Toca homenaje a la que sin lugar a dudas fue “mi revista” en tiempos del Spectrum e incluso más allá. Una publicación mítica dentro de la enorme panoplia disponible en los quioscos españoles, que no sólo es un referente del sector de la informática. Porque en 2005 se habrán cumplido ¡veinte años! desde que el primer número de Micromanía salió a la calle. Esto convierte a la revista en una de las más longevas de entre las editadas en España, y desde luego en la más longeva de entre las que tienen algo que ver con la informática y los videojuegos.

La gran baza con la que ha venido jugando Micromanía para sobrevivir durante tanto tiempo es su capacidad para evolucionar en el momento exacto y necesario, consiguiendo no perder lectores habituales mientras se las ingeniaba para ganar nuevos adictos, puesto que no se ceñía, como ZX o Microhobby, a un solo sistema: cuando ni siquiera se atisbaba en el horizonte el fin de la era de los 8 bits, la revista ya dedicaba paginas a las máquinas de 16 bits que acabarían sustituyendo al Spectrum y compañía. También supo estar al quite cuando el PC pasó a convertirse en el caballo de batalla de la revolución digital acaecida en los años noventa. Hoy día, en pleno siglo XXI, inmersos como estamos en la era de Internet y de la globalización, está por ver si conseguirá sobrevivir a la dura competencia que suponen las publicaciones on line. Yo apostaría a que sí, aunque ello suponga dar el salto definitivo a la Red y dejar de editarse en papel. Mientras tanto ahí sigue, presentándose en los quioscos mes a mes con puntualidad suiza, y desde luego sin visos de que vaya dejar de hacerlo a corto plazo.

Dos números uno frente a frente.

Es evidente que a nosotros la época de la revista que más nos interesa (y de la que mayormente voy a escribir aquí) es la de los primeros años, cuando los 8 bits eran los reyes y cuando nació Micromanía, con el claro objetivo de ser una especie de versión mensual y “extendida” de la mítica Microhobby, que era también de la misma editorial. Micromanía no se ceñía a tratar temas relacionados con el Spectrum y en sus páginas también había hueco para el C-64, el Amstrad CPC y el MSX, presentado en el número1 con un amplio reportaje; aunque al ser el ordenador del Tío Clive el más popular en España, con cerca de 200.000 unidades funcionando para 1985, nuestra revista tenía a Sinclair como “cliente preferencial”.

Pero lo mejor de todo es que Micromanía era una revista centrada en los videojuegos, así que no es de extrañar que de inmediato se convirtiese en un fenómeno popular. En ese sentido la revista tuvo la inmensa fortuna de aparecer en el momento oportuno, puesto que para entonces el ordenador personal ya empezaba a ser visto como un compañero ideal para los momentos de ocio. Y más el Spectrum, al que entonces yo consideraba ya como una “videoconsola con teclado”, opinión que se reafirmaba en la sesera de quienes habíamos tenido la oportunidad de probar cosas más serias. Definitivamente, los tiempos de considerar al Spectrum como un artefacto para algo más que jugar comenzaban a quedar atrás.

El modo en que yo descubrí Micromanía fue más casual que otra cosa, puesto que nunca había oído hablar de ella ni nadie me había dejado jamás un ejemplar para ojearlo, y ni siquiera (por increíble que parezca) había reparado en su presencia dentro de los estantes de la librería a la que yo, mes a mes, acudía puntualmente para comprar el ejemplar de turno de ZX. En el frío mes de noviembre de 1985 acabé fijándome en ella cuando vi que en la portada se anunciaba un “destripe” exhaustivo del Profanation, juego que por aquel entonces nos traía locos a mí y a mis hermanos con sus diabólicas pantallas. Ni corto ni perezoso decidí llevarme un ejemplar para echarle un vistazo. Y desde entonces ya nada sería igual.

Profanation profanado. Era el mes de noviembre de 1985.

 

Lo de los emuladores no es algo precisamente novedoso.

Ante mis ojos se abrían de par en par las puertas de un mundo nuevo. ¡Una revista que trataba exclusivamente de videojuegos! Me frotaba las manos ante la oportunidad de mantenerme informado sobre las novedades del sector, y a la vez encontrar ayuda con aquellos juegos que se me resistían ferozmente a la hora de acabarlos. Por aquel entonces mi programateca particular ya crecía a un ritmo muy aceptable, puesto que conocía a bastante gente con la que intercambiaba cintas. Por tanto resultaba muy fácil darse algún batacazo, al pedir juegos que tú pensabas que molaban mil y luego resultaban ser una puta mierda.

