“Poco a poco, la electrónica está sustituyendo a la mente humana, al igual que el vapor sustituyó al músculo. Acaba de empezar la revolución de la inteligencia”.
Sir Clive Sinclair, 1984.
Según me han dicho, el cerebro humano contiene 10.000 millones de células y cada una de éstas puede tener un millar de conexiones. Estas enormes cifras solían intimidarnos y hacían que desaprovecháramos la posibilidad de fabricar una máquina con una capacidad similar a la humana, pero hoy en día, cuando ya nos hemos acostumbrado a avanzar a este ritmo, podemos estar seguros de ello. Muy pronto, quizá dentro de sólo diez o veinte años, podremos montar una máquina tan compleja como el cerebro humano; si podemos, lo haremos. Entonces necesitaremos mucho tiempo para hacerla inteligente cargándole la información adecuada, pero también llegará a ocurrir.
Creo con certeza que en decenios, no en siglos, surgirán máquinas de silicio, primeramente para rivalizar y luego para superar a sus progenitores humanos. Una vez nos sobrepasen podrán crear su propio diseño. En un sentido real serán reproductoras. El silicio habrá terminado con el largo monopolio del carbono. Y también con el nuestro, supongo, porque ya no podremos considerarnos como la mayor inteligencia del universo conocido. Habrá quienes intenten detener el progreso, pero no obstante sucederá. La tapa de la caja de Pandora empieza a abrirse.
Pero consideremos un poco más cerca el presente:
Hablar de la tecnología de la información puede resultar engañoso. Es verdad que una de las características de los próximos años será la disminución en el coste de las publicaciones cuando la tecnología sustituya al papel; y esto puede ser tan importante como el invento de la palabra escrita y la introducción de los tipos móviles de Caxton. Pero hablar de la tecnología de la información confunde en un aspecto: se emplea para referirse a las personas que manipulan la información antes que a las máquinas manipuladoras, y en ello hay poco de fundamental. La verdadera revolución que acaba de empezar es una revolución de la inteligencia. La electrónica está sustituyendo a la mente humana, al igual que el vapor sustituyó al músculo. Pero la sustitución de la ligera inteligencia empleada en la línea de producción es solamente el principio. Los japoneses, con el programa ICOT, intentan fabricar ordenadores que traten conceptos en lugar de números, con una potencia millares de veces superior a las de las grandes máquinas actuales. Esto ha dado lugar a una respuesta rápida y poderosa de Estados Unidos. Existe un gran programa conjunto de desarrollo entre las principales compañías de ordenadores norteamericanas. Hay un programa DARPA por lo menos de la misma envergadura del ICOT, e IBM, aunque no dice nada, es muy posible que tenga el mayor programa de todos. Estos proyectos van destinados a lo que se denomina simplemente ordenadores de quinta generación. En realidad, se trata de una nueva variedad de máquinas y será tan distinta de los ordenadores actuales como éstos lo son de la máquina sumadora.
El simple microprocesador proporciona suficiente inteligencia para los actuales robots utilizados en líneas de montaje. Cuando los robots aprendan a ver y sentir, su cerebro crecerá. Con el tiempo, y no muy lejos en el futuro, tomarán decisiones en la línea de producción que actualmente están delegadas a un supervisor.
Ejemplo de lo que nos espera cuando los robots aprendan a ver y sentir.
Fuera de la fábrica emplearemos la mente del hombre en dos formas principales: como fuente de conocimiento y para la toma de decisiones. El primero de estos atributos ya está siendo presa de la máquina con el desarrollo de los llamados “sistemas expertos”, mediante los cuales el conocimiento adquirido por un hombre, por ejemplo un experto en minería, se aplica a la memoria de un ordenador. La transferencia de datos del ser humano a la mente de la máquina no es fácil ni rápida, pero una vez alcanzada puede copiarse a voluntad y difundirse. De este modo, un recurso anteriormente escaso pasa a ser abundante.
La capacidad de sacar conclusiones sensatas, tal y como esperamos de un médico o un abogado, seguirá siendo un monopolio del hombre, pero no para siempre. Los ordenadores de la quinta generación compartirán esta prerrogativa. El día de mañana podremos explicar nuestras dolencias a una máquina con la misma facilidad que a un hombre. Con el tiempo esta máquina estará en casa, eliminando la necesidad de ir a ver al médico y proporcionando una vigilancia mucho más regular del estado de salud y más asequible de lo que hoy resulta.
El ordenador como profesor sustituto puede ofrecer ventajas aún mayores. En la actualidad, y en tanto dependamos de los seres humanos, debemos tener un profesor para muchos alumnos. La ventaja de un tutor para cada niño es clara, y si ese tutor es también infinitamente paciente y está superhumanamente bien informado, podremos prever una mejora extraordinaria en el nivel de educación. ¿Aunque, cual es su finalidad si, en este futuro imaginado, no hay puestos de trabajo? Curiosamente podemos encontrar analogías en el pasado. Los ciudadanos libres de la Atenas de Pericles no llevaban una vida tan diferente de la que podría ser la nuestra, ya que para lo que tendremos las máquinas, ellos tenían esclavos que servían tanto para enseñar como para actuar de criados. Gracias quizás a su excelente educación, los ciudadanos libres de Atenas no parecen haber tenido dificultades para emplear su tiempo. Al igual que lo hacían ellos, necesitaremos educar a nuestros hijos para que sepan apreciar las cosas buenas de la vida, para inculcarles el amor por el arte, la música y la ciencia.
«Ehin, ¿kien dhize ke nojotro nho zavemo hapreziar lah kozaz vuenah de la bida?»