La historia del cine está llena de películas que en fase de preproducción parecían destinadas a reventar las taquillas y acabaron convertidas en grandes fiascos, a veces sin que nadie fuese consciente del momento a partir del cual empezó a joderse todo. Me parece que fue Robert Zemeckis el que durante una entrevista dijo a propósito de 1941: “Con el guión acabado Spielberg, Bob Gale y yo mismo nos revolcábamos por el suelo de la risa mientras lo leíamos. Cuando por fin vimos ese mismo guión en la pantalla nos quedamos petrificados al comprobar que no nos hacía ni pizca de gracia, y lo peor es que éramos incapaces de saber por qué. Teníamos la película acabada después de gastar tres veces el presupuesto inicial y ya no era posible dar marcha atrás. Había que estrenarla de todos modos. Y así nos fue”.
John Belushi: «De saber en qué carajal me estaba metiendo habría preferido suplantar a Joe Cocker y hacerme rico a su costa».
Durante la década de los ochenta, uno de los casos más conocidos de este fenómeno fue sin duda Howard el pato (estrenada en España como Howard, un nuevo héroe). A priori tenía elementos de sobra para triunfar, con George Lucas poniendo la pasta, con el coguionista de su mejor película (American Graffiti) dirigiendo el cotarro y un trío protagonista que, pese a no estar muy bregado frente a las cámaras, garantizaba sin embargo un trabajo solvente: Jeffrey Jones venía de hacer Amadeus con Milos Forman; Tim Robbins apuntaba maneras pese a estar aún lejos del estatus de gran estrella que alcanzaría años después; y la pizpireta Lea Thompson se había convertido en un icono planetario tras su paso por Regreso al futuro y estaba preciosa a sus 24 años. Ella sería la más damnificada por su participación en un filme que resultó ser un fistro, masacrado sin piedad por la crítica y el público. Su carrera en el cine, hecha añicos nada más empezar, jamás se recuperó.
Lea Thompson, aka Jem, chica pop, canta a las bondades de la zoofilia.
En tales circunstancias cabe preguntarse lo que pensarían los responsables de un videojuego basado en tamaño desastre, sobre todo ante la perspectiva de que las ventas se resintiesen notablemente. Claro que aquellos eran otros tiempos y los riesgos a asumir no eran tan altos como ahora, ya que un par de tíos trabajando unos pocos meses se bastaban y sobraban para dar a luz un juego comercial con el que conquistar el hit parade ese. Paradójicamente, las limitaciones de la tecnología existente suponían una ventaja añadida: dada la imposibilidad de ser absolutamente fieles a las películas, a la hora de convertirlas en videojuegos los programadores disponían de una libertad creativa difícilmente imaginable en la actualidad.
Sin dejar de lado la esencia de la cinta original, los autores del videojuego podían desmarcarse de ella lo suficiente como para gestar un producto con personalidad propia, inmune ante el posible fracaso de la película. Tal fue así en el caso de Cobra, que junto a Yo, el Halcón marcó el inicio del declive en la carrera de Sylvester Stallone. Cuando a Jonathan Smith le encargaron convertir en videojuego semejante despropósito, él decidió simple y llanamente pasárselo por el forro de los cojones. Joffa respetó la base argumental (la lucha del protagonista contra una banda de asesinos que pretende cargarse a la testigo de uno de sus crímenes), pero el resto quedó a discreción de su desbordante talento y de su ácido sentido del humor. El resultado es uno de los mejores arcades de plataformas hechos nunca para Spectrum, un juego que perfectamente se podría haber convertido en máquina recreativa y que va mucho más allá del simple alegato ultraderechista de la peli, alzándose sobre ella y constituyendo de paso un divertido homenaje al bueno de Sly y a su magna filmografía.
El caso de Howard el pato es bastante parecido. Cuando se hizo con los derechos de la película, la compañía Activision decidió tirar por la calle de en medio creando un juego que apenas guardaba parecido con el filme original, basado a su vez en un olvidado cómic de Marvel. Incluso el argumento difiere (además bastante), convirtiendo este producto en un beat ´em up al uso de la época que bien podría haber sido punto de partida para una franquicia si la película hubiese tenido éxito.
Pero hasta en eso le faltó suerte al pobre Howard, pues si bien el juego no era malo, tampoco tenía las cualidades necesarias para pasar a la historia. Menos aún en la conversión para Spectrum, realizada con cierta ramplonería por Software Studios, grupo de programación vinculado a Activision que estaba destinado a vivir días mejores, como demuestran posteriores realizaciones suyas del calibre de After Burner o R-Type. Al contrario que la película, convertida hoy en un clásico de culto, Howard el pato: aventura en la Isla del Volcán nunca ha abandonado su estatus de medianía. Pero del mismo modo que Stanley Kubrick solía decir que hacer una buena película a partir de un mal libro era una tarea relativamente sencilla, Howard el pato y contemporáneos suyos como Death Wish 3 o el mismo Cobra demuestran lo fácil que resulta hacer un videojuego que supere, en ocasiones con creces, a cualquier diarrea defecada sobre un montón de celuloide barato.
No tuve el gusto de ver la peli del pato, la verdad es que como personaje no me atrae para nada 😀 😀
Tengo que probar las versiones de estos juegos para C64, aunque tampoco sé si son iguales a las de Spectrum que comentas.
La versión de Howard para el C-64 es obviamente mejor que la de Spectrum, pero tampoco mucho. Tal y como dejo caer en el post al hablar de la versión de Spectrum, eso mo implica que sea mala. Es ramplonilla, pero deja pasar el rato sin complicarciones.
Respecto a la película pues no te pierdes nada si eres una persona normal. Si eres un frikazo amante del cine de desecho, como un servidor, pues te pierdes una pequeñah jran ovra, aunque sin llegar al nivel de ponzoñosidad de otras películas involuntariamente malas: los 40 millones de dólares que Lucas se gastó en este sarao se notan, a fin de cuentas. Eso sí: soportar a un personaje tan insufrible coom el de Tim Robbins hasta el último segundo de metraje (literalmente, o casi) es una auténtica prueba de hombría.
Yo lo tuve para el Spectrum, de los primeros que tuve, en un pack junto con Golpe en la pequeña China, Alien, y Regreso al futuro. En aquella época esta bien para pasar el rato aunque el segundo salto que tenias que hacer te quitaban las ganas de seguir jugando.
Curioso pack. El de Golpe en la pequeña China guarda muchos paralelismos con este: superproducción batacazo (aunque no tanto como la que nos ocupa) con su correspondiente videojuego medianía que servía para pasar el rato, pero poco más.