De muy curiosa e interesante puede calificarse esta entrevista que Alfredo Pascual, del diario digital El Confidencial, realiza al legendario Paco Pastor aprovechando que se cumplen 27 años de la radical bajada de precios anunciada por Erbe Software, la distribuidora de la que Pastor era dueño y que, merced a esa maniobra, fulminó la lacra de la piratería que impedía el desarrollo en España de una auténtica industria del videojuego. De acuerdo que no es la primera vez que alguien le entrevista ni será la última, pero este caso es especial porque se publica en uno de los medios con mayor difusión en la Red y porque en el texto se enlaza un viejo artículo de esta su web, sobre una de las tiendas de informática y videojuegos pioneras y más famosas de España durante los primeros años ochenta: el Sinclair Store localizado en la madrileña plaza de Diego de León, que en aquella época ignota ayudó a difundir la informática y los ordenadores no como un peligro para la Humanidad, sino como una forma de facilitarnos la vida y, al mismo tiempo, pasar un rato divertido.

(Foto: Enrique Villarino para El Confidencial).

Respecto a la entrevista propiamente dicha, Pastor no cuenta en ella nada que cualquier aficionado español a la informática clásica no sepa ya. Arremete nuevamente contra la industria audiovisual y especialmente contra la musical, repartiendo hostias con la mano abierta como Bud Spencer al acusarlas de no haberse adaptado a los nuevos tiempos y aprovecharse de los usuarios para mantener los privilegios de sus ejecutivos. En cuanto a los videojuegos las cosas son algo diferentes, dentro de un negocio que hace tiempo que factura más que el cine, la TV y la propia industria musical juntas. No es lo mismo (y esto ya es una opinión estrictamente personal) vender un CD de música a 14 o 15 euros que un videojuego a 60. Quizás alguno de ustedes se me eche encima con las garras por delante pero la realidad es que, pese a lo caro que resulta, comprar el último GTA o el último FIFA por 60 euros es más asequible de lo que era comprar por 2.500 pesetas (unos 15 euros al cambio) una novedad para el Spectrum en 1984 u 85. Y las razones son varias, empezando porque desarrollar cualquier título actual implica tener a decenas de personas trabajando en él durante muchísimo tiempo, incluso años, cuando en época de los 8 bits raro era el juego big hit en cuya gestación se empleaba a más de dos o tres personas durante un periodo mayor de seis meses. Y luego está una de las pocas ventajas que acarrea la existencia de un “mercado global” para los usuarios de a pie: poder comprar cualquier cosa en cualquier lugar del planeta, buscando siempre la mejor oferta disponible, así como la existencia de un mercado de ocasión y segunda mano que no existía hace tres décadas y permite la adquisición de videojuegos a precios cuanto menos razonables. Si bien, tal como he dicho en alguna otra ocasión, el que piratea es porque quiere, no es menos cierto que hoy por hoy la piratería es un problema serio y que, como en 1987, solucionarlo está en manos de los dueños del tinglado antes que en las de los usuarios. Así lo vio Paco Pastor al darse cuenta de que amenazar al consumidor legítimo y enviar policías al Rastro de Madrid no servía de nada. Y así lo ve también ahora.

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