Primera salida a escena del mítico Mario, aunque con otro nombre como ya es sabido. Para el Spectrum se lanzaron varias copias sin licencia desde sus primeros tiempos, una de las cuales fue obra de Ocean Software, experta en estas lides en los albores de su trayectoria allá por 1983. Tres años después volverían a la carga pero esta vez con el beneplácito de Nintendo, lanzando una versión renovada en una maniobra que no todos comprendieron: para 1986 el clásico de la Gran N estaba más que superado por una industria que avanzaba a grandes pasos, incluso en lo tocante al desarrollo de juegos para el Spectrum, y era juzgado con una mezcla de caridad simpática y condescendencia.

Entonces ¿por qué? Pese al tiempo transcurrido, Donkey Kong aún tenía adeptos y no hace falta ser ningún lince para imaginar que la licencia debió salirle muy barata a Ocean, que vio en ella la oportunidad de hacer negocio con un juego fácil de portar a los ordenadores domésticos, económico de producir y más aún de amortizar, ergo dicho y hecho. La tarea le cayó a Sentient Software, especie de «subcontrata» acostumbrada a facturar con rapidez productos de calidad más o menos aceptable para la casa de Manchester.

Más o menos, repito. Nunca especialmente brillantes, pero tampoco especialmente malos como puede adivinarse echando un vistazo a su trayectoria profesional. Donkey Kong fue uno de sus trabajos más ramplones, pero salva la papeleta gracias a las virtudes del juego original, bien reflejadas en este caso. En resumen, este juego podía ser una medianía en 1986, pero seguía siendo adictivo. Mike Myers se lo «ventila» dándole unas cuantas vueltas hasta acumular una puntuación más que respetable. Viéndole jugar, uno se anima a probarlo también. 

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