Confieso que no me gusta Dune, ni la película ni la novela de Frank Herbert. La primera la vi de crío en vídeo, y me pareció un tostón insufrible. La segunda la leí a los veintiún años animado por un amigo y no llegué ni a terminarla; otro bodrio espeso y pretencioso que jamás he intentado releer, y menos ahora que tengo poco tiempo libre para perder en actividades que sospecho no vayan a gustarme. Es un riesgo que no me puedo (ni me quiero) permitir.

Huelga decir que no he leído el resto de la saga y todo apunta a que seguramente no la leeré jamás, pero como me gusta el cine, a la película quise darle otra oportunidad hace unos años por si acaso, utilizando una edición remasterizada que encontré por ahí, sacando más o menos las mismas conclusiones que cuando la vi por vez primera: una producción disparatada que no hay por dónde cogerla. A tal punto llegó la cosa que hubo un momento en que paré la reproducción para irme a fregar y limpiar la arena de los gatos, y con eso creo que ya está dicho todo. Al final, lo más interesante de Dune, película y novela, tal vez se encuentre condensado en este documental donde Alejandro Jodorowsky (un jeta, pero un jeta muy listo) no vacila en burlarse de Dino de Laurentiis por haber gastado una carretada de pasta para terminar defecando un mojón de tamaño catedralicio.

Dean, uno de mis gatos, patidifuso viendo Dune. «¿Pero se puede saber qué coño es eso?»

Otra cosa son los videojuegos lanzados a partir de los 90. No era la primera vez que el concepto «estrategia en tiempo real» era llevado al mundillo y ahí está Stonkers (1983) para demostrarlo en el mismísimo Spectrum. En el desarrollo de la primera versión de Dune estuvo involucrado un grupo de viejos conocidos nuestros; pero fue Dune II: The Battle for Arrakis el que rompió todos los moldes señalando un antes y un después para el género. Su popularidad fue inmensa, al punto de que conoció ediciones hasta para la Mega Drive, y un servidor recuerda haber desgastado el ratón de su primer PC jugando con él hasta dejar la bola de dentro reducida al tamaño de una lenteja. Todo lo que para mí le faltaba a novela y película le sobraba a Dune II.

En ese momento el Spectrum era agua pasada para casi todo el mundo, y pese a que de forma oficial aún seguía comercialmente vivo, Dune II pertenecía ya a otra época y estaba claro nadie en su sano juicio se iba a plantear una conversión «hacia abajo» de un juego cuyas características rebasaban con mucho las capacidades de un ordenador moribundo y totalmente desfasado. Simplemente no iba a funcionar porque no podía funcionar, pero la sorpresa llegó en 1997 cuando un grupo de programadores afincados en Rusia, donde el Spectrum aún tenía adeptos dispuestos a trabajar para él, publicó una demo preliminar de Dune II destinada al micro de Sinclair y más en concreto para funcionar bajo el sistema operativo TR-DOS de Technology Research, muy utilizado por clones desarrollados en la antigua URSS a causa de su ventajosa relación precio – prestaciones. Allí el Spectrum seguía siendo ciertamente popular e incluso válido, porque tras la desintegración del país y la caída del bloque soviético nadie tenía un puto duro en bolsillo. Había que apañarse con lo que había, nada más ni menos.

Portada de Dune II con el subtítulo que llevó fuera de Europa.

Pero la cosa quedó ahí y ya, al mismo nivel de otras conocidas demos como la de Doom o Mortal Kombat desarrolladas también en Rusia hace lustros. Así fue… hasta ahora, momento en que se acaba de publicar una versión completa y totalmente operativa de Dune II para Spectrum culminando un proceso iniciado en 2014 con el lanzamiento de una versión jugable del primer nivel, seguida cinco años más tarde por otra en un estadio de desarrollo aún más avanzado. Aunque las intenciones de los creadores parecían estar claras merced al evidente progreso del juego, su publicación final en este 2021 parece haber cogido a todo el mundo por sorpresa, removiendo los cimientos de la comunidad de aficionados al Spectrum.

Centrados de una vez en comentar el juego, cualquier juicio emitido sobre él puede resumirse tal que así: la «traslación» de Dune II al Spectrum es magnífica teniendo en cuenta las diferencias abismales que separan un PC medio de 1992 y el ordenador de Sinclair, aunque monte unidad de disco y ratón. Dejando aparte que la conversión es válida únicamente para los modelos dotados con 128 Kb de RAM y esto obliga a reducir el número de contendientes a dos por falta de memoria, los detalles antes citados son tanto o más importantes porque si queremos jugar en un Spectrum real sólo podremos hacerlo con uno que monte el sistema TR-DOS. En segundo lugar Dune II es compatible con ratón (en este caso bajo la norma Kempston), aunque también puede jugarse sólo con el teclado en la clásica disposición «OPQAM».

Parece un pedrusco o un termitero abierto, pero es un gusano de la arena.

Y es en este último punto donde más se notan las diferencias entre un PC y el Spectrum, gráficos y sonido aparte. Las carencias del ordenador provocan que el control con el teclado resulte bastante hosco y falto de precisión, realmente incómodo y ocasionalmente frustrante. Con el ratón (en mi caso emulado desde Spectaculator 8) la mejora es palpable pero desde luego queda claro que no estamos manejando un compatible, ni siquiera uno de hace treinta años dotado con esos ratones de chichinabo que hoy serían totalmente inaceptables. Esto afecta seriamente a la jugabilidad, sobre todo contando con que las unidades no pueden ser manejadas en grupo y debemos seleccionarlas una a una para transmitirles órdenes; un verdadero coñazo por lo que supone de tener que estar moviendo el ratón de acá para allá continuamente, mientras el puntero se desplaza por la pantalla de nuestro ordenador hasta recorrer más kilómetros que un camión de transporte internacional.

Pero aun en el supuesto de que el manejo del juego fuese mejor de lo que es, a la altura de la versión original para PC, cabe hacerse una pregunta que para el caso es prácticamente obligada: ¿merece la pena pasar las horas muertas jugando con Dune II para Spectrum? La respuesta sólo puede ser una a mi modo de ver: no. Porque no estamos hablando de un juego exclusivo para Spectrum, sino de la conversión para él de un programa concebido originalmente para un sistema mucho más avanzado, donde resulta infinitamente más agradable de jugar. Un producto como Dune II para Spectrum habría tenido algún sentido en 1990 o por ahí (si el juego hubiese existido entonces, se entiende), cuando el viejo Speccy todavía era «el ordenador» de bastantes hogares pese a que la mayoría ya se estaban planteando sustituirlo. Dicho a las claras: para jugar con Dune II en un Spectrum ya sea real o simulado, antes cojo el pendrive con DOSBox y 128 Gb de juegos que tengo en casa y lo juego ahí.

Aparte de lo que supone como cierre para un capítulo largamente inconcluso en la historia del Spectrum posterior a su muerte comercial, en estas circunstancias Dune II queda reducido a poco más que una demostración de fuerza, tesón y capacidad por parte de sus autores; algo así como «nos propusimos hacer esto y mirad, por nuestros cojones, lo hicimos». En ese sentido no se les puede reprochar nada, al contrario. Con todo, y dado que el juego puede ser descargado gratuitamente, lo mejor que cabe hacer con él es que cada cual lo pruebe y saque sus propias conclusiones.

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