Dentro de la llamada «edad de oro» del software español (mal llamada, no en vano me refiero a ella citándola en minúsculas y entrecomillada cuando todo el mundo suele hacerlo al revés), si hay una compañía que destaque especialmente ésa es Made in Spain.
Los motivos son varios: tras esa denominación, admitida en su época como perfectamente normal pero que en la actualidad se asociaría con el españolismo más rancio, centralista, casposo, grimoso y de calcetín sudado, se esconden los verdaderos orígenes de la industria del videojuego en España, amén del germen del que llegaría a ser el proyecto empresarial más longevo y con mayor éxito internacional de su historia tras el de Pyro Studios. El grupo de adolescentes de barriada wannabe (la madrileña Ciudad de los Periodistas) que levantó el tinglado casi como forma de pasar los ratos libres, ni se imaginaba que llegaría tan lejos.
Situándose en medio de aquellos hechos trascendentales, la etapa de Made in Spain debería figurar como una especie de periodo de transición, ya que no fue otra cosa que el escalón previo a la profesionalización total de sus integrantes dentro del negocio (salvo el añorado Paco Menéndez, que escogió otro camino) y apenas ocupó dos o tres años de una trayectoria que abarcó todo el último cuarto del siglo pasado hasta alcanzar, incluso. el principio del actual. Pero sin embargo ésa es la etapa que más recuerdan los aficionados españoles a la informática y los videojuegos clásicos, al coincidir su niñez y adolescencia con un periodo de clara efervescencia del sector en el país. Nostalgia, si se quiere, pero también otras cosas. Porque frente a empresas como Dinamic o Topo Soft y sus métodos industriales de orientación cien por cien comercial, Made in Spain se dejaba guiar por criterios más «artísticos», digámoslo así: pocos juegos y por tanto espaciados en el tiempo, pero poniendo en ellos mucho esmero, cariño y gusto por los detalles. Esto les otorgaba una pátina de clase, un estilo propio que contribuyó a llamar la atención del público y a fidelizarlo en torno a una marca cuyas producciones siempre eran recibidas con expectación, independientemente del «bombo» que les atribuyesen las revistas.
Fucking gods.
Esas producciones se realizaron bajo premisas muy singulares que a día de hoy están ampliamente desfasadas, sobre todo en cuanto a jugabilidad. El paso del tiempo no perdona y suele colocar todo en su sitio salvo honrosas excepciones, y aunque en la trayectoria de Made in Spain dichas excepciones existen, sentía curiosidad por ver qué saldría de una votación pública que las enfrentase a la nostalgia pura y dura.
Dicho y hecho, hala.
2 votos: París – Dakar
Juzgando a título exclusivamente personal, me sorprende que este juego haya recibido tantos votos. Descartando la posibilidad de que sean votos de coña, porque no hay motivo para creer que lo sean, eso significa que hubo a quien le gustó. Peor aún: a día de hoy hay dos tipos a quienes este juego les trae, como mínimo, buenos recuerdos, y quizás hasta todavía les guste.
Llegado en el último trimestre de 1988 con varios meses de retraso respecto a los primeros anuncios, y por tanto en medio de lo que hoy se llamaría «un hype enorme», París – Dakar resultó ser una decepción que ni las revistas lograron evitar pese a su empeño por ocultarlo. Tiempo atrás Micromanía había despachado The Last V8, un zetoso producto de Mastertronic, señalando textualmente que «durante todo el rato sólo veréis una carretera y un coche» para destacar lo aburrido que era. Bueno, pues París – Dakar era básicamente eso mismo (una carretera y un coche, todo el rato), sólo que ahora el redactor de turno parecía haberlo olvidado. Especialmente a la hora ponerle nota, por supuesto.
Qué coñazo, por Dios. Y si a eso le añadimos factores de dificultad absurdos típicos en cualquier videojuego de entonces pero más aún si era español, aquello sólo podía valer como cura para el insomnio provocado por la ansiedad. Doy fe, ni pastillas ni hostias en vinagre. Ni siquiera los gráficos, seña de identidad (que no cliché) habitual en productos de su nacionalidad, me parecieron muy destacables en su momento. Ahora me lo parecen aún menos.
4 votos: Afteroids.
