Tantas como años cumple Ranarama, y dado que las ranas no tienen orejas, de alguna forma habrá que celebrarlo, digo yo.
Ranarama es uno de los puntales del software para Spectrum y la obra maestra de Steve Turner. Por lo menos a mi entender, pues resulta curioso comprobar cómo en general tienden a valorarse más otras creaciones de Turner manifiestamente inferiores como Avalon o Quazatron. Comparando, Ranarama está mucho más pulido en la parte técnica y su aspecto visual, colorista y lleno de pequeños detalles, resulta muy atractivo. Pero lo más importante es que su jugabilidad se ha conservado intacta y desde luego no tiene nada que ver con el resto de los juegos de Turner, extremadamente difíciles incluso para los usuarios más avezados con un joystick en la mano.
Por añadidura, éste es uno de los pocos videojuegos en los que la versión para Spectrum supera a las de máquinas más potentes, o al menos aprovecha mejor los recursos disponibles en el sistema. Es una auténtica delicia contemplarlo en movimiento y cada nueva partida se disfruta más que la anterior. Su único defecto es el de no disponer de una opción para salvar la partida en curso y retomarla más adelante, lo que en su día, y en la práctica, imposibilitaba acabar el juego incluso trucándolo. Hoy ese defecto está superado gracias a los emuladores, pero lo cierto es que nunca le di una importancia excesiva: la idea no era poder acabarlo, sino disfrutarlo. Y eso, en el caso que nos ocupa, resulta sumamente sencillo.
Grandísimo.