Los más jóvenes quizás ya no recuerden la figura de Benny Hill. Nacido en el seno de una familia de cómicos aficionados (su padre y su abuelo ejercieron ocasionalmente como payasos) Alfred Hawthorne, que así se llamaba en realidad, comenzó a salir por la tele nada más licenciarse del Ejército británico al iniciarse los años cincuenta. Pero sería durante la década de 1970 cuando llegaría su época de gloria gracias a The Benny Hill Show: su humor basado en el slapstick propio del cine mudo y de tipos como Laurel y Hardy, a medio camino entre la irreverencia y lo chabacano, pilló por sorpresa a una sociedad tradicionalmente conservadora que tuvo que esperar hasta 1976 para escuchar por primera vez en TV palabras como «mierda» o  «joder» en boca de alguien. Cortesía de los Sex Pistols y de un presentador, Bill Grundy, completamente ebrio.

Redefiniendo el concepto del caos en poco más de dos minutos.

A partir de los ochenta,la estrella de Benny Hill fue apagándose ante la competencia de programas con mucha más frescura como Splitting Image, más irreverentes y más atentos al creciente gusto de los espectadores por la sátira política. Las acusaciones de sexismo llegadas desde colectivos feministas también ayudaron, pero la puntilla se la dio el alto coste de realización de cada programa, cada vez más inasumible en un contexto de cambios radicales que, simple y llanamente, habían convertido el humor de Benny Hill en algo reiterativo, rancio y fuera de onda. Con todo, hacia mediados de la década la popularidad el cómico y su show era aún lo bastante grande como para que alguien lo convirtiese en protagonista de un videojuego para Spectrum. Eso fue en 1985, pero de Benny Hill Madcap Chase yo no supe hasta que leí algo sobre él en una revista británica que alguien me había dejado, y eso fue al menos dos años después de su publicación.

Para aquel entonces ni que decir tiene que ya sabía quién era Don Priestley, uno de mis programadores favoritos de juegos de siempre, y tenía tantos suyos como pude conseguir. Pero curiosamente no el de Benny Hill, que como ya he dicho ni conocía. Me sorprendió comprobar que era un poco anterior a Popeye, juego que creía había inaugurado la saga que yo denominaba «de los gigantes». De esos juegos tan característicos de su autor definidos por unos gráficos tan grandes como coloristas, en lo que sin duda resultaba un hecho inaudito en una maquina tan limitada como el Spectrum.

Cuando al fin lo probé no pude sentirme otra cosa excepto decepcionado: ya no es que los gráficos de Benny Hill careciesen de la simpatía y calidad alcanzada por Priestley en clásicos posteriores como The Trapdoor o Flunky. Benny Hll Madcap Chase a duras penas lograba recordar al Benny Hill Show en el que se inspiraba. Tratando de imitar uno de los típicos sketches del programa, caracterizados por el uso intensivo de la cámara rápida (un truco clásico para aumentar la comicidad de un número humorístico filmado) y un vivaz acompañamiento musical, llamaba la atención que el juego resultase tan lento y su control tan torticero y perezoso. Benny Hill Madcap Chase era un juego para probar, estar unos pocos minutos con él y acto seguido pasar a otra cosa. En resumen, al juego le faltaba algo.

Eso debieron pensar David SaphierAllan Turvey, quienes han decidido echarle a Benny Hill la salsa que a su juicio le faltaba. En pocas palabras, le han añadido la archiconocida Yakety Sax, la melodía que todos asociamos al Show de Benny Hill y que amenizó tantos números del programa, cabecera aparte. Con este montaje Turvey, autor en este mismo 2017 de un juego estupendo como es Terrapins, intenta demostrar cómo puede cambiar nuestra percepción de un juego mediocre, que hoy recaba más simpatías por nostalgia más que por otra causa, simplemente añadiéndole música.

Por desgracia se queda en el intento: el vídeo muestra al protagonista moviéndose con algo más de brío respecto al programa original, pero no se observan cambios más allá y la música de fondo no basta para mejorar la impresión en lo que cabría esperar. Además tampoco me parece demasiado bien hecha. Es verdad que el chip de sonido de los Speccy 128 no alcanza la excelencia de competidores como el SID del Commodore 64, pero a estas alturas todos sabemos que puede dar bastante más de sí.

