Quizás se deba al parecido de ciertos bichos con una especie de enormes langostas con pinzas. O cangrejos de río, que también:

En esta web siempre hemos tenido una gran admiración y cariño hacia Don Priestley. No solo era un estupendo programador, sino que supo dejar en sus juegos como ningún otro la impronta de su arrolladora personalidad y su irreverente sentido del humor. Además demostró tener un par de pelotas que ya quisiéramos muchos, cuando con los cuarenta cumplidos y una familia a cuestas decidió abandonar el paraguas de un trabajo seguro para gastar todos sus ahorros en comprarse un ordenador y vivir de lo que había aprendido en unas clases nocturnas, haciendo videojuegos y vendiéndolos en abierta competencia con tíos a los que doblaba en edad. Todo en un contexto semejante al actual, en un Reino Unido triste y gris ahogado por la crisis y por las decisiones de Margaret Thatcher como Primera Ministra, experta en aplicar a machacamartillo el decálogo neoliberal basado en cercenar derechos sociales y enriquecer a amigachos.

Al igual que hizo el NO-DO en España mostrando a Franco como un entrañable abuelete, hay quien no vacila en perpretrar insultos a la inteligencia como este.

Curiosamente, el juego más vendido en la carrera de Priestley sigue siendo 3D Tanx, hoy considerado un producto “menor” al lado de los que más tarde harían famoso a aquel barbudo irlandés. Por encima incluso de este Maziacs, versión para Spectrum de un juego creado un año antes para el ZX-81 y en el que Priestley, fiel a su estilo, plasmó algunas de sus más reconocibles señas de identidad; esas que hacen que la práctica totalidad de su obra esté entre el escaso software para Spectrum que ha envejecido dignamente, al punto de que Maziacs conoce ports para toda suerte de ordenadores, consolas y hasta un juego de rol publicado en 2010. Y es que por encima de sus deficiencias técnicas (básicamente un sroll brusco y una lentitud de respuesta a los controles a veces enervante), Maziacs continúa siendo un juego muy divertido. Igual que su creador, demonios. Pocas veces un juego de laberintos en apariencia tan sencillo ha dado para tanto.

4 thoughts on “¿Por qué odio tanto el marisco?”
  1. Este juegazo es uno de los que en algún momento caerán en la revista Yo Tenía Un Juego. Es divertido hasta decir basta, y como los labrintos se generan al azar su rejugabilidad es infinita.

  2. Jose: Priestley es un superhéroe en aspectos que van más allá de sus propios videojuegos.

    Morbid: Pues sí, es un juegazo a pesar de sus defectos. Y puede que también gracias a ellos.

    Leo D.: Tómese la molestia de patear la web y dígame si esto es un «blog de política». Por cierto: excusa es con X. Se retrata usted mismo, caballero.

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