O si no ya me dirán ustedes qué otra cosa puede ser este chaval:
Para quien aún no lo haya pillado, David Lightman era el nombre adoptado por Matthew Broderick en su papel como protagonista de la mítica Juegos de Guerra, estrenada en España hace ahora 34 años. Y para quienes no sepan inglés, el eslogan del anuncio invita a gamberrear con el Spectrum hacheando otros ordenadores, algo que se antojaba complicado. Y no porque el Spectrum no estuviese capacitado para ello: hacia finales de 1983 ya era posible adquirir un modem a precios razonables (en Inglaterra, se entiende) y más moderno en cuanto a estética que el vetusto cacharro usado por Lightman para colarse en el NORAD como si tal cosa. De hecho, el célebre IMSAI de la película ya estaba obsoleto cuando el Spectrum empezó a despegar para convertirse en el ordenador doméstico más vendido de Europa. Tanto que no se fabricaba desde hacía años y hasta su empresa matriz había quebrado. Al menos su aspecto seguía siendo más profesional que el del Spectrum, un ordenador pensado con fines casi exclusivamente didácticos, diseñado para ser lo más barato posible, y que por tanto no aspiraba a copar entornos empresariales. Con su aspecto de juguete del Toys ´R´ Us, presentar al Spectrum en una película como una máquina capaz de desencadenar el armageddon nuclear habría sido poco creíble…
Anticipándose treinta años a Meetic, Juegos de Guerra nos enseñaba que los ordenadores también podían utilizarse para ligar.
El IMSAI de Juegos de guerra es el ordenador más famoso del cine junto al HAL 9000 de 2001, pero no es el único que ha aparecido en una película como parte del eje central de la trama. En la web del British Film Institute publicaron hace algún tiempo una lista con 10 grandes películas sobre ordenadores entre las que figuran las dos mencionadas, pero también hay hueco hasta para la Nouvelle Vague. Nunca he sido muy amigo de listas porque, para empezar, suelen reflejar el gusto subjetivo de quien las redacta. En especial cuando se numeran en plan «esto va primero porque me parece mejor que lo que va detrás». No es el caso de la lista que nos ocupa, limitada a hacer sugerencias al lector, pero llama la atención que entre las elegidas no se encuentre Micro Men, que para empezar es una producción enteramente británica. La ausencia se explica porque se trata de un telefilme y no de una película para la gran pantalla. Pero no por eso deja de ser estimable, ya que estamos ante una de las mejores películas sobre ordenadores que se hayan filmado en las últimas décadas, centrada además en una historia fascinante: la del Spectrum, pero sobre todo la del tipo que lo inventó. Aunque no estuviese incluida en la lista por la razón anteriormente explicada, sin duda habría merecido, al menos, una reseña en el articulo aunque fuese breve y a pie de página.
Y sin,embargo, el Spectrum tiene presencia en lo,que pomposamente podríamos denominar «cine grande para la pantalla grande». Fíjense en la siguiente escena de Star Trek IV (1986):
Atentos al instante en que Kirk despierta tras viajar en el tiempo. Sí, el ruido que se escucha de fondo es el de la carga de un programa de Spectrum. Quizá deban subir el volumen porque está un poco bajo, pero ahí lo tienen, aunque sea muy de tapadillo y dure apenas segundos: un Spectrum en una peli de Star Trek. O si no lo es (se trata de un detalle que nunca he podido confirmar al ciento por ciento), desde luego lo parece en todo. Nadie sabe quién tuvo la feliz idea, pero si nos atenemos a que el presupuesto de la cinta no era demasiado generoso, tendría cierto sentido. Aparte de situar la acción en la época presente «para ahorrar» (idea de Leonard Nimoy), hubo que abaratar costes en efectos especiales echando mano a toda clase de artimañas. De hecho, había tan poco dinero que las dos ballenas que aparecen al final de la película metidas en el tanque de la nave klingon son de goma. Filmar con unas de verdad resultaba demasiado caro y complicado, y los magos a cargo de los efectos especiales lograron que pareciesen reales a ojos del espectador. Visto así, no sorprendería nada la presencia en Star Trek IV de un ordenador como el Spectrum, barato pero cumplidor en las manos adecuadas. Tanto como para hacerse pasar por un artefacto capaz de encajar en una nave espacial del siglo XXIII.
Con 10 años, yo veo ese anuncio y no tardo un segundo en pedirlo para reyes.
Ni yo.