En contraste absoluto con París – Dakar, Afteroids sí resultó ser un buen juego. Este hasta me lo compré, aprovechando una oferta 2×1 lanzada en toda España para conmemorar el primer aniversario de la bajada de precios del software a 875 pesetas. El otro juego que me llevé en el lote fue Phantom Club, pero miren cómo son las cosas: mientras aquel lo adquirí en la (falsa) creencia de que sería la polla con cebolla, el de Made in Spain fue el que elegí de «regalo» y casi porque no sabía qué otro juego pillar en la tienda del Rubito, harto de verme dando vueltas por el mostrador como si fuese una peonza. La máquina original de Atari me había gustado mucho en su momento, y la verdad es que de Afteroids no esperaba gran cosa salvo una especie de remake innecesario, pero me sorprendió. Para bien.
Para mi gusto, el mejor programa publicado bajo el sello de Made in Spain. Aunque gráficamente era «funcional» y no destacase por nada, el concepto de base (el de la máquina) estaba muy bien aprovechado y se le daban las vueltas de tuerca justas para hacerlo más divertido y adictivo. Más mejor, en resumen. Es que no le faltaba ni una voz digitalizada, oigan.
5 votos: Fred y El misterio del Nilo.
Sobre ese clásico que es Fred, no hace falta decir nada. Cierto que no fue publicado bajo el sello Made in Spain, pero tras él se encontraban los fundadores de la empresa y no en balde tuvo secuela, obra de los mismos tipos y lanzada ya con el logo de la firma en la carátula. No incluirlo en la encuesta habría sido un error.
Respecto a El misterio del Nilo, hoy no se podría publicar un juego semejante por obvias razones de violación de derechos de autor. Incluso tras cambiarle el título a la película en que se basa y los nombres a los tres protagonistas, las semejanzas son tan obvias que turbas de ofendiditos bramarían en Twitter como si en el asunto les fuese un sueldo. Porque así es esa patulea de muertos de hambre sin oficio ni beneficio que no tiene nada mejor que hacer que construirse una vida imaginaria (pero al mismo tiempo completamente estéril), en vez de tratar de arreglar la suya propia. Ya que estamos, mando un saludo desde aquí al treintañero todavía virgen y apalancado con sus padres que se tomó como «un insulto personal» el decirle que las últimas películas de Hayao Miyazaki me parecían un fistro. Si no fuese tan patética, esta gente sería hasta divertida.
«Sois tan tontos que si os digo que voy a pagaros un piso de mi bolsillo por defenderme, lo mismo hasta os lo creéis».
Empero, en 1987 las cosas eran un pelín diferentes. Que no mejores en ciertos aspectos, pues no había tuiteros, youtubers ni famosetes de reality televisivo metidos a influencers o todólogos. España, ya aceptada en el concierto internacional merced a su reciente integración en la Unión Europea y a la concesión de los Juegos Olímpicos de 1992, era por aquel entonces la segunda potencia europea en la industria de los videojuegos (aunque a gran distancia de la primera, Reino Unido); pero aún así el tamaño de dicha industria era tan ridículo que a nadie le importaba una higa la publicación de juegos que «fusilaban» ideas ajenas sin rubor alguno (y sin pagar derechos, por descontado). Con todo, y pese a las evidencias, las revistas especializadas se cuidaron muy mucho de no mencionar el origen de El misterio del Nilo por si acaso.
Como sabrán quienes hayan llegado hasta aquí, ese origen residía en una película, secuela de otra anterior, que había sido un fracaso cuando se estrenó, pero que a mí me había gustado bastante cuando la vi. Hasta un chiste inventado casi sobre la marcha por los actores de doblaje al castellano citando al equipo de baloncesto del Caja de Ronda me había hecho gracia. Es una pena que, siendo El misterio del Nilo un juego español, aquel chiste no estuviese representado en él de alguna manera, pero igualmente fue una pena que el juego se mostrase incapaz de representar todo lo que la película tenía de bueno y emocionante. Que era bien poco, a decir verdad.
Eso sí: cuando se hicieron públicas las primeras imágenes del juego, todo el mundo flipó y quiso hacerse de inmediato con una copia. Porque tenían muy buena pinta, eso sin duda. El misterio del Nilo es probablemente el juego gráficamente más cuidado y bonito de Made in Spain, pero también el más insufrible. Más aún que Sir Fred, que ya es decir. Cuando al fin pude probarlo, subyugado por el atractivo visual y la publicidad que destacaba la posibilidad de controlar hasta tres personajes dotados con inaudita «inteligencia propia», el cojostión fue morrocotudo. Sobre todo por lo de la «inteligencia propia», que resultaba ser la más subnormal en la historia de los videojuegos. Si vendes caramelos puedo entender que no anuncies que provocan caries, pero aquello ya era demasiado. Tener que estar pendiente de tus mongólicos compañeros de aventura, de los enemigos, de los obstáculos con los que podían tropezarse (o tropezarte tú), de los tiros, de las granadas y de su puta madre durante 40 pantallas era demasiado.
