Anuncio italiano de finales de los ochenta. No digo más:
El Sinclair Action Pack fue uno de los paquetes con los que Amstrad quiso exprimir la vida comercial del Spectrum en sus últimos años. Como ya habréis averiguado, la nota curiosa la pone la inclusión en el lote de la Magnum Light Phaser junto a un puñado de juegos específicos para ella. La “revolución conservadora” de Reagan había puesto de moda las películas de acción que ensalzaban la idea de que la mejor forma de resolver los problemas era liándose a tiros; idea propugnada, curiosamente, por Stalin durante las purgas llevadas a cabo en la URSS en los años treinta del siglo pasado (“si tienes un problema con alguien, eliminando a ese alguien se elimina el problema”, llegó a decir el “Padrecito”). Stallone y El Chuache estaban entre los mayores iconos de la cultura de masas yanqui, con cada nueva película ellos cobraban un dineral y éstas, a su vez, eran esperadas como agua de mayo por los chavales, a quienes no importaba hacer largas colas en los cines para disfrutarlas en primicia. Los héroes de acción eran modelos a imitar, y periféricos como la Magnum Light Phaser (cuyo aspecto resultaba sospechosamente parecido al de la pistola diseñada con anterioridad para las videoconsolas SEGA) o la española GunStick no fueron sino un reflejo de la época en que se comercializaron. Contrariamente a lo que hacía pensar su espectacular apariencia, internamente su diseño era bastante sencillo y la base del mismo se remontaba a la década de 1940, época en que aparecieron las primeras máquinas recreativas (obviamente mecánicas, no electrónicas) que incorporaban estos dispositivos. Sin embargo, la Magnum Light Phaser no tuvo demasiado éxito pese a ser publicitada como un enorme paso adelante en la interacción entre ordenadores y usuarios. Costosa y de calidad bastante deficiente, se vendió sobre todo con packs como el que nos ocupa y las casas de software, pese a que inicialmente prometieron darle soporte mediante el lanzamiento de numerosos juegos, enseguida se echaron para atrás.
En cuanto al anuncio, poco que decir. Tiene ese aire simpático y entrañable propio de los ochenta. O más concretamente de la Italia de los ochenta, década en la que el país de la bota se había convertido, junto al Reino Unido, en el polo cultural más importante de Europa. La diferencia estaba en que mientras los ingleses supuraban coolismo yendo de guays y de ha-tti-tahs, a los italianos, como buenos latinos, no les importaba mostrar su esencia más chabacana, ramplona o directamente cutre. Fenómenos como el italo dance y las películas de ciencia ficción rodadas con un presupuesto equivalente al precio de una lasaña congelada (por ejemplo esta) lo demuestran a las claras. El Spectrum no tuvo mucha difusión por allí y era Commodore la que partía el bacalao, como en Alemania. Pero tal como dijimos al hablar de una de las mejores enciclopedias jamás publicadas sobre el Spectrum, que curiosamente es italiana, supo ganarse una nutrida legión de fans como en todo lugar donde se vendió.