Cuando Ultimate publicó Knight Lore a finales de 1984, muchos creímos que aquel era el culmen maximus al que se podía exprimir la tecnología de una máquina como el Spectrum, realmente limitada en todos los aspectos. Pronto quedó claro que habíamos cometido un grave error subestimando la capacidad de superación de los programadores que trabajaban con este ordenador, cuya inventiva para elevar y superar continuamente un listón presuntamente insuperable les hizo ganarse, merecidamente además, el calificativo de genios. Bo Jangeborg había dado el primer aviso a principios de 1986 con Fairlight, pero sería Jon Ritman quien, a mediados de ese mismo año, rompería todos los esquemas establecidos.

El éxito de Knight Lore y de su “continuación” Alien 8 abrió los ojos de las compañías de software y de sus programadores en nómina, que se lanzaron a estudiar detenidamente aquel milagro del videojuego en pos de, como mínimo, igualarlo. Jon Ritman había sido hasta entonces un currante más en diversas empresas del ramo, cuyo historial se limitaba a un puñado de juegos de segunda fila pero que ya estaba pergeñando el que sería su primer jitazo: Match Day. Espoleado por la mala calidad de los juegos de fútbol que había probado, confiado en que podía mejorarlos con facilidad, el melenudo Ritman dio a luz el mejor juego de fútbol hecho hasta entonces para Spectrum.

En ese momento, a principios de 1985, el tirón mediático de los juegos Filmation de Ultimate estaba en su apogeo y Ritman, después de dedicarles un tiempo, decidió que algunas cosas resultaban manifiestamente mejorables. No le convencía un aspecto gráfico que en su opinión podía dar más de sí (!), y le molestaban sobremanera las ralentizaciones sufridas especialmente por Alien 8. “Esto puedo hacerlo mejor”, se dijo, y decidió contarle sus ideas a Bernie Drummond, un amigo que destacaba por su desbordante imaginación al dibujar, ofreciéndole embarcarse en el proyecto como grafista. Y se pusieron a trabajar, inspirándose en una de sus series de TV favoritas: la de Bat Man que había protagonizado Adam West a principios de los años sesenta, convertida ya entonces en un icono de la cultura pop.

Para mí el mejor capítulo de Bat Man es este: el crossover de El Avispón Verde en el que Kato (Bruce Lee) y Robin se pegan de hostias.

El resto es historia de una obra de arte que como tal merecería estar en un museo. En junio del 86 nadie podía imaginarse lo que estaba por llegar, y más teniendo en cuenta los antecedentes. Hasta ese momento ningún juego basado en héroes de cómic había funcionado, y para colmo Ocean arrastraba mala fama por su propensión a gestar truños. Bat Man fue un sopapo por partida doble en la cara de los escépticos que, como yo, se vieron sorprendidos por la calidad de un juego fabuloso a todos los niveles, no sólo en el apartado gráfico. Porque además la jugabilidad estaba muy bien estudiada y, aparte de muy entretenida, se distinguía por su curva de dificultad medida a la perfección para que la partida no resultase frustrante por demasiado fácil o difícil. Una constante en los juegos de Ritman que era bastante inusual por entonces.

Poco más se puede decir de un juego sobre el que ya se ha dicho todo a lo largo de un cuarto de siglo, durante el cual ha tenido ocasión de mostrar sus inmensas cualidades una y mil veces. Efectivamente la presentación gráfica “estilo Filmation”, una de las señas de identidad más características en el videojuego de los años ochenta, se hizo mayor con Bat Man, pero quienes pensábamos que había alcanzado la madurez nuevamente nos equivocamos: no hizo falta esperar ni un año para que sus mismos autores demostrasen que el listón presuntamente “insuperable” se podía elevar todavía un poquito más.

Mi próxima compra. Por si os interesa podéis pillar una igual aquí.

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