, que con un buen guión sosteniendo la historia tendrían a buen seguro mucha más miga, amén de adaptarse mucho mejor al progreso tecnológico que la civilización y el cine en particular han experimentado en los últimos treinta años. Y es que la profusión de efectos digitales y pantallas verdes de los primeros tres Episodios no acaba de concordar con los «Episodios Clásicos» (IV, V y VI) y la estética «chatarrera» y grisácea de sus maquetas, toda vez que la acción de las cintas «clásicas» transcurre muchos años después de las precuelas…

«Sólo me interesa una cosa: vuestro dinero».

El Spectrum y «la Saga» nunca se llevaron demasiado bien, la verdad. Por correspondencia temporal, el micro del Tío Sinclair coincidió con los Episodios protagonizados por Luke, Han y Leia, y fueron estos los que se intentaron adaptar a los micros de la época, en una serie de propuestas que en general tuvieron un resultado muy dispar, tirando a flojito. Comenzando con el escalofriante Death Star de 1984 y terminando con Droids (basado en la serie de dibujos animados del mismo nombre) ninguna de las adaptaciones videojueguiles del universo  Star Wars quedó excesivamente afortunada, no ya en el Spectrum, sino en cualquiera de las máquinas de 8 e incluso 16 bits de aquella época, que resultaban claramente escasas para recrear con un mínimo de garantías un universo tan rico y visualmente tan llamativo. Hubo una curiosa excepción: el Starstrike, publicado en 1985.

Pantalla de carga del juego

«Tomando prestada» la secuencia del ataque a la Estrella de la Muerte en el Episodio IV (y a su vez «fusilando» una máquina recreativa creada por Atari, que tiempo después sería convertida a los ordenadores domésticos sin demasiada fortuna por Domark), los muchachos de Realtime se curraron un entretenido y espectacular arcade lleno de momentos para el recuerdo (la escena en la que el planetoide salta en pedazos es impactante) y acción a raudales, en un entorno 3D con gráficos vectoriales muy bien trabajados. Se trata sin duda de la mejor adaptación que hay para Spectrum de la famosa trilogía, aunque sea «apócrifa». Entre tanto, yo me quedaré con las ganas de ver algún día una adaptación de El hombre que salvó al mundo, aunque sea para el PC. Teniendo en cuenta cómo es la película de marras, un videojuego basado en ella podría ser una de las experiencias más lisérgicas de toda la historia. ¿Quién se atreve?

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