Hará cosa de un año confesé sin tapujos en un editorial mi pasión por DOOM, uno de mis videojuegos favoritos de todos los tiempos y sin duda uno de los más influyentes, dejando a un lado los gustos particulares de cada cual. De vez en cuando resulta inevitable sustraerse a echar unos vicios con un juego que, a quince años vista de su publicación, sigue siendo increíblemente divertido y muy atrayente. La prueba está en la inmensa cantidad de documentación disponible a un solo clic de Google, pero lo que más puede llamar la atención es la gran cantidad de gente que saca tiempo libre de donde sea para implementar mejoras en el juego original, cuyo código está a libre disposición del público desde hace años.
Ya no se trata sólo de permitir la ejecución del programa sobre un sistema operativo moderno como XP: cachivaches como Doomsday HQ permiten incluir add ons capaces de aprovechar las posibilidades del hardware actual, por ejemplo para generar gráficos poligonales en 3D o iluminación dinámica de escenarios entre otras muchas cosas. Lógicamente aquello no se transforma en Crysis de golpe y porrazo, pero la mejora en el aspecto del juego es espectacular, y por supuesto no deja de ser el Doom de toda la vida. La sensación que uno tiene al verlo es parecida a la que se puede experimentar con un buen remake de juego de Spectrum para PC, con la salvedad de que en esta ocasión “todo queda en casa” y no hablamos exactamente de un remake, ya que estamos conservando el código original y utilizándolo como base para mejorar el programa y añadirle nuevas características.
Gracias a (o por culpa de) Doomsday, los cacodemons no se vuelven a ver igual…
Vista la aceptación que están teniendo, puede resultar curioso que en el mundo del Spectrum iniciativas como estas no hayan prosperado. En lo relativo a nuestro querido aparatito, lo más parecido a cosas como Doomsday fue el emulador Spec256 y los juegos adaptados para usar una paleta de 256 colores, ideas que no cuajaron y que hoy están completamente olvidadas. Posiblemente se deba a que el aficionado al Spectrum es un poco como aquel que montó en cólera cuando, a finales de los 80, se pusieron de moda las películas en blanco y negro coloreadas artificialmente.
Aquel invento, uno de los más grotescos y desafortunados en toda la historia de la cultura humana, fue vendido por algunos como la fórmula perfecta con la que atraer a una generación de espectadores (sobre todo jóvenes) que automáticamente catalogaba como aburrido todo aquello que se viese en B/N. Muchos buenos aficionados al cine, así como buena parte del stablishment artístico hollywoodiense (comenzando por Woody Allen) cargaron contra aquel engendro tachándolo incluso de “herejía” e “insulto”, pero entretanto tuvieron que resignarse a cambiar de canal o apagar la TV cada vez que aparecían en el receptor esas imágenes de Casablanca teñidas en cursilones tonos pastel.
Crimen contra la humanidad.
La situación en el mundo PC es algo diferente: la continua evolución del hardware de estas máquinas y del sofware con el que trabajan deja anticuados muchos juegos, hasta el punto de que no pueden funcionar sobre una máquina moderna si no es a base de operaciones como la virtualización, bastante complicadas de realizar para el usuario medio y que requieren un hardware potente, que no todo el mundo se puede o se quiere permitir. La alternativa de la emulación, pese a maravillas como DOSBox, no cubre todas las posibilidades y todavía tiene muchos fallos que pulir, mientras que a la mayoría de la gente no le sale a cuenta conservar un PC viejo sólo para jugar con Doom y poco más.
Con todo esto, los “lavados de cara” de viejas glorias para PC están a mi entender plenamente justificados, siempre y cuando se respete la esencia del original y se realicen legalmente. Más en el caso de los FPS como Doom, Quake y demás: la mejoría en el aspecto técnico es evidente, y ésta suele llevar pareja novedades que mejoran la jugabilidad y, en consecuencia, alargan la vida de estos magníficos juegos. Hacer este tipo de cosas en el Spectrum, sin embargo, no tiene demasiado sentido. Como en el caso del cine coloreado, habría que plantearse si pasar un juego de Spectrum a 256 colores aporta algo más a dicho juego que unos gráficos más bonitos, y en este caso la respuesta parece evidente: no.