En los años ochenta, el baloncesto vivió un considerable aumento de popularidad que en España tuvo mucho que ver con los éxitos alcanzados por la selección nacional durante el primer lustro de la década, en especial con la medalla de plata (prácticamente un oro) conquistada en Los Ángeles ´84 que convirtió al deporte de la canasta en el único capaz de frenar al fútbol. Para 1987, empero, esa popularidad se había diluido por culpa del fracaso en el Mundobasket del año anterior donde España, que jugaba ante su público, sólo pudo ser quinta ofreciendo una imagen más bien pobre. Aquello marcaría el inicio de una espiral negativa que culminaría en el desastre de los Juegos de Barcelona, donde en medio de la euforia por los éxitos de nuestros deportistas, el equipo de baloncesto se ganó el sobrenombre de Pesadilla Team en cruel antagonismo con el Dream Team de Jordan, Magic y compañía.

El «angolazo», sin duda el episodio más jrande en la historia del basket español.

Pero volvamos a 1987, donde pese a todo el baloncesto continuaba gozando de un inmenso predicamento en España. También entre los usuarios de un ordenador personal, jóvenes en su mayoría, que esperaban con gran expectación la llegada de un videojuego de basket made in Spain. A partir de este punto casi no hace falta decir nada más sobre Fernando Martín Basket Master, cuya rocambolesca historia a medio camino entre lo glorioso y turbio es conocida a estas alturas por casi todo el mundo, aunque si es usted un novato en el asunto puede ponerse al día leyendo este post y luego esta entrevista a uno de los autores de la primera versión sobre los que Dinamic, haciendo gala de su españolísimo origen como empresa, arrojó una montaña de mierda enfermiza para apropiarse del trabajo ajeno y, ya puestos, quedarse con el botín.

Dejando a un lado aquel tormentoso affaire, y aun resultando evidente que el juego casi ha envejecido tan mal como la mayoría del software español de la época, no me importa reconocer que en su día Fernando Martín me gustó mucho. Pese a sus defectos, que los tenía y gordos especialmente en el plano de la jugabilidad, nunca tuve la sensación de “hey, realmente creo que me han tangao” que notaba jugando por ejemplo a Emilio Butragueño Fútbol. Pasé ratos muy divertidos haciendo el gamba y buscando nuevas formas de machacar la canasta rival, ya fuera contra hermanos, contra colegas o contra el mismísimo Fernando Martín (resumiendo, el ordenador), aunque en este último caso era fácil ser deshonesto y aprovecharse de las carencias del juego para forzar su expulsión por acumulación de personales.

Fernando Martín Basket Master estaba lejos de ser la polla con cebolla, tal como pregonaban insistentemente las revistas del ramo, pero tenía “su aquel” y en cierta forma lo sigue teniendo. No llega al nivel de World Series Basketball, indudablemente el mejor juego de baloncesto para Spectrum, pero destila simpatía por su aspecto y sus detalles. Hace un tiempo anduve cacharreando un rato con todas las versiones y la famosa animación que aparece al concluir la carga todavía me hizo esbozar una sonrisilla. Me resulta un juego entrañable, qué vamos a hacerle, y es el mejor homenaje que se le puede hacer a un hito en la historia del software español, guste o no, y a un jugador de baloncesto genial. Aunque desde luego me encantaría probar la versión que nunca salió a la calle y que, según sus autores, era bastante mejor que la de Dinamic…

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