Lo reconozco: el mundo de los video bloggers y youtubers me da bastante asco. Es un pozo de mediocridad aún mayor que el de los bloggers tradicionales, que ya es decir. Por si no tuviésemos bastante con aguantar las gilipolleces de gente que cree que sabe escribir, ahora toca además aguantar los caretos y las voces de quienes se creen grandes comunicadores de lo audiovisual; amén de grandes realizadores que añaden unas estomagantes dosis de yoyoismo a creaciones que pondrían cualquier vídeo de boda a la altura de una película oscarizable. Que semejante peste tenga miles y hasta millones de seguidores dice muchas cosas sobre el actual estado de nuestra sociedad, algo que ya supieron ver los geniales Trey Parker y Matt Stone en un capítulo de South Park.

Stan y sus colegas le hacen un favor a la Hunamidad.

Por suerte, comunicadores de verdad como Walter Conkrite o el español Manuel Martín Ferrand ya están muertos; pero otros miembros de su generación todavía viven para tener que aguantar estas chorradas encumbradas por nerds y jumentos de todo pelaje. Así se explica que no sea precisamente fan de estas nuevas formas de «periodismo» como tampoco lo soy de los podcasts, que vienen a ser lo mismo pero (afortunadamente) sin tener que aguantar el careto de nadie; solo su voz, lo que en ocasiones permite, no obstante, grandes momentos de hilaridad. Como en el caso de una entrevista que escuche una vez: la engolada voz en off del encargado de traducirla al castellano me hizo sospechar tiempo después, entre carcajadas, que Ana Botella, egregia alcaldesa de Madrid que ni siquiera reside en la ciudad que supuestamente gobierna, se había fijado en ella para su memorable discurso ante la asamblea del COI reunida en Buenos Aires:

Ahora en serio: ¿alguien de entre ustedes habría elegido como sede de unos Juegos Olímpicos a una ciudad que exhibe públicamente a semejante tipa?

Pero vayamos al grano, que ya toca. Como casi siempre en esta vida, de entre un océano de morralla se puede sacar algo de paja, aunque no sea de la mejor calidad. Es el caso del vídeo que viene a continuación, cuya segunda parte aún está pendiente de publicarse en el momento de escribir estas líneas. Sin ser la quinta maravilla como digo (la locución, con el añadido de algún que otro traspiés, produce una reacción que oscila entre la dentera y la grima de tanto que se mola el autor), al menos resulta interesante y útil a la hora de repasar la trayectoria y clarificar el porvenir de uno de los autores de videojuegos más recordados por los talifanes del Spectrum: Stephen Crow.

Del Tito Crow ya aprovechamos una ocasión para escribirle un glosario de merecidas loas. Porque si bien es cierto que el hombre era un pelin copiota, tampoco es que hiciese nada que otros no hubiesen hecho antes que él, además con mayor descaro. Y, si me permiten, con menos simpatía. Porque no puede negarse que Starquake era y sigue siendo muy simpático, aparte de muy divertido. No hay duda de que Stephen Crow tenía claro en que espejo mirarse, pero sin carecer por ello de criterio ni desprenderse de un estilo propio que identificase sus creaciones al primer vistazo.

4 thoughts on “El destino de Stephen Crow”
  1. Tienes toda la razón, de hecho este Blog adolece de todos los defectos que enumeras, incluyendo la pedantería y obsesiones del creador, que de forma incansable se empeña en dar la matraca con su raca raca. Mediocridad, Gilipolleces y un horrible careto escondido tras un algodón de azúcar que pareciera haber salido del más nauseabundo circo. Mucho asquito, si señor.

  2. Gilipollas es usted, aparte de cobarde, pues se escuda en una dirección de mail falsa para soltar aquí memeces… sin saber que el servidor guarda las IPs de quienes comentan. Da usted mucha pena, de verdad.

    Y no olvide tomar su medicación. A mamarla, payaso.

  3. Jose: En general sí, me apasionan. El problema viene, como casi siempre, de la masificación del producto base (en este caso Youtube) y de su mala utilización, merced a la facilidad de acceso que se otorga a gente con poco o nulo talento pero que (y esto es lo más peligroso) no es consciente de ello. Ahora entiendo a mis profesores y otros conocidos del ámbito periodístico y audiovisual, que defendían (y defienden) a capa y espada la figura del editor y la absoluta necesidad de su existencia: ciertamente podrán cometer errores, pero ayudan a quitar de en medio a más de un listillo y a pulir el talento de quien realmente lo tiene.

    Por fortuna, plataformas como Youtube están sobreexplotadas. Han alcanzado su techo y confío en que el «burbujón» que rodea todo ese tinglado absurdo, al igual que el de las redes «suciales», estalle y se lleve por delante buena parte de la peste.

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