Con la Micromanía en mano mejoró ostensiblemente el criterio a la hora de elegir dentro de aquellas interminables listas pobladas de nombres. Con ella era posible estar al tanto de lo que valía la pena y lo que era morralla, de lo que era novedoso o lo que estaba desfasado, de lo que marcaría un hito y lo que pasaría haciendo mutis por el foro. Cierto que dada su periodicidad mensual, y por el hecho de no centrarse exclusivamente en el Spectrum (aunque casi), la revista no podía abarcar las novedades en materia de videojuegos con la misma exactitud que su “prima hermana”, la mítica Microhobby, pero era una opción más que válida y desde luego más asequible, al menos para mí.

No me cabe la menor duda de que Micromanía fue una revista casi revolucionaria para el momento en que vio la luz. Centrada casi exclusivamente en el mundo del videojuego, “multisistema”, orientada a un público eminentemente juvenil y dotada de una estética colorista y desenfadada, rompedora y muy atractiva, esta publicación abrió un camino a seguir para toda su competencia, que como en el caso de ZX no tuvo más remedio que renovarse para no perder lectores y desaparecer de los quioscos. Gracias a Micromanía fuimos muchos los que descubrimos de verdad el mundo de los videojuegos, del mismo modo que pudimos ver con bastante exactitud lo que había más allá del Spectrum, en muchos casos para darnos cuenta de que era mejor.

También descubrimos nuevos, sibilinos y horripilantes métodos de tortura ejercidos en la forma de aquellos legendarios (y muchas veces interminables) listados en “código máquina”; ininteligible ensalada hexadecimal que en más de una ocasión sólo servía para animarte a superar un juego afinando el joystick, abandonando la idea de trucarlo con pokes para finalizarlo. ¿Quién no se acuerda de aquel Cargador Universal de Código Máquina y de aquellos larguísimos listados que había que teclearse con él para poder “trampear” un programa? No eran pocas las veces en que bromeábamos con la posibilidad de que la Guardia Civil los utilizase para sacar confesiones a los detenidos en el cuartelillo.

“¡NOOOOO! ¡Confesaré todo lo que queráis, pero no me hagáis teclear el cargador del Gift from the Gods!”

Micromanía se convirtió de golpe y porrazo en mi revista de cabecera sobre ordenadores. Bueno, más concretamente sobre videojuegos, porque lo cierto es que no iba mucho más allá. Para estar al tanto de otro tipo de noticias era más conveniente la compra de revistas como la mismísima ZX. De hecho, esta última revista publicó muchas noticias sobre los enormes problemas financieros de Sir Clive entre 1985 y 86, problemas sobre los que Micromanía ni siquiera se hizo eco. Estaba claro que la publicación de Hobby Press no tenía por qué tratar tales hechos, puesto que se salían de su “jurisdicción”.

Por ello traté de compaginar la compra de ambas revistas, al darme cuenta de que se complementaban de maravilla. Sin embargo topé con un problema de difícil solución: el dinero. La asignación semanal adjudicada estrictamente por mis padres no daba para más, y me resultaba virtualmente imposible comprar ambas revistas el mismo mes sin renunciar prácticamente a cualquier otro gasto. Alguna vez lograba convencer a mi padre para que me comprase una de las dos revistas. Pero eran las menos, y yo no estaba dispuesto a renunciar a todo por comprar dos putas revistas. Por lo tanto opte por sacrificar ZX, que me molaba menos.

Winter Games para C-64, el único juego puntuado con un diez en toda la historia de Micromanía. ¿De verdad era para tanto?

Regularmente los ejemplares de Micromanía fueron poblando los estantes de mi habitación. Durante los primeros tiempos la revista no experimentó excesivos cambios, ni en la parte estética ni en la de contenidos. La sorpresa llegó en junio de 1988, cuando Hobby Press reinventó la publicación, literalmente, volviendo a revolucionar los quioscos: Micromanía se convertía en una revista “formato tabloide” doblando su tamaño, y reduciendo su precio desde casi cuatrocientas pesetas a menos de doscientas. Muchos nos preguntamos dónde estaba el secreto, la “fórmula mágica” que había permitido tan espectacular vuelco. Cierto que la revista incluía ahora más anuncios y que tenía un aspecto más cutre, con una estética más espartana y un papel de peor calidad, pero eso nos importó bien poco. De la misma manera que habíamos sido adictos a la primera generación de la revista, nos convertimos igualmente en adictos a esta segunda pese a que, por su tamaño, resultaba difícil de leer y aún más difícil de guardar. ¿Pero a quién le importaba eso cuando, siendo prácticamente la misma revista de antaño, el precio era de ganga?

Lo de «más por menos» era esta vez algo más que un simple recurso publicitario.

