Nunca he sido muy aficionado al cómic, al menos en el sentido de lo que actualmente se entiende como tal. Ni me gustan los superhéroes ni suelo interesarme demasiado por el manga o la obra de reconocidos artistas actuales, como por ejemplo Frank Miller. Mis favoritos de toda la vida han sido Mortadelo y Filemón, Súper López (sus primeras historias más que las últimas, la verdad) y Asterix. Sacarme de ahí es muy difícil pero mis amigos «comiqueros», que también los tengo y me conocen bien, no se arredran a la hora de hacerme alguna recomendación si saben que puede gustarme.
De este modo, hace unos años uno de ellos me dejó la colección de Malas ventas, una recopilación de tiras periódicas editada en cinco volúmenes y creada por el neoyorkino Alex Robinson, que relata los avatares de una pandilla de jóvenes licenciados universitarios en la ciudad de los rascacielos a mediados de los años 90, durante la época de mayor tirón popular que la cultura underground americana había conocido en décadas, y que se plasmó en el «grunge» de Nirvana y derivados, el auge del cine independiente y la expansión del cómic alternativo. Malas ventas, Box office poison en el original, me había gustado mucho, y aunque había hecho intención de comprármelo entero hacía ya bastante tiempo (en su momento se publicó una recopilación en un único tomo y presentada en tapa dura, a un precio muy razonable además), fue finalmente mi novia la que se me adelantó en vista de que yo me hacía el remolón, y acabó regalándomelo hace unas semanas. Desde aquí, y ya puestos, aprovecho para recomendároslo a todos, que encima Alex me paga muy bien por hacerle publicidad.
Del mismo modo que con los comics «genuínos», los videojuegos basados en comics o en personajes de cómic nunca me han atraído demasiado. Tampoco en tiempos del Spectrum, un ordenador en el que este género no tardó mucho en desembarcar, en buena parte porque quienes más lo usaban eran los chavales, quienes mayormente lo utilizaban para jugar o para programar juegos destinados a un público como ellos.
Aunque el cómic siempre tuvo más o menos presencia en el «softwarero» del Speccy, a veces con ejemplos de muy notable calidad como Asterix y el Caldero Mágico de Melbourne House, es curioso que hubiese que esperar hasta finales de los 80, casi al final de la carrera comercial de nuestro querido aparatito, para ver una cierta edad de oro del llamado «noveno arte» campando por las tripas del ordenador. Y es que a partir de 1988 el género se puso de moda. No es que el número de lanzamientos se disparase con respecto a otras épocas, pero los programadores y las casas de software comenzaron a fijarse más en el tebeo como fuente de inspiración para sus juegos. Y parte de culpa de que esto fuese así la tuvo un juego: Garfield: Big, fat, hairy deal, lanzado por la compañía The Edge a primeros de aquel año 88, y que posiblemente sea la mejor adaptación de un cómic jamás llevada al artefacto del Tío Sinclair.
Los autores de este Garfield, al más puro estilo de Julio César en la batalla de Farsalia, supieron sacar el máximo partido de obstáculos muy difíciles de salvar, volviendo las tornas para aprovecharlos en beneficio propio. De este modo, las pobres prestaciones del Spectrum en materia gráfica sirvieron para dotar al juego de un aspecto que nada tiene que envidiar al de las tiras cómicas en blanco y negro de Jim Davis, hasta el punto de que este es uno de los pocos juegos cuya versión para Spectrum supera a las realizadas para máquinas más potentes.
Es una auténtica delicia contemplar el juego funcionando, y tener la sensación de estar «dentro» de una tira de Garfield mientras liberamos nuestro instinto salvaje pateando al bobalicón de Odie, le birlamos el café a John ante sus narices, asaltamos la nevera de su casa para darnos un atracón, o simplemente dejamos que a Garfiel le entre la gusa para ver cómo se zampa lo primero que se le ponga a tiro para saciarla, sin importar que sea un mueble o una máquina de escribir. Aunque defectos tiene, como todo (se hace un poco corto y es más o menos fácil de acabar una vez se conocen los pasos a seguir para lograrlo), no sorprende que fuese un gran éxito, y que dicho éxito le convirtiese en referente para otros programadores lanzados a imitarlo a partir de entonces, aunque ciertamente tampoco fue el primer juego para Spectrum montado como una tira cómica en blanco y negro: Sttiflip & Co., lanzado unos meses antes, es un claro ejemplo. Sin embargo su planteamiento es notablemente distinto, tanto desde el punto de vista estilístico como de juego en sí.