El misterio del Nilo es el mejor ejemplo de esa norma estereotipada en los ochenta de «si tienes un videojuego demasiado corto, hazlo difícil hasta el absurdo para alargarlo, aunque sea artificialmente».
6 votos: Humprhey.
El «tapado» de esta encuesta, al menos en lo que respecta a quien esto escribe. Porque cuando salió había perdido el interés por el Spectrum y prácticamente por los videojuegos en general. Por esa época había descubierto las fiestas, la bebida y las mujeres, lo que se traduce en que tenía otros intereses. Discutir si eran mejores o no, más productivos o no, lo dejaremos para otro día.
Ahí, de crecimiento personal.
En consecuencia, no probé este juego hasta mucho después, ya con emuladores. Y cuando lo hice la verdad es que me pareció justo que hubiese tanta gente que lo valorase bien y le tuviese tanto cariño. Inspirados por el bombazo de Mad Mix Game y mezclando conceptos de Pac Man y Crush Roller (que no era sino un clon del anterior, pero cambiando el trozo de pizza por una brocha electrónica), sus autores dieron vida a una cosa bastante simpática comenzando por el argumento, chorra pero que al hacer referencia al mundo del cine y a uno de sus más egregios iconos, pues adquiría un toque molón que le daba, a su vez, un minipunto extra se simpatía.
Vamos que el juego, con sus defectos, estaba chulo.
11 votos: Sir Fred.
¡Chorprecha en Las Gaunas! O no tanto, habida cuenta de las simpatías que este juego continúa despertando.
Pude comprobarlo cuando hice mención a él en Facebook con ocasión del 35 aniversario de su lanzamiento. Aquel post estaba escrito a propósito en unos términos ciertamente duros (sin pasarse, eh), habida cuenta de lo mal que ha envejecido el juego. Algo muy evidente en mi opinión. Bueno, cabría decir que en realidad ya era un juego «viejo» cuando salió, en el sentido de injugable por resultar demasiado difícil y esa sensación, más o menos admisible en su día por circunstancias, se ha ido acrecentando con el paso del tiempo.
Para mi chorprecha, muchos de quienes comentaron aquel post lo hicieron para defender el juego incluso estando parcialmente de acuerdo con lo que yo expresaba sobre él. En su momento les había hecho pasar buenos ratos pese al sufrimiento, y lo recordaban con cariño y nostalgia. Hubo hasta quien aprovechó la coyuntura para volver a jugarlo tras años sin tocarlo, y aunque estaban de acuerdo en que resultaba muy difícil, seguían disfrutándolo. Sarna con gusto no pica, dicen.
Resumiendo, que al final ganó la nostalgia. Y no me parece mal, eh. El pueblo soberano ha hablado, y para eso monto estas encuestas en la web.
Y de paso, para divertirnos todos un poco ¿no?
Totalmente de acuerdo en el nombre rancio de Made in Spain, ahora sería complicado sacar una empresa con ese nombre. Lo que no entiendo es dónde acaba Made in Spain y empieza Zigurat, porque buscando en WorldofSpectrum y Emuzone la mayoría de esta votación son como Zigurat. Sea como fuera, conozco gente que le fascinaba Paris-Dakar, y me lo creo, en su momento jugué muy poco, pero tenía su punto de originalidad (tenías que consultar constantemente el las indicaciones para saber dónde estabas).
Gracias por tu comentario. Lo del nombre de Made in Spain, a mi modo de ver, refleja muy bien la época tristísima y mongoloide que nos está tocando vivir.
Respecto a Zigurat, empezó a funcionar tras publicarse Sir Fred en 1986, y aparte de distribuir juegos realizados por otra gente como Nuclear Bowls, lo hizo también con los que llevaron el logo de Made in Spain hasta que el sello desapareció en 1989, al integrarse por completo en la estructura de Zigurat. Ciertamente es algo que en el artículo no está bien explicado, por lo que quizá cambie algunas cosas en el futuro.
Haciendo una búsqueda en Spectrum Computing, las cosas se ven bastante más claras: https://spectrumcomputing.co.uk/list?label_id=8906