Para entonces, la revista nacida casi a la sombra de Microhobby había terminado imponiéndose a aquella. Yo la compré regularmente hasta entrada la década de los 90. Cuando comencé a trabajar y a ganar mi propio dinero, una de las primeras cosas que hice fue acudir a los almacenes de Hobby Press, en la madrileña localidad de San Sebastián de los Reyes, para adquirir todos los números atrasados de la Primera Época que me fue posible. Y aún después continué comprando algún ejemplar nuevo de cuando en cuando, ya con el PC bien asentado en mi casa. Hoy, a pesar de que posiblemente la revista carezca del glamour de tiempos pasados, su halo mítico continúa acrecentándose mes tras mes. Y confío en que siga haciéndolo durante muchos años.

¿El secreto de la longevidad de Micromanía? Los juegos para PC ya tenían su espacio reservado a finales de 1987, cuando muchos ni siquiera sabían lo que era un PC.

9 thoughts on “Micromanía (o de cómo me convertí en un «hardgamer»)”
  1. hola!! yo tb coleccionaba las micromania y microhobby…uff!! q recuerdos!! luego m compre el amiga 500 q ya fue una pasada!! aunque el primero fue mi querido spectrum +2A, todavia lo conservo!! con su caja original!! incluso tengo el zx81!! saludos

  2. Pues mi asignación semanal solo me daba para el MicroHobby, pero yo es que era un loco que disfrutaba analizando los listados de Basic, y todo lo que fueran aspectos mas bien técnicos del maravilloso ZX. Conservo todos los números de MH muchos de los cuales (Números atrasados) los compré por correo.

    Ahora Micromanía es HobbyConsolas ¿No?

  3. Recuerdo pasar por una librería grande del centro de Córdoba (Argentina) donde traían revistas del exterior, y cuando veía el monstruo tamaño periódico era un subidón de adrenalina tremendo!!! Por una parte la alegría de encontrar una revista nuevo y por otra el precio, que en esas epocas era una verdadera fortuna para mi apretadísimo presupuesto… así y todo creo que muchas veces me he privado de montones de cosas pero la MM me la compré 🙂

    Y por cierto, esas revistas llegaban a Argh. con unos 6 meses de atraso, asi que eran noticias «viejas», pero para mi eran nuevas nuevitas! Todavía las tengo a todas guardadas, y espero que en buen estado.

  4. Es una maravilla escuchar a la gente de mi generación (mediados de los 70) hablar de Micromanía y de aquellos tiempos. No existía Internet ni nada parecido y toda la información se transmitía de boca a boca, de cinta a cinta. Tuve un +2 que le compraron a mi hermano con once años y después llegó el superior Amiga 500 de Commodore (tremendo maquinón) para dar paso posteriormente a los PCs actuales de última generación.
    Yo personalmente, depués de tanto años frente a una pantalla podéis llamarme nostálgico pero me quedo con mis emuladores de Spectrum y Amiga.
    Fueron unos tiempos difíciles pero cojonudos.

  5. ¡Menudos recuerdos! Las micromanías junto a los juegos de spectrum formaron parte de mi vida,de una infancia feliz que guardo con cariño.La verdad es que en aquella época nos conformabamos con poco,y eramos felices con lo que había.Anda que no disfruté con juegos de spectrum como el army moves,navy moves,operation wolf,afterburner,etc.
    Está demostrado que,si nos fueramos a vivir a la montaña con un spectrum que funcionase y un montón de cintas,disfrutaríamos casi lo mismo que entonces,lo digo porque hace 10 años,cuando ya mucha gente teníamos internet,pasé unas vacaciones en una masía sin internet,sin pc,y con un spectrum con juegos,y aunque jugabamos poco,nos lo pasamos bien.
    Quizá deberíamos valorar más lo que tenemos ahora:pcs con juegos buenísimos y un montón de emuladores,internet que nos ofrece todo,en fin, que somos unos privilegiados y no nos queremos dar cuenta…

  6. Gracias por el comentario. La verdad es que en caso de aislamiento, yo preferiría tener un PC con emulador antes que un Spectrum genuíno. Sí, quizás sea un sacrílego, y por partida cuádruple siendo yo el admin de una web sobre el Spectrum, pero es que el tormento de las cintas todavía estoy intentando olvidarlo xD.

  7. Era un apasionado de esta revista. Yo soy portugués y siempre compraba la revista. Lástima que no se vende, ni sé si está todavía en España. ¿Existe un sitio web oficial de la revista?

  8. Marco: Pues lamentablemente hace meses que dejó de publicarse y la web oficial de la revista echó el cierre, aunque hay rumores de que otra editorial podría reflotar el proyecto. La noticia no me sorprendió: casi nadie compra hoy revistas sobre videojuegos, tema del que es muy fácil obtener más (y muchas veces también mejor) información a través de Internet.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.