Ahora que lo pienso, es una pena que el «cómic underground americano» (llamémoslo así) fuese apenas conocido en Europa durante los años 80. De haber sido al contrario, quién sabe si a alguien se le podría haber pasado por la cabeza trasladar a nuestros ordenadores otro maravilloso trabajo: La tribu de los Bradley de Peter Bagge, antecedente de esa auténtica obra maestra que es Odio. Aunque el estilo de Bagge como dibujante es mucho más recargado que el de Alex Robinson o el mismo Jim Davis, su humor bestiajo y su insana mala hostia bien le hubieran hecho merecedor de un videojuego protagonizado por el cabrón de Buddy Bradley y su «troupé» de tarados mentales. Algo que, por cierto, todavía nadie se ha dignado a hacer. Nunca es tarde si la dicha es buena. Y por añadidura, si algo nos demostraron los programadores que trabajaron con el Spectrum es que casi todo es posible con él. Hala, ya está lanzado el guante.
Existencia indirigida preparándose para conquistar las listas de éxitos desde las páginas del número 3 de Odio, editado en plena fiebre nirvanera. Y por si fuera poco, sus miembros se llaman Kurt, Kurt, Greg… y Kurt. A partir de aquí sacad vuestras propias conclusiones.
El «Santo dios!» de esa viñeta lo dice todo 😀 😀
Me acuerdo los comics de Crumb u otros autores con sus historias totalmente politicamente incorrectas!!! 😀
Esos comics underground eran muy bestias!! 😀 seguramente tengo unos cuantos en alguna caja 🙂
La juego del Garfield no llegue a jugarlo mas allá de pasear un poco por los escenarios…
todo esto me hace pensar en otra cosa… el comic esta desapareciendo? el papel es al soporte lo que los 8 bits fueron a las computadoreas? son angustias existenciales de un tipo que todavia se gana la vida como pre-impresor (el que prepara los archivos para impresión final en off-set), porque todavia no ha podido decolar como dibujante (quien puede?). muy bueno el texto.
José: Pues si te ha molado la viñeta, léete el cómic entero («Los ídolos del grunge») que lo vas a flipar. Pocas veces se habrá visto una paradia tan divertida (y destructiva) sobre los clichés del rock. Tal vez lo mejor de ODIO.
Curiosamente Peter Bagge también fue un gran admirador de Robert Crumb, e incluso llegó a trabajar para él como editor antes de establecerse por libre a principios de los ochenta.
Carlos: Respecto a si el cómic en papel está desapareciendo, pues la verdad es que yo tampoco sabría qué responder. La impresión que tengo como simple usuario / comprador ocasional apunta más bien a lo contrario, o a que como mínimo la cosa se mantiene. De todas formas tengo claro que el futuro, para bien o para mal, está en los soportes digitales. Lo estamos viendo con las revistas: las que conozco tienen su pertinente edición digital, e incluso alguna se edita exclusivamente en ese medio. Leer un tebeo en la pantalla de un ordenador es considerado por muchos como un sacrilegio, pero lo cierto es que una buena tablet ya permite llevarte a cuestas toda la colección de Asterix o Tintín, y leerla camino del trabajo de forma cada vez más cómoda.
Me lo apunto 😀 😀
Sobre «el fin de los comics», yo soy un defensor del papel pero las ventajas de los medios digitales son tremendas!
Hace relativamente poco que tengo una tableta y pude comprobar lo que significa tener una pila de comics siempre a mano.
Hace bastante que compro muchos menos comics, sobre todo por el espacio que ocupan (tengo MUCHAS cajas llenas de Zonas84, etc) asi que las versiones digitales tienen también esa ventaja, no ocupan espacio.
Y sigo siendo un defensor del soporte en papel, quizás sea nostalgia u otra cosa pero me sigue pareciendo «otra cosa» leer un comic en papel, pero la realidad es que en la practica el medio digital tiene unas ventajas tremendas y las nuevas generaciones ya crecerán con este medio.
Yo creo que los formatos físicos no desapareceran (libros y comics) pero es cierto que ya no serán el formato masivo.
El papel será a los cómics lo que el vinilo a la música, ni más ni menos.
No hay que olvidarse que lo que hace bueno a un comic/libro es el contenido y no su continente, aunque éste puede ser un valor agregado o hacerlo especial de alguna manera 🙂