Aquí estamos de nuevo, recién llegados de nuestro merecido descanso vacacional. Todavía me quedaban unos días de vacaciones por aprovechar, y fiel a mi costumbre de ir en contra de la mayoría de las masas, decidí cogérmelos ahora para salir por patas de Madrid. En esta ocasión el destino elegido para «cargar las pilas» fue Fuengirola. La decisión se demostró totalmente acertada desde el primer momento; tanto por la época elegida para hacer el viaje (huyes de los agobios de la gran ciudad sin sufrirlos en tu destino, gozando todavía de un tiempo inmejorable para disfrutar de la playa) como por la ciudad elegida. Ésta posee escaso atractivo turístico más allá del acostumbrado «sol y playa» típico en la Costa del Sol, pero no carece por ello de cualidades para merecer unos días de visita: las calles siempre están animadas y son ideales para un bonito paseo; la gente es muy amable con el visitante, siguiendo la fiel costumbre andaluza; abundan los pubs que ofrecen cada noche buenas actuaciones musicales en vivo; y por añadidura en octubre se celebran las fiestas mayores de allí, lo que asegura eventos llamativos como el popular y bellísimo Concurso de Enganches, y una ración extraordinaria de juerga.
Muchas han sido las anécdotas a recordar durante estos días, y si hubiese que citar alguna en esta página, sin duda me quedaría con la que nos acaeció en uno de nuestros largos paseos por las céntricas calles peatonales de la ciudad, cuando ante mi sorpresa vimos un divertido cartel publicitario en la entrada de un cibercafé, el cual tenía un peculiar sabor «retro» que os resultará bastante familiar. Ni que decir tiene que no pude resistirme a sacarle una foto y ponerlo por aquí.
«If España is different, Andalucia it is still mas» (traducción cortesía de Elmundo.es).
Por cierto, Sinclair todavía debe de ejercer en Málaga algún tipo de influjo: el que piense que lo de arriba es «casual» que sepa que en Málaga capital, muy cerca de la estación de ferrocarril, existe una tienda de informática que se llama… Spectrum. Toma ya.
Y poco más. Al igual que ocurre con el mal, tampoco hay bien que dure cien malditos años. Toca ahora volver a amoldarse a la dura realidad cotidiana, con sus prisas, sus trabajos, sus hipotecas y demás triunfos y miserias. Afortunadamente hay cosas que compensan todos los males, como trabajar en esta web sin ir más lejos. Ya lo dijo Mathew Modine en La chaqueta metálica: «Esta vida es una puta mierda. Pero estoy vivo, y no tengo miedo».