Imaginen por un momento al dueño de un local en el centro de una gran ciudad que lo convierte en santuario dedicado a la memoria de un ordenador clásico, por ejemplo el Commodore 64. Pues eso es una pequeña tienda de decomisos situada en el casco histórico de Roma, muy cerca del Vaticano.

Ferdinando Mammana abrió Gemar S.R.L. a mediados de los años sesenta. Su vida de comerciante transcurría sin incidentes dignos de nota hasta que dio un giro radical tras hacerse con un Commodore PET. En los años ochenta Gemar se había convertido en uno de los principales focos de venta de Commodore en Italia, primero con el VIC 20 y más tarde con el ordenador que copó los hogares del país e introdujo a sus habitantes en la informática: el Commodore 64. Por la tienda de Ferdinando, que se hizo muy famosa, pasaron incluso personajes conocidos de la sociedad transalpina buscando su Commodore, cuyos ordenadores encendieron la pasión de este hombre hasta el punto de que treinta años después seguía rindiéndoles cumplido tributo.

En este vídeo podemos comprobarlo: los escaparates del comercio exhiben orgullosamente numerosos cachivaches relacionados con la firma de Jack Tramiel y el propietario vende repuestos y software, en una colección que incluye tesoros como un programa utilizado por la NASA para diseñar algunas piezas del transbordador espacial. Eso en un ordenador “con el aspecto de un juguete”, aunque la máquina por la que este bonachón personaje siente auténtica pasión es el Amiga 1000, cuyas exuberantes prestaciones aún maravillan a quienes tienen ocasión de probarlo.

Con estos mimbres cabe esperar que el video mole mil y es verdad que mola. Hasta incluye subtítulos (en inglés) para facilitar su comprensión a aquellos que no dominen el italiano, si bien el autor podría haber aligerado un poco la presentación y eliminado insertos “chorras” en forma de fotos fijas que pintan poco o nada.

Hay otro problema añadido, y es que fue rodado en diciembre de 2010. Buscando la dirección de la tienda en Street View (el 67 de la Via di Porta Cavalleggeri) vemos que ésta no aparece por ningún lado, dándose a entender que echó el cierre. Si efectivamente es así, lo lógico es pesar que Ferdinando Mammana se jubiló en algún momento. Merecido lo tiene, pero no por ello deja de ser una pena que ya nadie pueda disfrutar de un lugar tan peculiar como este, probablemente la última tienda del planeta consagrada a los ordenadores de Commodore y con su logo en la fachada.

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