Y no, no me refiero a esta, malpensados:
«Joder, ya está el mierda del Leo echándome años de más».
Concretamente me refiero a esta:
Con su lanzamiento en agosto de 1972, la Sinclair Executive puso el mercado patas arriba. Hacía muy poco tiempo que las calculadoras de bolsillo eran una realidad y se habían puesto de moda al estar entre los primeros artefactos electrónicos que el hombre de la calle podía adquirir y llevar siempre consigo para facilitarse la vida, pero eso no significaba necesariamente que fuesen baratos. Las calculadoras empleaban parte de la tecnología más exclusiva del momento, por lo que mucha gente que quería comprarlas tenía que conformarse con verlas en los escaparates de las tiendas. Clive Sinclair dio toda una lección de arrojo y visión comercial impulsando el proyecto de una calculadora tan buena como las de la competencia pero mucho más barata. El ingenioso diseño de Chris Curry y Jim Westwood llegaba incluso a pasarse por el forro algunas especificaciones de Texas Instruments respecto al uso de su chip GLS 1802, “cerebro” de la Executive, pero a ellos eso les daba igual: no les importaban las especificaciones de los componentes, sino lo que estos podían hacer. Y funcionó de maravilla.
Hoy la calculadora de Sinclair, que figura por méritos propios en el inventario del MOMA neoyorquino como el icono del diseño industrial que es, ilustra como pocas máquinas el inicio de un proceso que con el tiempo llevó a la progresiva introducción de las computadoras en los hogares de todo el mundo. Porque la Sinclair Executive, igual que sus coetáneas de los años 70, bien puede considerarse una computadora; extremadamente primitiva eso sí, pero una computadora después de todo, que además podías llevar metida en el bolsillo.
Artículo relacionado: Mr. Calculator.