Original y videomontaje, frente a frente.

Esto nos retrotrae a la época en que los primeros Spectrum de 128 Kb llegaron a las tiendas y sorprendieron a muchos…para mal. En aquel momento más de uno se preguntó si aquel «nuevo» ordenador valía realmente la pena. Porque, pese a incorporar novedades interesantes, en el fondo el Spectrum+ 128 no dejaba de ser el Spectrum de toda la vida con una pinta más moderna, más memoria y un chip de sonido en lugar del clásico beeper. Esa era la imagen que transmitía no ya al usuario final sino también a numerosos profesionales, y de ello se hicieron eco revistas como Microhobby, transmitiendo la decepción sobre una máquina de la que se esperaba más, a tenor de los rumores que apuntaban a algo realmente nuevo. Un verdadero «súper Spectrum» que jamás llegó, al menos no de forma oficial. Lo malo es que esa sensación caló igualmente entre los programadores de videojuegos.

Acuciados muchas veces por premuras de tiempo, y sin la obligación de tener que ofrecer algo verdaderamente distinto (las prestaciones gráficas de los Spectrum de 128 Kb son idénticas a los modelos de 48, por ejemplo), la inmensa mayoría de los juegos comerciales desarrollados para el modelo «grande» no eran otra cosa que el mismo juego destinado al modelo pequeño pero con música, adaptada al chip de sonido. Y en los juegos multicarga, con el añadido de poder cargar todo el programa de un tirón, algo que no siempre compensaba a causa de los elevados tiempos de carga desde el casete. Para que se hagan una idea, el primer juego desarrollado por una empresa como Ocean pensando específicamente para los Spectrum de 128 Kb fue Tai Pan, del que luego se haría lo que ahora llaman un downgrade para adaptarlo al Spectrum de 48 Kb.

Eso ocurrió durante el último trimestre de 1987, dos años después del lanzamiento de los primeros 128 de Sinclair. El tirón del +2, que desde su salida al mercado en 1986 cosechó un gran éxito de ventas, no había cambiado sustancialmente el panorama. Sólo al final de la década, cuando se hizo evidente que el Spectrum de 48 Kb se había quedado pequeño para todo y ya nadie lo compraba, alcanzó el modelo grande la preeminencia que merecía. Pero esa preeminencia llegó tarde, cuando las máquinas de 16 bits como el Amiga o el Atari ST estaban tomando el relevo, y cabía pensar si no era preferible ahorrar un poco más para dar el salto y olvidarse de una maquina desfasada, que poco podía ofrecer ya.

«Me lo tuve que comer con unas pastas».

Pese a sus limitaciones, es una lástima que el Spectrum 128 (+, +2 y el postrero +3) no fuese mejor aprovechado durante sus años de esplendor comercial, más o menos entre 1987 y 1988. Durante ese periodo escasearon los juegos que de verdad justificaban la adquisición del ordenador, sobre todo si ya disponías de un modelo de 48 Kb como en mi caso. Con la excepción de La abadía del crimen (un desarrollo original para ordenadores Amstrad), Where Time Stood Still y The Muncher, quien ya fuese propietario de un Spectrum «pequeño» tenía escasos alicientes para gastar dinero sustituyéndolo por otro que, memoria extra y chip de sonido aparte, era básicamente igual.

Es también una lástima que desarrollos actuales como The Hobbit 128, Castlevania o el reciente The Sword of Iana no llegasen en aquel momento, pues hubiesen contribuido a reforzar el status de una máquina por lo demás muy digna (sobre todo en el caso del +2), que en las manos adecuadas podía hacer auténticas virguerías. Pese a quien pese, un programa como sería el «nuevo» Benny Hill no entra en esa lista, quedando más cerca de aquellos años en que los programadores se limitaban a cumplir el expediente con el menor esfuerzo posible.

 

One thought on “La utilidad de 128 Kb”
  1. Gran articulo! Ratifico todo lo expuesto. En los 80 aguante sin problema con mi 48k (el gomas) hasta que di el salto en 1989 a los 16 bits con el Amiga 500. Para que comprar una actualizacion del Speccy si poco aporte puede ofrecer. Y pude disfrutar igualmente los grandes juegos del ordenador de Sinclair sin problemas.

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