La música punk siempre me ha gustado y suelo escuchar algo de vez en cuando. En parte se lo debo a uno de mis hermanos mayores, quien durante los primeros ochenta atravesó una etapa punk al socaire del movimiento auspiciado por bandas como La Polla Records o Último Resorte; pero también a un colega suyo que, además de pasearse por la calle luciendo una imponente cresta, resultó ser un enamorado del Spectrum que me dejó numerosos juegos y me enseñó algunos rudimentos de código máquina (pues era igualmente un buen programador), aparte de ilustrarme en las fascinantes discografías y biografías de algunas de las bandas más representativas del punk británico como los Pistols, UK Subs y en especial los Clash de Joe Strummer, sobre el que se cuentan multitud de anécdotas mitificadas al correr del tiempo. Allá por 1984 Strummer se marchó de vacaciones a España y para sus desplazamientos (especialmente por Andalucía, que le encantaba) compró un mastodóntico Dodge 3700 GT color gris plata. En una ocasión se fue a Madrid de juerga con el coche, pero la cosa se desmadró tanto que acabó por olvidar en qué garaje lo había aparcado. El vehículo jamás apareció y cuenta la leyenda que a día de hoy permanece en el mismo sitio cubierto por una lona. Una historia digna de Cuarto Milenio (pero sin la ridiculez inherente al programa ni a su presentador) que ocasionalmente sirve al regodeo de numerosos melómanos y que hasta animó a la producción de un documental titulado I Need a Dodge!, en el que su director se lanza a la búsqueda del legendario coche.
«¡Granada mola un millón!»
Salvando las distancias, el argumento de I Need a Dodge! y la obsesión de su realizador por encontrar un coche en concreto podrían extrapolarse al ciudadano británico que se ha pasado años buscando unidades del Sinclair C5 y adquiriéndolas hasta reunir una veintena, nada menos, que conserva debidamente «aparcadas» en la buhardilla de su casa:
El hombre se reía cuando le comentaba en broma que había logrado reunir casi todos los C5 que se fabricaron. En verdad tampoco se puede decir que fuesen muchísimos más: cuando Sir Clive lanzó este «coche» a primeros de 1985 sus ambiciosos planes contemplaban la fabricación de 100.000 unidades anules, pero sólo hizo 12.000 antes de tener que retirarlo del mercado por culpa de la baja demanda (en la Wikipedia pone que sólo vendió 5.000, pero hay que contar con que la Wikpedia, hasta en su versión inglesa, es igual de fiable que un político liberal cuando habla defendiendo los derechos sociales). Actualmente se calcula que quedan unos pocos cientos en condiciones de circular, que pueden venderse por más de mil euros de ser totalmente originales.