A partir del último tercio de 1987 se hizo cada vez más evidente que la Europa de los videojuegos y la informática casera estaba a punto de cambiar. Las videoconsolas y los nuevos ordenadores de 16 bits venían pisando fuerte y en pocos años se apropiarían de un mercado que hasta entonces había pertenecido al Spectrum y sus competidores pero estos, lejos de estar derrotados, aún tenían cosas que decir. Aquellos venerables micros de ocho bits seguían presentes en muchos hogares del continente y no se había llegado a exprimir todo su potencial, como primero demostraría The Sentinel a nivel internacional y poco después haría La abadía del crimen en el mercado español.

A estas alturas, discutir si la leyenda del programa creado por Paco Menéndez y Juan Delcán está justificada o no es algo fútil, cuando no banal. La abadía empezó a ganar reconocimiento masivo al final de la última década del siglo pasado, cuando la retroinformática y el retrogaming comenzaron a ponerse de moda gracias a la expansión de Internet, y desde entonces la controversia entre quienes lo defienden como el mejor videojuego español de siempre y sus detractores alimenta periódicamente páginas, foros y redes sociales.

Yo opté por la prudencia del término medio desde que lo jugué por vez primera en el Amstrad de un colega, nada más salir a la calle: del asombro inicial tras contemplarlo por vez primera era fácil pasar a la frustración, un sentimiento desconcertante. “No me gustan los arcades. Prefiero hacer algo que haga pensar”, decía Menéndez; y el planteamiento de su última obra, alejado de los gustos comerciales de un mundo en el que las conversiones de recreativas japonesas estaban en boga, suponía de entrada un escollo importante. Si a eso le unimos una dificultad desmesurada y fuera de toda lógica (¿qué es eso de tener que colocarse sobre una baldosa concreta para rezar en misa, so pena de perder energía? ¡Anda, vete a la mierda!), no debería sorprender la nula acogida inicial que el juego tuvo entre el público, aunque la crítica se mostrase entusiasmada en su mayor parte.

¿Qué es lo que ha convertido a La abadía del crimen en referencia ineludible para la historia de los videojuegos, especialmente en España? Sin duda se adelantó a su época y pese a sus defectos, que los tenía y muy notorios, supo ganarse el aprecio del aficionado que inicialmente lo despreció pero que con los años fue adquiriendo el criterio necesario para ver el bosque más allá de los árboles. Yo mismo fui uno de ellos, y es que el mundo no se observa del mismo modo con quince años encima que con treinta o cuarenta. Y tampoco hemos de olvidar que la mitificación actual del juego viene dada en buena medida por la de su propio autor, el asturiano Paco Menéndez, que como buen genio vivió rodeado por un aura enigmática impenetrable hasta para quienes mejor le conocieron, y como buen genio se empeñó en desarrollar aquel proyecto contraviniendo las normas establecidas.

En un momento en que comenzaba a imponerse el trabajo de equipo en la creación de videojuegos, él se empeñó en hacerlo todo prácticamente solo, con la única ayuda de un amigo para que le diseñase los gráficos. En una época en que los juegos comerciales se desarrollaban en estaciones de trabajo potentes y caras para, desde ahí, ser portados a sistemas domésticos, él se empeñó en programar todo el código en el ordenador sobre el que inicialmente iba a correr, el limitado Amstrad CPC, y utilizarlo luego para hacer las demás versiones con la idea de lograr el máximo rendimiento en el menor espacio posible. En un momento en que la profesionalización del sector era prácticamente un hecho consumado, él se empeñó en hacer las cosas al viejo estilo de los pioneros. Es por todo ello que a la hora de homenajear a La abadía quizás sea más apropiado homenajear al autor antes que al juego, obra cumbre y final en la carrera de un programador irrepetible y al mismo tiempo obra cumbre y principio del fin para una época irrepetible en la historia del software español.

Leer Un homenaje a Paco Menéndez (primera parte).

Leer Un homenaje a Paco Menéndez (segunda parte).

4 thoughts on “Homenajes y tributos”
  1. «Os ordeno que vengais» que gran articulo amigo. Yo no creo que me acabe nunca este juego, pero si que lo jugare para correr delante del abad jejeje.

  2. Me ha gustado mucho tu artículo y comparto en gran medida todo lo que expones. Creo que el juego se ganó el halo de obra maestra ya en esta época de veneración de lo retro más que en aquellos años de la edad dorada, y como tú muy bien dices, habría que homenajear a su autor antes que al juego ya que el enigma que siempre le rodeó más su triste desenlace, sea lo que tal vez hay hecho encumbrar al juego primero como obra de culto, y hoy día como auténtico clásico referente.

  3. Gracias por lo que me toca. Salvando las distancias, a Paco Menéndez le ocurre un poco como a John Kennedy: si no se hubiese muerto antes de hora, su legado no se habría mitificado hasta el nivel en que lo está hoy. Otra cosa es el personaje, fascinante desde cualquier punto de vista.

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