El 13 de febrero pasado, después de comer con mi novia y unos amigos en un restaurante, decidimos acercarnos a cotillear por el Japan Weekend, una especie de mercadillo del manga y del anime cuya segunda edición se celebraba aquel finde en Madrid. Aunque reconozco que no soy precisamente un talifán de estos saraos, hacía milenios que no acudía a uno de ellos y me pareció que sería un modo divertido de pasar la tarde. Acabé topándome por allí con un amigo de toda la vida, con uno de los innombrables elementos de esa maravillosa web que es Cinecutre.com, y de postre conocí a una persona muy especial, con la que estuve charlando durante al menos tres cuartos de hora.

Por supuesto, también acabé bien empapado de lo que el común de los mortales definiría como “ambiente friki”, con cientos personas disfrazadas pululando a nuestro alrededor, participando en diversas competiciones y hasta en talleres de japonés. Lo más curioso es que tal vez fuésemos nosotros los tipos más raros del local, pues para empezar íbamos vestidos de calle y por añadidura más o menos “maqueaos”. Uno de mis amigos incluso llevaba, por circunstancias, traje y corbata, lo que le hacía destacar aún más entre tanto elemento vistiendo camisetas con motivos manga o portando disfraces, algunos realmente currados.

Vista general del Japan Weekend

Os preguntaréis qué tiene que ver todo esto con el Spectrum. Pues tal vez nada. O tal vez mucho más de lo que pensamos. En los años 80 Japón vivía en el cenit de su poderío económico y sobre todo tecnológico, y estaba indudablemente de moda, más todavía entre la chavalería. Películas como la seminal Karate Kid y la avalancha de videojuegos procedentes del país del Sol Naciente hacían que todos soñásemos con vivir en Tokio, aprender artes marciales, ponernos ciegos de sake e irnos de geishas. El influjo japonés en la cultura y la sociedad occidentales sería particularmente palpable durante la segunda mitad de esos años 80, y por supuesto ni el Spectrum se libró de él.

Es cierto que aquel pequeño aparatito pintaría muy poco en un evento como la actual Japan Weekend, pero pateando aquel montaje hubo momentos en que no pude dejar de pensar lo mucho que el Spectrum debe a “lo japo”. El mismo abuelo del Spectrum, el ZX-80, comenzó sus andanzas en el mercado llevando una CPU clónica del Z80 fabricada por Nippon Electric, empresa más conocida como NEC. Pero donde más se notó el influjo ejercido por “lo japo” en el Spectrum fue obviamente en su catálogo de juegos. Las recreativas niponas copaban los bares y demás centros de ocio por aquel entonces, y decenas de ellas fueron convertidas al micro de Sir Clive.

Algunas de esas conversiones están entre lo mejorcito disponible en materia de juegos para el ordenador, como por ejemplo Arkanoid y su secuela Revenge of Doh, Hyper Sports o Target Renegade, el mejor juego del tipo “yo contra el barrio” publicado jamás para nuestro amado cacharro. Eso sin contar los innumerables juegos directa o indirectamente influidos por los modos y modas procedentes de la patria de los samurais. Aunque el Speccy llegaría tarde para vivir en plenitud de facultades la mangamanía que se vivió en Europa a partir de los 90, resulta increíble comprobar hasta que punto llegó a ser profunda la relación entre “lo japo” y nuestro querido Spectrum. Si algo como el Japan Weekend se hubiese celebrado en los años 80, a buen seguro hubiésemos visto muchos eventos protagonizados por esta peculiar relación.

DC

Promocionando Suso no tabi (El viaje de Suso), libro que recoge la experiencia de su autor durante los tres meses que se pasó recorriendo Japón en bici. Leyéndolo me están dando ganas de hacer lo mismo, oigan.

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